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“La OMC no es una camisa de fuerza”

El director de la Organización Mundial del Comercio estuvo en Colombia la semana pasada. SEMANA habló con él.

1 de octubre de 2001

Mike Moore ocupa uno de los cargos más influyentes del mundo. Después de hacer una exitosa carrera política y haber sido primer ministro de su país —Nueva Zelanda— Moore se posesionó en septiembre de 1999 como director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El organismo que preside es integrado por 142 naciones y es el ente rector del comercio mundial. Se ocupa de resolver las disputas comerciales entre países y organizar las negociaciones para garantizar el libre comercio internacional de bienes y servicios. Desde cuando asumió el cargo, Moore ha tenido que lidiar con la oleada reciente de protestas contra la globalización pues la OMC ha sido uno de los blancos preferidos de los globófobos. Por estos días Moore viaja por todo el mundo preparando el lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales, que se haría en Qatar en noviembre próximo. La semana pasada vino a Colombia a reunirse con los ministros de Comercio del área andina. SEMANA lo entrevistó.

SEMANA: ¿Cómo puede la OMC garantizar una negociación balanceada entre los países grandes y los pequeños?

Mike Moore: Las negociaciones se hacen por consenso. No se hace nada si todos no están de acuerdo. Así, el país pequeño puede parar al grande. Costa Rica, por ejemplo, derrotó a Estados Unidos en un una disputa sobre el tema de confecciones. De hecho, la ronda de negociaciones que planeábamos lanzar hace dos años está parada porque a muchos no les gusta lo que está pasando. Para que salga adelante no basta con que Japón, Europa y Estados Unidos estén de acuerdo. Hay que convencer a otros 120 países.

SEMANA: Colombia y otros productores latinoamericanos de banano, en efecto, lograron que la Unión Europea les abriera más su mercado. Pero, ¿lo habrían logrado sin la ayuda de multinacionales como Dole, que tiene intereses en ese negocio?

M.M.: Lo dudo. Hemos tenido decenas y decenas de disputas comerciales en las que se ha logrado un acuerdo, muchas antes de llegar a corte. Pero hay dos en las que las partes no han querido aceptar el fallo. Una de ellas es el caso del banano. Es un asunto muy complejo que viene de tiempo atrás, incluso antes de que existiera la OMC. Pero ésta por lo menos ha ayudado a que hoy estemos más cerca que nunca de una solución definitiva.

SEMANA: ¿Si un país no está convencido de las ventajas de las negociaciones de la OMC se puede quedar por fuera?

M.M.: Incluso se puede salir de la organización si quiere. Aunque hasta ahora ninguno se ha retirado, curiosamente. Pero si uno quiere los beneficios del sistema tiene que trabajar para él. Los asuntos más difíciles, como el comercio desigual en agricultura, no van a desaparecer al quedarse por fuera de la OMC. Por el contrario, ésta ofrece un mecanismo de reglas y procedimientos que les permite a los pequeños meterse al ring, aliarse con gente que tenga intereses similares y dar la pelea.

SEMANA: ¿No sería ésta desigual?

M.M.: No siempre es un problema norte sur, de grandes contra pequeños. De hecho, el comercio entre países en vías de desarrollo crece más rápido que el comercio con los desarrollados. Y hay muchas disputas comerciales entre países en vías de desarrollo. De manera que no es un problema del pobre Fidji contra el gigante Canadá, por decir un ejemplo.

SEMANA: ¿Qué puede ganar Colombia en las negociaciones de la OMC?

M.M.: La agricultura es el área más importante, sin duda. Las reglas actuales fueron convenidas por países que subsidian los productos agropecuarios. El presidente Andrés Pastrana y la Ministra han sido muy claros y muy enérgicos en este punto al señalar los enormes subsidios que impiden la competencia.

SEMANA: ¿Hay posibilidades de cambiar esto en la próxima ronda de negociaciones?

M.M.: Es un tema que tiene que estar sobre la mesa. No debe perderse de vista el objetivo por el cual uno comercia. Es para lograr un mayor desarrollo y elevar el nivel de vida de la gente. Esto del desarrollo no puede quedarse en un saludo a la bandera. Creo que los 1.000 millones de dólares diarios que gastan en subvenciones agrícolas los países desarrollados atentan contra el desarrollo de otros países. En los países que luchan por sustituir cultivos ilícitos es aún peor. Es casi una obscenidad lo que hay en todo esto. Si el tema no está sobre la mesa países como Colombia no participarán en las negociaciones. ¿Por qué habrían de hacerlo?

SEMANA: Así como se plantea liberalizar el flujo de capitales, bienes y servicios entre países, ¿no debería haber también una apertura de los mercados laborales, permitiendo así la migración?

M.M.: Debemos iniciar una negociación sobre este tema y discutirlo como personas maduras. La idea es de qué forma las reglas para el movimiento y la migración de personas se pueden hacer más claras y transparentes. Y parar la deshonestidad de hacer criminales de personas que contribuyen a jalonar las economías a donde llegan. Hay una gran controversia. Será un asunto fundamental en el futuro.

SEMANA: El mundo entero parece estar ad portas de una recesión económica global. ¿Cuál es su percepción al respecto? ¿Cree que revivirán las presiones proteccionistas?

M.M.: Yo no diría que hemos caído en una recesión. Más bien, que estamos entrando en una etapa de desaceleración. Pero esto, antes que bloquear las negociaciones comerciales, debería ser un incentivo para que todo el mundo se reúna en torno a ellas y se analicen los beneficios del comercio mundial en épocas de vacas flacas.

SEMANA: ¿No cree entonces que la decisión del gobierno venezolano de cerrar las importaciones se repita en otros países?

M.M.: Espero que no. Sería un gran retroceso para todos.

SEMANA: Nuestro país padece un intenso conflicto armado. ¿Existe un trato especial en la OMC para países con problemas de este tipo ?

M.M.: No existe un comité creado para tal fin. Sería muy difícil escoger un criterio para seleccionar los países que encajan en esta categoría. De todas formas muchos acuerdos de la OMC contienen políticas de flexibilidad que permiten cierto margen de maniobra en determinadas situaciones. La OMC no es una camisa de fuerza y el mundo entero entiende muy bien la delicada situación que vive Colombia.

SEMANA: Finalmente, qué opina de los globófobos?

M.M.: Estoy de acuerdo con muchos de sus planteamientos. El movimiento además es sano porque nos pone bajo el escrutinio público. Pero algunos de los activistas son antidemocráticos y no le reconocen a sus gobiernos el derecho a hacer las cosas. En estos casos creo que su influencia es destructiva.