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La sorpresa

Se abren nuevas oportunidades para renovar en Estados Unidos las preferencias arancelarias del Atpa.

12 de noviembre de 2001

Cuando parecia que los tratados de comercio habían pasado a un último plano en la agenda de los congresistas y el gobierno de Estados Unidos, pues la nueva guerra contra el terrorismo había alterado por completo sus prioridades, el tema de las preferencias arancelarias del Atpa revivió sorpresivamente. El pasado 5 de octubre el comité de medios y arbitrios de la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que extiende el Atpa hasta 2006 y lo amplía para cobijar más productos.

No deja de ser sorprendente que en medio de la incertidumbre que ha generado la guerra los legisladores estadounidenses hayan encontrado tiempo para ocuparse de un tema secundario como las preferencias arancelarias otorgadas a los países andinos. Pero la verdad es que tanto los funcionarios a cargo de la política comercial en el país del norte, como sus contrapartes colombianas en Washington y Bogotá, han sabido aprovechar las oportunidades inesperadas que se abren en los momentos actuales.

El tema del comercio revivió nueve días después de los atentados del 11 de septiembre cuando Robert Zoellick publicó un artículo en el Washington Post en el que enfatizaba la necesidad de fortalecer los vínculos comerciales con otros países para hacer más fuertes las democracias y de paso ayudar a atajar el terrorismo.

La idea se vendió bien. En los días siguientes el representante republicano Bill Thomas presentó un proyecto de ley para ampliar y extender las preferencias arancelarias a todos los países andinos —salvo Venezuela—. Rebautizó el Atpa, que ahora se llama ‘Tratado andino para la promoción del comercio y la erradicación de la droga’, y en la exposición de motivos incluyó algo que ayuda a impulsar el tema en las actuales circunstancias. Es una frase en la que enfatiza que el proyecto sirve los intereses de seguridad de Estados Unidos en Colombia y en el mundo.

Así presentado, y con la palabra “seguridad” en los primeros párrafos, se aprobó rápidamente en la comisión de la Cámara. Más aún, se aprobó tal como lo querían el gobierno y los empresarios colombianos. Es decir, eliminando los aranceles para más productos, como calzado, artículos de cuero, confecciones, derivados del petróleo y atún enlatado.

Se trata de una primera victoria para el país en el Congreso estadounidense pero todavía falta mucho por recorrer. Y es que apenas se ha cumplido uno de cuatro debates que se le deben hacer al proyecto. Por eso, al conocer la noticia, la ministra de Comercio Exterior, Marta Lucía Ramírez, salió a dar un parte de optimismo moderado para no generar demasiadas expectativas.

Pero lo cierto es que en las próximas semanas se decidirá la suerte de este proyecto, que es de vital importancia para la economía colombiana. En el Congreso estadounidense las preferencias arancelarias andinas son la segunda prioridad en materia comercial, después del TPA (Trade Promotion Authority), que son las facultades especiales que el Legislativo le da al presidente para que pueda negociar tratados comerciales como el Alca (Area de Libre Comercio de las Américas). Por eso la suerte de los andinos está atada a lo que ocurra con el TPA, que en el pasado ha sido motivo de divisiones entre republicanos y demócratas en Estados Unidos.

Ahora en el Congreso de ese país puede pasar cualquier cosa. Es posible que el sentimiento de unidad nacional que ha provocado la guerra permita superar las diferencias de siempre para aprobar más rápido de lo previsto el TPA, y de paso las preferencias arancelarias andinas. Pero también puede ocurrir que el asunto del terrorismo se complique y los temas comerciales pasen definitivamente a un segundo plano. En todo caso los funcionarios de los países interesados están muy atentos para aprovechar a su favor los eventos recientes y así repetir la sorpresiva aprobación del pasado 5 de octubre.