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El presidente Barack Obama y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, presentaron la reforma. El presidente de la FED, Ben Bernanke, sostiene en sus manos un ejemplar del proyecto

FINANZAS

Nuevas reglas para Wall Street

Barack Obama se la juega con una reforma financiera considerada la más drástica desde la crisis de 1929. Algunos temen que sea excesiva, pero otros aún la ven muy tibia.

21 de junio de 2009

La actual crisis de la economía mundial se originó en el sistema financiero estadounidense y, como dicen los expertos, por allí deben comenzar las soluciones. Hace 80 años, cuando se desató la Gran Depresión, el Congreso norteamericano aprobó una gran transformación en las reglas del juego financiero, algo que fue fundamental para superar esa debacle.

Ahora, el presidente Barack Obama acaba de presentarle al Congreso una reforma financiera que busca endurecer la supervisión de las firmas y ponerle punto final a la excesiva toma de riesgos que provocó la recesión mundial. Obama decidió bautizar la reforma como "una nueva fundación" del sistema financiero estadounidense.

Aunque suene pretencioso, este nombre tiene una justificación: la propuesta busca ponerles coto a las formas que muchos estadounidenses utilizaron para volverse ricos o millonarios en los últimos 20 años y que llevaron al país a la peor depresión desde 1929; no es simplemente un ajuste a los bancos, sino una reforma cultural respecto de cómo se hace dinero en ese país.

El propio Obama lo planteó así al decir que "una cultura de irresponsabilidad" se enraizó no sólo en Wall Street, sino también entre las autoridades y hasta en el ciudadano del común. De esta manera explicaba que la crisis tuvo como origen, no en un error o un descuido de algunos actores del mercado, sino una manera de actuar y de vivir: desde el alto directivo que permitió la excesiva creatividad con complejos mecanismos de derivados altamente riesgosos, hasta los inversionistas que decidieron apostar por ellos.

El proyecto confiere, como primera medida, poderes adicionales a la Reserva Federal (banco central estadounidense) para supervisar e intervenir cualquier entidad que pueda representar un riesgo para el sistema. Además se crea una Agencia de Protección al Consumidor, que tramitará y resolverá todos los conflictos generados por prácticas abusivas en tarjetas de crédito, hipotecas y otras clases de préstamos.

De otra parte, crea el Consejo de Reguladores que hará las veces de órgano asesor y alertará a las autoridades sobre riesgos del sistema. Se centraliza la supervisión de las medianas y pequeñas entidades en el nuevo Supervisor Bancario Nacional.

La propuesta no se queda en nueva burocracia. Adicionalmente se busca que las entidades fortalezcan la base de capital y el nivel de provisiones, lo que implica, simplemente, menores niveles de utilidad en cada ejercicio.

Los fondos de derivados (donde se originó buena parte de la crisis de los créditos subprime) deberán registrarse ante la Security and Exchange Commission (SEC) para ser vigilados de cerca.

Habrá nuevas reglas del juego para las agencias calificadoras y se les pondría una supervisión más dura a las bonificaciones astronómicas que solían pagar, aun en medio de la crisis, en Wall Street.

El asunto exige de una precisión de cirujano o equilibrista. Ya en Wall Street muchos pusieron el grito en el cielo, pues consideran excesiva la decisión respecto de las utilidades y los salarios. Otros creen que esta es una regulación para una crisis que ya pasó y que no servirá para la próxima. Raghuram Rajan, profesor de finanzas de la escuela de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago, le dijo al diario Wall Street Journal, que "el próximo problema no serán los valores respaldados por hipotecas".

Mientras que unos creen que las normas se exceden, otros piensan que el ajuste se quedó a mitad de camino; por ejemplo, las medidas para desestimular excesos con los derivados financieros son menos drásticas que las que han planteado en Europa.

El Congreso tiene la última palabra, y el debate será largo y tortuoso. Obama está apuntando a cambiar la mentalidad norteamericana en temas financieros. Quiere que los nuevos héroes del sector no sean aquellos magos que convertían unos cuantos dólares en millones y millones, aun a riesgo de quebrar al país; para él lo importante es generar riqueza en un marco más ético y restrictivo que antes. Es un asunto de valores.