Home

Economía

Artículo

| Foto: AP

NEGOCIOS

Microsoft busca reinventarse

El símbolo más importante de la industria de la computación personal busca un nuevo jefe capaz de cambiar la historia de la compañía.

2 de noviembre de 2013

En algún momento de los próximos cuatro meses se conocerá oficialmente el nombre del futuro CEO de Microsoft, quien sucederá a Steve Ballmer en la conducción de la tercera empresa más valiosa del mundo. Valorada en 292.000 millones de dólares, con ingresos anuales de 80.000 millones de dólares y 96.000 empleados en 190 países, dirigir esta compañía es un puesto apetecido por cualquier ejecutivo. 

Pero no es un cargo fácil: el elegido tendrá que vérselas en un escenario complicado, con rivales que le han propinado golpes mortales a Microsoft –especialmente Google y Apple– y en una era en la que el computador personal, la base del imperio que fundara Bill Gates, ya no es el centro de la vida tecnológica de los humanos.

Desde que la empresa fue creada hace 38 años, Microsoft no ha parado de crecer, hasta convertirse en icono del capitalismo mundial y en su producto más emblemático, el popular sistema operativo Windows está instalado en el 92 por ciento de los computadores del planeta. 

El joven flacuchento que la fundó en 1975 llegó a convertirse en el hombre más rico del mundo gracias a la genial idea de cobrar una licencia por cada computador en el que se instalara el sistema operativo, y su sueño loco de lograr que algún día hubiese un computador con Windows en cada hogar ha sido prácticamente alcanzado. 

Año tras año, Microsoft se acostumbró a simplemente planificar las crecientes ventas de licencias de Windows y de Office, el también muy popular paquete de programas de productividad con el que domina el 95 por ciento del mercado de ‘ofimática’.

Pero las cosas empezaron a cambiar sin que Microsoft se enterara. El año pasado se vendieron 350 millones de PC y 2.900 millones de dispositivos móviles (entre tabletas y teléfonos) y en ese nuevo mundo emergente de los dispositivos móviles, dominado en primer lugar por Android (el sistema operativo creado por Google) y seguido por iOS (presente en los teléfonos iPhone de Apple), el sistema operativo móvil de Microsoft, el Windows Phone, apenas roza el 4,5 por ciento del mercado mundial. 

Gates, ya retirado de la operación de su empresa, reconoció hace poco, durante una conferencia en la Universidad de Harvard, el grave error cometido cuando desestimaron el crecimiento que alcanzarían los dispositivos móviles y perdieron la oportunidad de hacerse un lugar en esa industria.

Por errores estratégicos de esa clase, gigantes que parecían indestructibles cayeron alguna vez en las peores crisis, como IBM, Kodak, Motorola o Nokia. En las acaloradas discusiones del mundo de los negocios y la tecnología, hay quienes vaticinan el final de Microsoft ante la eventual imposibilidad de ponerse al día frente a sus rivales y todos se preguntas cómo una compañía exitosa, que por tres décadas dominó a placer en los mercados informáticos, pudo dormirse en los laureles. 

El acusado
Cuando Bill Gates decidió retirarse para dedicar su vida a la filantropía, dejó a su viejo socio y amigo Steve Ballmer a cargo de la empresa. Los 13 años de Ballmer como presidente ejecutivo han coincidido con los cambios más importantes en el negocio digital y todas las miradas apuntan a él cuando se busca una explicación al panorama complicado que afronta la compañía. 

Hace dos meses anunció su retiro para atender asuntos personales, pero los rumores de que en realidad fue despedido crecen. Los críticos señalan a Ballmer como el hombre que se perdió todas las grandes innovaciones tecnológicas que marcaron la última década y que permitieron a Google, Apple y Facebook convertirse en gigantes: las redes sociales, la telefonía móvil, las tabletas, las búsquedas y la computación en la nube; a todas ellas Microsoft llegó con años de rezago frente a sus audaces competidores. 

Para David Pogue, analista de tecnología de The New York Times, Ballmer está aferrado al pasado glorioso de Microsoft en el mundo PC y su incapacidad para comprender los nuevos rumbos de la industria lo imposibilita para continuar en el cargo. “Microsoft se ha congelado en el tiempo desde que el señor Ballmer tomó el timón hace 13 años. Todavía está recaudando dinero de sus tres grandes fuentes de efectivo: Office, Windows y Xbox”, escribió.

La empresa se enfrenta ahora al serio problema de encontrar un nuevo presidente ejecutivo que sea capaz de hacer triunfar a la compañía en el nuevo mundo de los dispositivos móviles y la computación en la nube. 

Hay varios candidatos con los que la junta directiva conversó formalmente y sus perfiles se dividen entre quienes tienen formación y experiencia en tecnología y los que son buenos reestructurando empresas y haciéndolas eficientes. Entre los candidatos que más suenan hay que mencionar al presidente de Ford, Alan Mulally, al vicepresidente de Oracle, Mark Hurd, y al presidente de Nokia y antiguo empleado de Microsoft, Stephen Ellop. Todos son mayores de 50 años y ninguno pertenece a las nuevas generaciones de ejecutivos nacidos en la era digital.

El muerto goza de cabal salud
Al interior de Microsoft, por supuesto, prefieren ver el vaso medio lleno. Voceros de la empresa sostienen que Ballmer ha hecho posible logros importantes, como el impresionante incremento de la facturación. 

Todos reconocen que Steve Ballmer es un vendedor fuera de serie que ratifica con números su prestigio. Pero si de visión se trata, y no solo de ventas, fue Ballmer quien estuvo al frente de la reciente reorganización de la compañía y del cambio de estrategia que se introdujo tres años atrás, cuando se abandonó la visión del fundador, de una empresa orientada al desarrollo de software para computadores, y se estableció el nuevo rumbo actual, hacia una compañía de hardware y servicios.

La supuesta crisis de Microsoft, por el momento, es tan solo un problema imaginario, si se revisan sus números. En el último trimestre obtuvo beneficios por 5.000 millones de dólares, frente a los 3.200 millones obtenidos por Google. 

Y aunque al interior de la empresa se admite que han llegado tarde a varias tendencias, hacen notar que cuando llegan lo hacen bien. Pocos creían que Microsoft tendría éxito en la industria de las consolas de videojuegos, cuando decidió incursionar allí para hacerle frente a la poderosa Play Station de Sony. Superando con paciencia los fracasos iniciales, Microsoft logró convertir su Xbox en un hit que domina hoy –con el 65 por ciento– el mercado en los Estados Unidos.

Microsoft venció una tras otra todas las amenazas que le hicieron pasar malos ratos, como el ascenso de Linux y el software libre en la década pasada. No faltaron quienes vaticinaban el fin de Windows ante la llegada del sistema operativo gratuito, pero a la larga el mundo prefirió continuar pagando por las licencias y Linux no alcanza hoy ni el 2 por ciento de la cuota de mercado.

¿Cómo logra Microsoft sobrevivir y mantenerse? La clave parece estar en su capacidad para combinar el mercado corporativo con el de consumo, justo lo que les hace falta a sus rivales. Ni Facebook, ni Apple ni Google logran cautivar a quienes toman las decisiones tecnológicas en las empresas. 

Las tabletas, por ejemplo, han sido acogidas con febril entusiasmo por las nuevas generaciones adictas a Android y al iOS de Apple, pero las empresas necesitan tabletas con un sistema operativo que sea compatible con las aplicaciones de negocios y que ofrezcan niveles de seguridad informática profesionales, y por ahora las únicas con esas características son las que llevan el sistema operativo Windows 8. El fin del computador personal, dígase lo que se diga, parece todavía lejano, porque los grandes negocios que mueven la economía dependen de operaciones en computadores de escritorio.

Así que el futuro CEO de Microsoft tiene como arma una gloriosa historia de negocios que deberá hacer que cuente a la hora de competir. No será como dirigir al club de fútbol Barcelona, que todo lo gana, sino más bien como dirigir al Real Madrid, un gigante en apuros y con la urgente necesidad de regresar a la victoria.