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OTRO CRIMEN ABSURDO

El país se muestra indignado por el asesinato de Maritza Aponte

1 de noviembre de 1982

Cuando el país aún no se sobreponía del horror que le produjo el asesinato de los hermanos Alvarez la noche del 28 de septiembre ocurría otro execrable crimen. Unos hombres que se movilizaban en una moto negra sin placas, amparados por la oscuridad, cobraron una nueva víctima: Nelly Maritza Aponte, de sólo 13 años de edad, hija de un conocido locutor de la Cadena Caracol.
Cuando la niña salía a recibir a su padre, quien había pitado segundos antes frente al garage de su casa, fue muerta a tiros. El hecho causó conmoción. El mismo presidente Betancur envió un mensaje de condolencia a la familia, y al entierro de la niña concurrieron altos miembros del gobierno encabezados por el ministro de Trabajo.
Empezaron entonces las acusaciones. Las primeras versiones indicaban que los culpables habrían sido delincuentes comunes, cuyas intenciones habrían sido robarle el carro al padre de la víctima. Posteriormente, comenzaron a circular rumores, sin prueba objetiva alguna, en el sentido de que podría tratarse de miembros de un grupo guerrillero. Al parecer, en torno a este caso empiezan a tejerse historias, como se han tejido alrededor de la muerte de los hermanos Alvarez.
En medio de un crucial momento político, cuando se discute el proyecto de amnistía, cuando la Comisión de Paz plantea la posibilidad de un diálogo con los alzados en armas y hay al descubierto un vulnerable talón de Aquiles, los delitos atroces. todos estos rumores sin bases probatorias crean alarma entre la opinión y podrían favorecer un clima adverso la amnistía. Ya lo señalaba Enrique Santos Calderón en su columna "Contra escape" hace unos días, a propósito de versiones contradictorias en el caso de los hermanos Alvarez: "Lo importante es llegar al fondo del asunto. Que se esclarezca la verdad y sólo la verdad, sin manipulaciones periodístas, ni acomodos investigativos, ni juicios prematuros, ni chivos expiatorios. Y que se castigue ejemplarmente a los auténticos responsables, sean guerrilleros, esmeralderos, estudiantes o hampones comunes". La opinión es unánime al respecto y los culpables verdaderos deben ser castigados con todo el rigor de la ley. Sin embargo, en tanto no se pueda probar nada, los medios de comunicación tendrían que abstenerse de difundir rumores sin fundamento.