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MUERTE EN EL CIRCO

Estupor en el país por el ataque de un tigre a una niña de tres años y por la muerte de un pordiosero por trompazo de un elefante

17 de diciembre de 1984

Cuando el circo mexicano Rolex llegó a Bogotá a fines de octubre, encontró más dificultades que nunca para obtener el permiso necesario para funcionar en un inmenso lote de la carrera 30 con avenida 19. Papeleos, firmas, sellos, diligencias y peticiones en distintas oficinas del Distrito se fueron sucediendo a manera de obstáculos aparentemente insalvables, como si se tratara de un presagio.
Un presagio al cual hubiera sido mejor hacerle caso. En efecto, hacia las siete y cuarto de la noche del jueves 8, durante la primera semana de presentaciones, en el momento en el cual el número de los tigres de Bengala abría la segunda parte de la función, Cachaco, uno de los animales --bautizado así porque dos años atrás había nacido en Bogotá al igual que su compañero de espectáculo Rolo-- se lanzó contra Laura Vanessa Viera Abadía, una niña de apenas tres años, que se encontraba sentada en la primera fila, a unos dos metros de la pista. Ella estaba terminando un perro caliente que su padre Manuel Viera le había comprado durante el intermedio. Al producirse el ataque, Laura bajó la cabeza hacia su estómago y el tigre la mordió sobre la oreja derecha.
A los pocos segundos, todo era caos bajo la carpa del Rolex. El padre de la niña había logrado salvarla de las garras del animal después de luchar contra él utilizando una de las sillas metálicas plegables que se encontraban a su lado.
"Realmente el domador no alcanzó a reaccionar" --cuenta Lautaro Millán, director artístico quien esa noche hacia las veces de presentador en reemplazo del titular quien se encontraba enfermo. "Todo sucedió en pocos segundos y fue el padre de la niña quien logró salvarla". ¿Salvarla? El animal logró morderla y enterrarle sus colmillos en el cráneo, causándole graves heridas (ver recuadro). "Pero la función en el circo siempre debe continuar y continuamos", termina diciendo Millán.
Y la función no sólo continuó aunque abandonaron la carpa unas 200 personas, sino que no fue la última. Después de las nueve de la noche, un nuevo grupo de espectadores tomó asiento en la platea para la segunda presentación de la noche. Sólo al día siguiente las autoridades intervinieron y retiraron el permiso de funcionamiento al circo. No era para menos el número de los tigres estaba siendo presentado sin que una reja o malla de protección asegurara que los animales no iban a abandonar la pista y lanzarse contra el público. Además, se permitía la venta de perros calientes y otros alimentos y bebidas, que los asistentes, en su mayoría niños, comían a escasos metros de los animales que saltaban a la pista.
Como se sabe, los tigres "amaestrados" actúan bajo las leyes del conductismo y sólo después de haber realizado una correcta presentación ante el público, reciben como premio el alimento. No se puede entonces culpar a Cachaco de haberse sentido atraido por lo que la niña tenía en sus manos, un pedazo de pan cortado, según el relato del padre de la víctima quien asegura que a su hija nunca le ha gustado la salchicha del perro caliente. Aunque al parecer un ataque como éste no tiene antecedentes en la historia de los circos, para la opinión pública resultaba increíble que los tigres estuvieran actuando en tal condición de libertad.
El cierre del circo afectó a unas 180 personas, algunas de las cuales viven y viajan con el circo desde hace más de 25 años por toda Latinoamérica. Las tradicionalmente difíciles condiciones de vida de quienes participan en el mal llamado "maravilloso mundo del circo" se vieron agravadas por la suspensión de las presentaciones, que significa para el Rolex una pérdida diaria de alrededor de 200 mil pesos. La sola alimentación de las 32 fieras cuesta entre 90 mil y 100 mil pesos diarios. El resto debe invertirse en los gastos de transporte, planta eléctrica, mantenimiento del equipo y pago de los artistas, quienes sólo reciben dinero cuando actuan.
Pero la maldición del Rolex no terminó con el ataque del tigre ese jueves, ni con el cierre ordenado 24 horas después, ni siquiera con la demanda que por lesiones personales preséntó la familia de la niña gravemente herida. El martes siguiente, hacia el mediodía, José Miguel Zarate, un pordiosero que deseaba hacerse a algunas cerdas de la cola de uno de los elefantes, porque al parecer había leído en los periódicos que alguien las compraba a $500 cada una para ofrecerlas como amuleto, recibió del paquidermo un trompazo que lo desnucó y le causó la muerte.
Nadie se atrevió esta vez a culpar al circo. Pero mucha gente sí se preguntó como era posible que el potrero donde pastan los animales del Rolex no estuviera debidamente cerrado y no contara con vigilancia alguna por parte de las autoridades, en especial después de lo sucedido cinco días antes dentro de la carpa.
Al final de la semana pasada, el circo continuaba cerrado. Además, había recibido comunicaciones de otras ciudades del país donde planeaba presentarse y en las cuales las autoridades le decían que no permitirían su instalación ni sus funciones, debido a lo sucedido en Bogotá. De nada servían ya estas medidas. Aparte de que el circo tendrá que irse de Colombia antes de lo planeado, este horroroso incidente hace imprescindible que en un futuro, en vez de complicar los papeleos para permitir la ocupación de un lote por parte de un circo, las autoridades decidan efectuar una inspección al espectáculo, con el fin de determinar si llena los más mínimos requisitos de seguridad. Mientras tanto, Laura Vanessa espera, en estado de coma barbitúrico, que un milagro pueda salvarla y su atacante, Cachaco, aguarda en una jaula un futuro cuyas perspectivas no son para nada halagueñas: ¿tendrá el circo con qué darle de comer?
Aunque al final de la semana el distrito había permitido la reapertura del circo, el temor de los espectadores hacía prever muy bajas taquillas.--
Dictamen médico
Según las consultas realizadas por SEMANA con el neurocirujano Tito Arcadio Perilla, quien atiende a la niña atacada por el tigre, las heridas son las siguientes: una en la región fronto-parieto-temporal sobre la oreja derecha, que comprometió piel, tejido subcutáneo, hueso neninge y tejido cerebral (1); una segunda herida en la región occipital baja que alcanzó a fracturar el hueso en la union cráneo-cervical (2); una tercera, a manera de rasguño, bajo el ojo derecho (3). Las dos primeras tienen unos 3 centímetros de profundidad. Se encuentra gravemente afectado el hemisferio derecho del cerebro, así como la fosa posterior en el tronco cerebral. Ni el circo, ni las autoridades del Distrito han ofrecido colaboración alguna para el pago del costoso tratamiento al que ha sido sometida la menor, incluyendo dos intervenciones quirúrgicas.--