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MARTES NEGRO

Ante la indiferencia del país, tres personas, entre ellas<BR>dos niños, mueren en disturbios en Buenaventura

22 de agosto de 1983

El martes pasado, al cumplirse los 13 días de huelga en Colpuertos, y como para confirmar el sino trágico de ese número, en Buenaventura 3 personas murieron durante una manifestación. Eran los primeros muertos por problemas sindicales en lo que va corrido del gobierno del Presidente Betancur.
El 18 de julio, mientras el país se preparaba para celebrar su máxima fiesta patria, en Buenaventura se desarrollaba una manifestación cívica de apoyo a los huelguistas. Aparte de los trabajadores, muchas mujeres y niños tomaban parte. Según los dirigentes sindicales, la situación era totalmente pacífica hasta que el Ejército bloqueó la manifestación e intentó dispersarla por la fuerza; según fuentes oficiales elementos extraños a la localidad habrían empezado la provocación intentando quemar vehículos. El hecho cierto fue que hacia las tres de la tarde, los manifestantes empezaron a huir de los gases lacrimógenos arrojados por el Ejército. Disparos al aire hechos por los soldados causaron una estampida de pánico en la multitud de cerca de 5.000 personas que se hallaban congregadas. Un grupo intentó refugiarse en la Catedral pero, según relato de testigos al corresponsal de SEMANA, el Obispo Heriberto Gil Yépez ordenó que se cerraran las puertas. Otro grupo se reorganizó y se armó de piedras para enfrentar a la tropa. Fue en ese momento cuando cayó alcanzado por las balas Miguel Jerónimo Sánchez, un negro corpulento que desde hacía 23 años trabajaba como estibador en los muelles de Buenaventura. Tras su muerte, se desató una verdadera batalla campal. A los pocos minutos, caía muerto un muchacho de 17 años, Mario Grimaldo Rivera, que venía de matricularse en el Colegio Pascual de Andagoya, y que estaba involuntariamente atrapado en medio del enfrentamiento.
El tercer muerto que aparece registrado en la prensa, Fabio García era en realidad un niño de 12 años, hijo de uno de los huelguistas. Según averiguó SEMANA en la localidad, el menor desapareció del lugar de los hechos después de caer herido, y aunque muchos testigos decían haberlo visto muerto, la familia aún lo está buscando pues no ha recibido notificación oficial de su muerte y el cadaver no le ha sido entregado.
Cuando la multitud quedó definitivamente dispersa, se pudo contar un saldo de 25 heridos, entre ellos varias mujeres. El toque de queda se impuso a las 9 de la noche y la ciudad, altamente militarizada, quedó en silencio. A las 4 de la madrugada, el Ejército allanó la sede del sindicato, y detuvo 120 personas que se encontraban dentro. Según denuncias de los dirigentes sindicales, la tropa actuó violentamente, destruyendo las instalaciones y golpeando a las familias que se habían quedado allí ante el toque de queda. En particular una muchacha quedó seriamente herida en un ojo. Según la versión de las autoridades militares, el allanamiento habría sido una medida indispensable ante la presencia en la sede del sindicato de agitadores venidos de fuera, cuya presencia habría quedado comprobada por una serie de "cocteles molotov" y de propaganda subversiva encontrados en el tercer piso del edificio.
Entre la gente detenida en el allanamiento se hallaban 6 socorristas de la Cruz Roja, que se dedicaban a cuidar de los heridos que se habían refugiado allí dentro. Ante la detención de los socorristas, todos los demás miembros de la Cruz Roja de Buenaventura amenazaron con renunciar, en señal de protesta. Al otro día fueron dejados en libertad. En cuanto a los antecedentes de los hechos violentos, circulaban versiones sobre la infiltración de elementos del M-19 en la huelga. Un volante de esta organización, firmado por sus cuatro máximos dirigentes, llamaba a los portuarios a alzarse en armas contra el gobierno "fascista" de Betancur, pero el tono burdo en que estaba escrito hacía pensar que se trataría de una publicación apócrifa.
Lo más sorprendente del episodio fue la apatía con que la muerte de tres personas, entre ellas dos niños ajenos al conflicto, fue registrada por el país. En general, la prensa no pasó de hacer un recuento burocrático del hecho, e inclusive un editorial de El Tiempo lo asumió en términos de "desenlace que parecía inevitable".
Al día siguiente de los acontecimientos, el Presidente Betancur se dirigía a todos los colombianos por la televisión, llamando a la sensatez y ordenando investigación por parte de la Procuraduría, pero manteniendo el tono severo frente a lo que consideró "demandas inaceptables" por parte de los portuarios. La tragedia de las tres muertes era, según sus palabras, parte del "precio que hay que pagar por estar en el gobierno".