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El papa Benedicto XVI dijo en su encíclica social que la raíz de esta crisis no es solamente de naturaleza económica y financiera, sino, ante todo, moral.

CRISIS

La propuesta papal

Según el Vaticano, el sistema financiero mundial ha demostrado egoísmo, avidez y acaparamiento. Propone crear una autoridad de carácter universal que lo reforme. Para la Iglesia, está en juego el futuro de la humanidad.

30 de octubre de 2011

El Vaticano puso el dedo en la llaga de la actual crisis económica y financiera mundial. En un documento que presentó la semana pasada -poco antes de la cumbre de líderes europeos-, la Santa Sede dijo que el sistema financiero mundial ha demostrado comportamientos egoístas, avidez colectiva y acaparamiento de bienes a gran escala, ha hecho tambalear el bien común y ha puesto en juego el futuro mismo de la humanidad.

Sin aludir directamente al movimiento de los indignados, pero en referencia al malestar que se está gestando en el mundo, recordó que "más de un millón de personas viven con poco más de un dólar al día y las desigualdades en el mundo han aumentado extraordinariamente, lo que ha generado tensiones e imponentes movimientos migratorios".

El documento va en la misma dirección de la encíclica Caridad en la Verdad, que hace dos años y medio publicó el papa Benedicto XVI y con la que hizo una dura crítica al capitalismo salvaje y a la globalización mal entendida.

En esta ocasión, el Consejo Pontificio Justicia y Paz (organismo de la Iglesia que promueve el desarrollo de los países pobres y la justicia social) dirigió una serie de reflexiones a los líderes mundiales y específicamente propuso crear una autoridad pública global para reformar el actual sistema financiero. Sería como una especie de Banco Central Mundial que controle, regule y ayude a afrontar el nuevo mundo.

Las reflexiones del Vaticano caen como anillo al dedo en el actual momento de la crisis económica. Estas son algunas de ellas.

1 Desarrollo económico y desigualdades

La crisis económica y financiera que hoy atraviesa el mundo, dice el documento, encuentra su origen en múltiples causas, combinación de errores técnicos y responsabilidades morales.

El actual sistema económico -señala- ha aumentado enormemente las desigualdades en varios países y entre ellos mismos. Resalta que hay países y áreas donde se carece de los bienes elementales como la salud, la alimentación y la protección contra la intemperie. Más de 1.000 millones de personas se ven obligadas a sobrevivir con ingresos medios de poco más de un dólar diario.

El documento pontificio recuerda que el mismo FMI dijo en el año 2007 en su informe anual que hay una estrecha conexión entre el proceso de globalización, que no ha sido gobernado adecuadamente, y las fuertes desigualdades a nivel mundial.

La Iglesia reconoce que el proceso de globalización tiene aspectos positivos, como el gran desarrollo de la economía mundial del siglo XX y el fuerte aumento de los ingresos medios per cápita gracias a la velocidad a la que creció la riqueza producida en el mundo. Pero, al mismo tiempo, no ha aumentado la equitativa distribución de la riqueza, sino que en muchos casos ha empeorado.

La causa, dice el Vaticano, está en el liberalismo económico sin reglas y sin supervisión. "Reglas y controles, si bien de manera imperfecta, con frecuencia están presentes a nivel nacional y regional; sin embargo, a nivel internacional, dichas reglas y controles se realizan y se consolidan con dificultad".

2 Rol de la técnica

El Vaticano hace una reflexión sobre el papel de la técnica, la informática y sus aplicaciones en la economía y las finanzas. "Es necesario evitar el error, hijo también de la ideología neoliberal, de considerar que los problemas por afrontar son de orden exclusivamente técnico".

Según la Santa Sede, la ideología de la tecnocracia tiene peligros como minimizar el valor de las decisiones del individuo humano que actúa en el sistema económico-financiero, reduciéndolas a meras variables técnicas. Esto hace imposible encontrar soluciones adecuadas para los problemas y empobrece cada vez más a nivel material y moral a las principales víctimas de la crisis. "Si no se pone remedio a las diversas formas de injusticia, los efectos negativos que se producirán a nivel social, político y económico estarán destinados a originar un clima de hostilidad creciente, e incluso de violencia, hasta minar las bases mismas de las instituciones democráticas, aun de aquellas consideradas más sólidas", señala.

El papa Benedicto XVI pidió volver hacia una ética de la solidaridad y reconocer la primacía del ser respecto al tener y de la ética respecto a la economía. Recordó a su antecesor, el papa Juan Pablo II, quien alertó sobre el peligro de una idolatría del mercado que ignora la existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías.

3 Gobierno de la globalización

Ante la unificación del mundo, propiciada por la globalización, la Iglesia católica piensa que es necesario constituir una autoridad política mundial. Y no solo para los temas económicos. La globalización es cada vez más amplia e involucra muchos campos, como la paz y la seguridad, el desarme y el control de armamentos, la promoción y la tutela de los derechos humanos fundamentales, el gobierno de la economía, las políticas de desarrollo, la gestión de los flujos migratorios, la seguridad alimentaria y el medio ambiente.

La autoridad pública que la Iglesia propone debe dotarse de estructuras y mecanismos adecuados y eficaces y con un horizonte planetario. Debe ponerse en práctica gradualmente, surgir de un proceso de maduración progresiva e involucrar un número cada vez mayor de países que se adhieran por convicción.

La Iglesia reconoce que el camino es largo para llegar a esa especie de gobierno de la globalización o autoridad universal que emprenda una reforma al sistema financiero. Y propone que lo lógico sería que el proceso de reforma se desarrolle teniendo como punto de referencia la Organización de las Naciones Unidas, en razón de la amplitud mundial de sus responsabilidades, de su capacidad de reunir las naciones de la Tierra y de la diversidad de sus propias tareas y de las de sus agencias especializadas.

4 Hacia una reforma del sistema financiero

Al igual que muchos analistas, la Iglesia también considera que las instituciones de Bretton Woods han perdido eficacia, en particular el FMI.

El mercado financiero global ha crecido más rápidamente que la economía real, pero no así los controles sobre los movimientos de capitales. Además, se ha profundizado la tendencia a la desreglamentación de las actividades bancarias y financieras y, por otro lado, los progresos de la técnica financiera han favorecido los instrumentos informáticos, complejos y sin control.

Frente a las propuestas para salir de la crisis, la Iglesia es partidaria de que se les dé mayor participación a los países menos desarrollados o emergentes, en las discusiones sobre las estrategias de política económica. Y sobre las medidas de imposición fiscal a las transacciones financieras, considera que podría contribuir a la constitución de una reserva mundial de apoyo a los países afectados por la crisis.

El Vaticano les propuso a los líderes mundiales analizar formas de recapitalización de los bancos, incluso con fondos públicos, condicionando el apoyo a comportamientos virtuosos que tengan como fin desarrollar la economía real. Este tema fue considerado en la reunión de los líderes de la eurozona.

Finalmente, llamó la atención de las universidades como responsables de la formación de las clases dirigentes del mañana. Es deseable -dice- que se dediquen a prepararlas para asumir sus propias responsabilidades de discernir y de servir al bien público global, en un mundo que cambia constantemente.

Está por verse qué tanto eco tienen estas reflexiones y propuestas papales. Lo cierto es que cada vez más personas en el mundo piensan que es urgente recomponer el rumbo de la economía. El mismo Vaticano, citando al filósofo y político inglés Thomas Hobbes, advierte que "si no se pone remedio a las diversas formas de injusticia, los efectos negativos que se producirán a nivel social, político y económico estarán destinados a originar un clima de hostilidad creciente, e incluso de violencia, hasta minar las bases mismas de las instituciones democráticas, aun de aquellas consideradas más sólidas".