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Una madrugada de terror deja 19 muertos en el bajo mundo caleño y plantea grandes inquietudes sobre las bandas de "justicieros".

14 de julio de 1986


Qué tienen en común un empleado del Seguro Social, dos hermanos zapateros, un travesti, una madre de familia, un borracho dormido, un expendedor de bazuco y un señor que asistía a un funeral? En principio nada, salvo que todos ellos hacen parte de la lista de 19 personas que fueron salvajemente asesinadas en la madrugada del sábado 7, en Cali.

La aparición del cadáver de un vendedor de droga o de un travesti o de alguien que de alguna manera esté vinculado a los bajos fondos de la capital del Valle, se ha convertido en un hecho rutinario en esa ciudad. Sucede casi a diario y ya no sorprende a nadie. Pero que de un sólo golpe se produzcan 19 asesinatos durante una madrugada y que muchos de esos crímenes no tengan explicación alguna eso sí se sale de la normalidad impuesta por las llamadas "campañas de limpieza" a las que los caleños ya están acostumbrados.

El fenómeno de los "ajusticiamientos" comenzó a registrarse en Cali hace más o menos unos tres años. Por esos días, apareció muerto en una calle céntrica un jíbaro (expendedor de droga). Había sido asesinado por una organización que se hacía llamar "La mano negra", que a partir de entonces cobraría una víctima cada dos o tres meses. "La mano negra" fue la primera organización de este tipo, pero no la única. Luego vendría "Kankil" y más tarde "El justiciero", dedicado a asesinar homosexuales, e inolvidable para los cronistas y reporteros caleños que muchas veces recibieron llamadas telefónicas en las cuales "El justiciero" anunciaba su próximo crimen. De ahí en adelante, los demás grupos vinieron en fila: "El justiciero implacable" "Maji" (Muerte a jíbaros), que al igual que la JIC (Juventud Inconforme de Cali), se tomaron la justicia en sus propias manos, siendo inicialmente bien vistos por amplios sectores de la sociedad caleña, pero convirtiéndose luego en causa de terror y espanto. Ahora no sólo matan, sino que instigan a la gente para que haga lo mismo.

Un Mustang y un Toyota
Al principio, muchos decían que "mientras uno no se involucre en cosas fuera de la ley, no tiene por qué temer". Pero luego y en especial después de los 19 asesinatos del sábado 7, la forma indiscriminada y arbitraria como están actuando estas bandas, cada caleño parece estar sintiendo que él puede ser la próxima víctima. Existe la convicción generalizada de que durante esa madrugada sangrienta, fueron muchos los inocentes que cayeron.

Los asesinos recorrieron distintos sectores de la ciudad en dos carros: un Mustang rojo y un Toyota blanco. Llegaron al barrio Sucre, en donde existe una especie de mercado persa de objetos robados, y atravesaron ametralladora en mano más de 5 cuadras. Seis personas quedaron tendidas en el pavimento y murieron casi al instante. Poco tiempo después, a la altura de la calle octava, en otro barrio del centro donde los travestis tienen su zona predilecta, se repitió la operación con un resultado de tres muertos. En los barrios Primitivo Crespo y La Isla sucedió otro tanto y todo el que se movía a esas horas por las calles fue herido o muerto. En otros episodios similares, los crímenes se cometieron desde una moto. Pero no todo fue disparos. También estalló una bomba en la casa de un sindicado de ser expendedor de bazuco. Todo esto en menos de tres horas.

SEMANA recorrió los distintos escenarios y escuchó varias acusaciones contra la Policía por parte de los familiares de las víctimas. "Es la motorizada", le dijo un travesti de la calle octava al reportero de esta revista.

"Es que quieren limpiar a Cali antes de la venida del Papa", agregó. Un agente de la SIJIN de la Policía de Cali dijo por su parte: "Yo no sé quién está matando a estos, pero lo que si sé es que cuando uno los detiene a las pocas horas se los encuentra sueltos de nuevo".

Pero esta no es la posición oficial de la Policía. Según el mayor Cifuentes, lo que sucede es que "llegaron unas bandas de Medellín y de Pereira y están desatando unas vendettas sin que se conozca la razón ". Pero la versión tiene poco respaldo en la calle. Incluso, fuentes de la prensa caleña aseguran que puede tratarse de vendettas entre delincuentes comunes y agentes de la Policía que trabajan con delincuentes. Los cuestionamientos a la Policía de Cali no son nuevos. Hace varios meses estalló el famoso escándalo de las canecas de éter, que dejó en claro la vinculación de algunos oficiales con las bandas del narcotráfico.

En círculos de la Procuraduría Regional, la regional de Instrucción Criminal y los juzgados, la convicción de que algunos efectivos de la Policía están vinculados a estos crimenes es grande. En los bajos fondos sucede lo mismo, con la diferencia de que allí algunos están pensando en pasar al ataque. "Lo que se viene es una guerra", es el comentario generalizado. "A los rebuscadores -dijo la madre de una de las víctimas del sábado 7- les va a tocar organizarse para no dejarse matar". Según esto, van a comenzar a aparecer bandas de asesinos de los asesinos de los criminales, con lo cual cabe esperar que se triplique el número de "ajusticiamientos".

Por lo pronto, los caleños viven una especie de toque de queda. Son pocos los sectores por donde se puede transitar después de las 7 de la noche. "Guardarse en casa", es la consigna. Algunos esperan que se conozcan los resultados de las investigaciones que han iniciado la Procuraduría e Instrucción Criminal. Pero para muchos, estos no serán muy distintos a los que ya produjeron otras investigaciones y que quedaron consignadas en un informe del procurador, en el que éste habló de "elementos indóciles y descorregidos" de las Fuerzas Militares.