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MAS QUE UNA RENUNCIA

Algo más que un relevo burocrático tras la renuncia de Francisco Ortega del Banco de la República

26 de marzo de 1984

Para la mayoría del país es un personaje totalmente desconocido. Sin embargo en altos círculos políticos y económicos la renuncia del subgerente técnico del Banco de la República, Francisco Ortega, se ha convertido en fuente de gran controversia e inquietud. Ortega, un economista de 45 años, ha venido desempeñando desde hace más de 10 años un papel de continuidad y equilibrio en las decisiones de política económica.
En medio de las rotaciones y vicisitudes tradicionales de la política, su presencia constituía una garantía de estabilidad en el manejo de la política económica.
El anuncio de su retiro del Banco es considerado por observadores políticos como un evento de mucha más trascendencia que el simple relevo de un subgerente. Tanto el periodista Daniel Samper como los columnistas Alfonso Palacios Rudas y Abdón Espinosa se ocuparon del tema. Según Samper "En los medios financieros la renuncia de Ortega se interpreta coma un efecto más de la política del gobierno, poco aferrada a las rigurosas normas de la estabilidad monetaria".
Por su parte Palacios Rudas, en su columna del Cofrade, anotó que sospechaba que Ortega "no había comulgado con la forma caótica, desordenada, oportunista, como el Estado viene ejerciendo sus poderes de dirección del dinero y el crédito". Términos no menos suaves fueron utilizados por el exministro de Hacienda Abdón Espinosa Valderrama quien señaló: "Infortunadamente hemos tenido asistiendo al ensayo de la estrategia de tabla rasa y de estabilización técnica del Instituto (refiriéndose al Banco de la República) de donde han salido 8 subgerentes prematuramente jubilados, al propio liempo que se pierde síntomas inquietantes del funcionamiento de la Junta Monetaria".
Todos estos comentarios dejan de ser rutinarios en un gobierno que se había caracterizado por la ausencia de oposición. No obstante la terminología técnica en que están envueltos, el alcance político de estas críticas es enorme. Palabras más, palabras menos, lo que significaban era que lo que se consideraba hasta ahora un populismo formal del gobierno, alimentado de simbolismos, se estaba convirtiendo en un populismo real basado en actos de gobierno. En opinión de los críticos, que desafían la tradición de estabilidad monetaria en el país y el respeto a ciertos fueros de carácter, esta evolución estaba ocasionando cambios de actitudes frente a elementos tradicionales del país como la estabilidad en el manejo de la política monetaria y el respeto de ciertos fueros de carácter técnico que se habían considerado una conquista y una garantía de equilibrio poco común en el continente. A ello se le atribuía en gran parte el hecho de que los problemás económicos del país nunca habían sido de la dimensión de la de los vecinos.
Esto ha llevado a que lo que podría considerarse como la renuncia de un burócrata anónimo se haya interpretado como una medición de fuerzas entre dos estilos de gobierno. El enfrentamiento entre técnicos y políticos ha sido un elemento permanente de la política colombiana en los últimos años. La novedad, según los observadores del caso Ortega, es que en la actualidad se está registrando una tendencia a tratar de diluír este enfrentamiento disfrazando de decisiones técnicas, decisiones de origen político. Una alta fuente consultada por SEMANA manifestó: "Muchas veces los gobiernos por razones políticas se habían abstenido de tener en cuenta las recomendaciones técnicas pero no se había hecho un intento de manipulación para que pareciera armonioso".
Los defensores de Ortega consideran que se está presentando un proceso de desinstitunalización en el país como consecuencia de la prioridad que el gobierno le adjudica a objetivos sociales tangibles e inmediatos, haciendo caso omiso de las implicaciones de todo orden, que una política de esta naturaleza tiene a mediano plazo como consecuencia del relajamiento del control de la política monetaria.
A esto se agrega que se ha venido configurando una situación anómala en materia presupuestal. En el pasado la disponibilidad de recursos del gobierno tenía como límites el presupuesto nacional aprobado por el Congreso. El presupuesto monetario, es decir el de emisión, se utilizaba como herramienta de regulación econó mica inspirada en objetivos de politica antiinflacionaria y de producción. En la actualidad se está protocolizando una situación por medio de la cual el presupuesto monetario está pasando a ser simplemente una fuente adicional de recursos, con la particularidad de que, a diferencia del presupuesto ordinario sobre el cual ejerce una vigilancia el Parlamento, este último no tiene mecanismos de control independientes del propio gobierno.
En todo esto se han venido presentando en forma sutil algunos cambios estructurales en el equilibrio de fuerzas que había regido en el pasado entre el Presidente de la República y los organismos responsables de la polílica económica. El nuevo enfoque que el gobierno le está dando a su política social esta produciendo un corto circuito entre el Banco de la República y el ministerio de Hacienda. Esto se manifestó inicialmente con la renuncia de los asesores de la Junta Monetaria originada en la polémica sobre la financiación del Instituto de Crédito Territorial, que fue aceptada por el gerente del Banco y no considerada por la propia Junta Monetaria.
Una incongruencia parecida está ocurriendo con la renuncia de Ortega, la cual, fue aceptada por el gerente del Banco Hugo Palacios pero no aún por la Junta del Banco, que es de quien depende el nombramiento directamente. Por el contrario sus miembros han nombrado una Comisión para buscar una solución al impasse. De lo que sí no hay ninguna duda es que lo que está en juego es mucho más que la carrera profesional de Francisco Ortega. -