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E S T A D O S    <NOBR>U N I D O S</NOBR>

La sorpresa

La economía estadounidense empieza a dejar atrás la recesión.El despegue comienza antes de lo previsto.

18 de marzo de 2002

El pasado 7 de marzo el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Alan Greenspan, en una intervención ante el Senado de su país, hizo un diagnóstico de la situación económica que superó las previsiones de los más optimistas. “La evidencia reciente sugiere cada vez más que la expansión económica ya está en marcha”, dijo ese día Greenspan, quien suele ser muy cauteloso en sus declaraciones para no generar demasiadas expectativas, pero esta vez no dudó en afirmar que la economía ya paró de caer y empezó nuevamente a crecer.

Con este comentario, el presidente de la Reserva Federal dio por terminada la recesión. Lo hizo después de estudiar la avalancha de estadísticas que se conocieron en los días previos a su declaración. Todas estuvieron por encima de los pronósticos: las ventas de carros, de casas, de artículos de consumo. La producción industrial, después de 16 meses de caída, volvió a crecer. Y el crecimiento del PIB estadounidense en el último trimestre del año pasado, que inicialmente se había calculado en 0,2, se revisó hacia arriba a un 1,4 por ciento.

La noticia sin duda es muy buena, no sólo para los estadounidenses sino para los países que, como Colombia, destinan al país del norte buena parte de sus exportaciones. Además es toda una sorpresa que ha dejado asombrados a empresarios y analistas, quienes esperaban una recuperación en el segundo semestre de 2002 y no antes. En torno a la recuperación se ha generado mucho debate, pues el panorama todavía no está totalmente despejado para la economía estadounidense y hay quienes advierten que aún es muy temprano para cantar victoria.

No obstante, las últimas estadísticas han bastado para mejorar las expectativas sobre el desempeño económico de este año. En enero pasado los expertos consultados por The Economist proyectaban, en promedio, un crecimiento de 0,7 por ciento del PIB estadounidense en 2002. Ahora esperan un 1,7 por ciento, y ya hay quienes hablan de 3 ó 4 por ciento de crecimiento en este primer semestre.

Detras del repunte

Ahora que han fallado los pronósticos, los economistas se han dado a la tarea de encontrar explicaciones para el inesperado dinamismo. Y todo indica que la variable que salvó la patria fue el consumo. Los estadounidenses siguieron gastando generosamente en medio de la recesión pese al impacto sicológico de los atentados terroristas del 11 de septiembre.

Los datos son increíbles. En el último trimestre del año pasado las ventas de carros crecieron 22 por ciento y las de muebles 8,7 por ciento. En enero pasado las ventas de hornos microondas crecieron 19,8 por ciento y las de neveras 16,4 por ciento. Esto ha impulsado industrias tradicionales como la automotriz y la de electrodomésticos. El repunte de estas empresas, que paradójicamente pertenecen a la ‘vieja economía’, ha compensado el desplome espectacular de las compañías de telecomunicaciones, tecnología e Internet, que tanto crecieron cuando estaba de moda la ‘nueva economía’.

Con la caída de las bolsas se evaporó una parte importante de la riqueza de los estadounidenses y lo lógico es que hubieran recortado sus gastos en consecuencia. Por eso nadie esperaba que el consumo de los hogares se mantuviera tan firme como se ha mostrado.

Frente a esta aparente paradoja, Greenspan ofreció una explicación en su intervención del 7 de marzo. Los que poseen acciones son, sobre todo, los estadounidenses de altos ingresos. Son ellos quienes más impulsaron el boom de consumo de fines de la década del 90, y quienes más perdieron plata con el desplome bursátil. Pero la clase media tiene representada ante todo en las viviendas, y éstas siguieron valorizándose. Hay muchos indicios de que fue el consumo de los hogares de ingreso medio, en artículos tradicionales, lo que mantuvo a flote la economía.

También ayudó, claramente, el hecho de que las autoridades económicas hubieran reaccionado con prontitud y sin vacilaciones al deteriorado entorno económico. Los descensos históricos en las tasas de interés propiciados por la Reserva Federal abarataron sustancialmente los créditos para comprar carros y viviendas. De otro lado, el gobierno no dudó en reducir a cero el superávit fiscal con una rebaja de impuestos que alivió el bolsillo de los consumidores.

‘Superempresas’

Otras teorías sobre la recuperación apuntan a razones más estructurales. Con el avance de las tecnologías de la información en la última década las empresas estadounidenses lograron incrementar dramáticamente su productividad. Esto les permitió a muchas de ellas reducir sus costos y preservar una rentabilidad aceptable en los tiempos de vacas flacas.

Precisamente, lo que más diferencia esta recesión en Estados Unidos de las anteriores es el comportamiento de la productividad. Esta se ha incrementado en un 2,7 por ciento desde marzo pasado cuando empezó el bajonazo económico. En las recesiones anteriores, en cambio, la productividad lejos de crecer, había caído. El comportamiento de esta variable en esta ocasión es una razón de fondo para creer que la recuperación reciente no será un espejismo sino que se mantendrá en los próximos meses.

Algo que también ayudó a las empresas estadounidenses a sortear la recesión fue la flexibilidad de sus costos laborales. El uso generalizado de esquemas de compensación flexibles hizo que al caer los ingresos de las empresas, disminuyeran también las primas y bonificaciones a los empleados. Gracias a esto muchas compañías pudieron evitar la quiebra y el consecuente despido de todos los trabajadores.

Esto último es de la mayor importancia social y también económica. Cuando sube el desempleo cae el consumo de los hogares y se profundiza la recesión. Pero esta vez la tasa de desocupación no subió tanto como se esperaba. Llegó a situarse en 5,8 por ciento, que está por debajo de lo que suele observarse históricamente en las recesiones estadounidenses (en 1982 la tasa de desempleo superó el 10 por ciento).

El debate

Aunque la tendencia a hablar de la recesión en tiempo pasado se impone poco a poco, y más aún después del discurso de Greenspan, aún hay quienes advierten que lo peor todavía no ha quedado atrás. De hecho, muchas veces se observa que las recesiones tienen forma de ‘W’. Es decir, caída, recuperación, segunda caída y repunte definitivo.

En artículo reciente Peter Coy, editor económico de Businessweek recuerda que cinco de las siete recesiones que ha tenido Estados Unidos en los últimos 50 años han tenido forma de ‘W’. Por eso la gran pregunta por estos días es si la recuperación económica será duradera o si habrá pronto una recaída.

Una razón para esperar esto último es que las empresas estadounidenses sobreinvirtieron en la bonanza de los 90, y muchas de ellas todavía tienen excesos de capacidad instalada —y de deuda—. De otro lado, la recesión del último año fue muy leve y no implicó un ajuste de la magnitud que se requiere para poner en orden ciertas variables clave. Concretamente, el dólar sigue sobrevaluado y el comercio exterior del país sigue mostrando un déficit muy grande.

Pero también hay razones para creer que la recuperación será duradera. La principal de ellas es el impresionante aumento de la productividad de las empresas estadounidenses, que les da margen para seguir creando riqueza. Por ahora la mayoría de los analistas, con Greenspan a la cabeza, se inclina a pensar que lo peor ya pasó. No hay que olvidar que la economía estadounidense hasta ahora ha desafiado todos los pronósticos pesimistas.