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LA TORMENTA DE SEUL

Por primera vez, los EE.UU. parecen inclinados a reconocer que es necesario un nuevo trato del problema de la deuda

11 de noviembre de 1985

La semana pasada dos tormentas sacudieron a Corea del Sur. La primera fue un tifón tropical que dejó cientos de damnificados en las zonas costeras del país, frente al mar de la China. La segunda tuvo lugar en pleno corazón de Seúl cuando con ocasión de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial (recién abandonado por A.W. Clausen) se lograron algunos avances hacia la solución de los problemas de la deuda del Tercer Mundo.
A lo largo de cinco días, cerca de 10 mil delegados de 149 paises y de medio millar de bancos privados internacionales, se dedicaron a discutir sobre las perspectivas de los paises subdesarrollados, en medio del pesimismo más generalizado de los últimos años.
Al cabo de tres años desde que México abriera oficialmente la temporada de la crisis de la deuda, cuando anunció que no podía cumplir con sus obligaciones, se tiene la impresión de que banqueros, economistas de los paises industrializados y economistas del Tercer Mundo, han llegado a una misma conclusión: las cosas no se arreglan si siguen como van. Esa idea, que desde un comienzo se mantuvo en el área latinoamericana, llegó por fin a los adustos salones de Wall Street y a los centros de poder de Washington, Londres o Paris. Al cabo de tres años de insistencia en que las famosas politicas de ajuste sólo conducen a un mayor empobrecimiento de los paises deudores sin que el problema de la deuda se empiece a resolver, la reunión de Seúl fue importante porque indicó que los banqueros están dispuestos a ceder sobre sus duras posiciones de hace algunos meses.
Tristemente, ese acuerdo no produjo mayor euforia. Según lo visto, aunque hubo unanimidad en el punto de que hay que hacer algo, existió profundo desacuerdo sobre cómo y que hacer.
La voz cantante de los paises industrializados la llevó James Baker, secretario del Tesoro norteamericano, cuando el martes pasado presentó un "Programa para el crecimiento sostenido" que fue rebautizado con el nombre de Plan Baker. En éste, el funcionario delineó una estrategia que, segun él, debe ser la base de solución para la dura situación que afrontan los paises pobres. Básicamente, el plan sugiere un incremento de 20 mil millones de dólares en los préstamos de los bancos comerciales a los deudores más grandes complementado con un aumento de 9 mil millones de dólares en los préstamos que hagan el Banco Mundial y otras entidades multilaterales a esos paises. Si esto sucede, Baker insiste en que se fijarán las condiciones para un nuevo período de crecimiento en los paises en desarrollo, con lo cual éstos generarán los recursos para pagar la deuda.
Como contraprestación, Baker insistió en que el Tercer Mundo debe adoptar políticas orientadas hacia una economía de mercado para crear "sistemas más flexibles y productivos". Esas iniciativas incluirian "reformas a los impuestos, precios de mercado, la reducción de las rigideces en el mercado del trabajo y la apertura de las economias al comercio exterior y la inversión extranjera", según las palabras del oficial norteamericano.
Pese a lo revolucionario que pudiera parecer--considerando la opinión tradicional de los paises ricos sobre el problema--el Plan Baker tuvo escasa acogida en Seúl. Por una parte, las naciones del sur alegaron que la solución constituia un paño de agua tibia y no resolvia los problemas de fondo. Por otro, los demás paises industrializados protestaron porque la propuesta fue considerada como muy revolucionaria. Tan es asi, que la noche anterior al discurso, Baker se reunió con los ministros de Economia de los paises del bloque norte y fue obligado a disminuir sus peticiones; entre ellas, mayor participación del Banco Mundial como avalista de los créditos ante los bancos comerciales y mayores recursos para esta entidad y el FMI.
Con todo, al final de la semana, algunos banqueros le estaban reconociendo algún valor al Plan Baker.
Después del escepticismo inicial, se aceptó el cambio de postura de los Estados Unidos, como precedente de una nueva época. Ahora, el problema es saber si el Secretario del Tesoro podrá sacar adelante su iniciativa con el escaso dinero que pueda obtener.
Según parece, habrá demoras y trabas para que el Banco Mundial reciba una inyección de capital y los banqueros internacionales, aunque dicen en público que pueden prestar más, ninguno se atreve a dar el primer paso.
Lo único que quedó definitivamente claro en Seúl fue que habrá que seguir tratando el tema para lograr cualquier avance. Los estudios del Banco Mundial y del FMI sobre la economía del planeta indican que no hay solución posible si no se presenta un cambio dramático. Algunos expertos citaron a la Unctad la cual en una proyección sobre la economia mundial advirtió que si nada cambia "el resultado de este escenario es una tasa anual de crecimiento promedio del 3.25% en paises en desarrollo, con lo cual el ingreso per cápita actual no podría aumentar, al tiempo que se produciría una salida neta de capital hacia los (paises) prestamistas". En opinión de los expertos de la Unctad, sólo una tasa de crecimiento promedio del 7% anual permitiría el pago paulatino de la deuda y mejores condiciones de vida que las actuales.
Sin embargo, es casi utópico esperar que los pauses Industrializados varien sustancialmente su posición actual. En Seúl se notó tendencia hacia el cambio, pero impuesto al ritmo de la Casa Blanca. Los intentos de "independencia" fueron derrotados a la hora de las deliberaciones y el Perú recibió una fuerte advertencia con clarás amenazas si no se comporta dentro de las "reglas del juego". Las perspectivas son tan dificiles que el Presidente del Banco Central de Venezuela resumió todo lo que se discutió con una diplomática frase: "éste es un esquema de complejidad sin precedentes, el cual necesita un desarrollo más detallado". --