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A D M I N I S T R A C I O N

Los filósofos gerentes

Profesionales que saben menos de administración y economía, pero cultos y creativos, están convirtiéndose en los mejores aliados de las grandes empresas.

27 de noviembre de 2000

No reniegan del saco y la corbata pero, si pudieran elegir, la mayoría optaría por ser más informales. La flexibilidad que desearían en su vestimenta es la misma que ponen en práctica dentro de las compañías para las que trabajan. Aunque con las diferencias propias de personalidad, o de las carreras que estudiaron, tienen en común estar trabajando en una firma de consultoría gerencial. No poseen una Maestría en Administración de Negocios (el famoso MBA), ni ningún título universitario relacionado con la economía o las finanzas. Tan sólo son personas con un alto grado de creatividad y una inmensa capacidad de raciocinio. Son filósofos, historiadores, matemáticos, físicos, antropólogos o sociólogos que aceptaron el desafío de asesorar a las más grandes compañías del mundo.

Su trabajo tiene que ver, no obstante, muy poco con lo que estudiaron. Después de haber leído las obras de Platón, Aristóteles, Kant o Marx hoy se dedican a desarrollar estrategias para el mundo empresarial. Por eso no resulta raro ver a un filósofo ayudar a una compañía a desarrollar una nueva línea de productos. O encontrar a un matemático asesorando a una empresa de Internet en su estrategia de promoción de su sitio.

Las más grandes firmas de consultoría del mundo ?McKinsey, Boston Consulting Group, Booz Allen? están contratando como nunca antes este tipo de profesionales. De acuerdo con el diario The New York Times, más de la mitad de los consultores reclutados en los últimos meses pertenecen a esta categoría de ejecutivos que no tienen un entrenamiento formal en administración de empresas. El periódico neoyorquino afirma que, según estudios hechos por las propias firmas, el desempeño que logran este tipo de profesionales no tiene nada que envidiarle al que consiguen los propios MBAs. Incluso los clientes del Boston Consulting Group en Londres, dijeron en una evaluación que eran mejores los servicios de consultores que no habían estudiado economía o administración que de quienes sí tenían estas especialidades.

Las razones de este desempeño son las capacidades analíticas y emocionales de estas personas con educación más universal: creatividad, iniciativa, análisis y adaptabilidad. ?Las últimas contrataciones a nivel mundial empiezan a dejar de lado la formación académica en un campo específico para dar paso a la priorización de aptitudes y, cómo no, a la inteligencia emocional?, asegura Jaime Maldonado Fischer, socio para Colombia de Booz Allen and Hamilton. Además, ?la ausencia de prejuicios y estereotipos que caracteriza a la nueva ?raza? de consultores facilita enormemente la elaboración de ideas creativas?, asegura la revista de la escuela de negocios de Harvard, The Harvard Business Review.

Así, las firmas de consultoría de todo el mundo comienzan a descubrir que no es suficiente contar con especialistas; que no basta con tener un ingeniero excelente en su campo pero analfabeto en cualquier otro. ?¿De qué sirve un máster en economía a quien la universidad en donde estudió no le inculcó la aptitud para el cambio y se niega a recomendar una reorientación de la línea de producción? ¿De qué sirve un excelente administrador pero pésimo analista??, asegura Graciela Amaya, directora de currículo y acreditación de la Universidad de la Sabana.

Esto ha hecho que las mejores universidades del mundo comiencen a centrar sus programas de maestría y doctorado en cursos de ?estudios generales?. En ese nivel al economista y al administrador de negocios ya no se le enseña finanzas, teoría administrativa o contabilidad de costos. Lo que aprende es razonamiento lógico, relaciones internacionales, toma de decisiones, sistemas políticos, filosofía, pensamiento crítico. En estos tiempos universales ya no parece tan necesario que los grandes asesores y gerentes de las empresas sean los especialistas sino hombres y mujeres ?globalistas? a los que les quepa el mundo en la cabeza.