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Perspectivas Económicas de 2006

Mientras 2005 fue mejor de lo esperado, 2006 pinta regular.

12 de febrero de 2006

Dicen que cada quien habla de la fiesta según como le fue en el baile. Y eso ocurrió con la economía colombiana en 2005. Para la mayoría, el año que termina fue mucho mejor de lo esperado. Casi todas las actividades económicas se recuperaron y se volvió a un escenario en que se rompieron récords en materia de inversión, inflación, consumo de los hogares y confianza de los colombianos en el futuro del país. No en vano todo apunta a un crecimiento de alrededor 4,5 por ciento este año, una cifra muy superior a la de los pronósticos iniciales, incluidos los del propio gobierno, cuya meta original era del 4 por ciento. Sería el dato más alto desde 1996 y sólo comparable con las vacas gordas de comienzos de los años 90. Para otros, en cambio, 2005 no fue tan bueno como muchos lo pintan. Para los exportadores pasará a la memoria como una época turbulenta, marcada por la caída del dólar y la pérdida de competitividad de los productos colombianos en los mercados externos.

Para los economistas pasará a la historia como el año en que Colombia se quedó entre el grupo de 'coleros' de América Latina. Las economías de la región aceleraron el paso y varias de ellas marcharon a un compás superior al 5 por ciento anual (ver mapa). Lo preocupante, dicen los expertos, es que si el país sigue creciendo a una velocidad crucero de 4,5 por ciento, tardará entre 37 y 40 años para duplicar el ingreso per cápita de los colombianos. Hoy, el ingreso per cápita de Colombia es la mitad que el de Chile, una tercera parte que el de Argentina y 25 por ciento menos que el de Venezuela.

¿Qué se puede esperar entonces para 2006? ¿Continuarán los buenos vientos de 2005 con más fuerza el año entrante o, por el contrario, será el fin de la fiesta y la economía se estancará de nuevo? Estas son las preguntas que todo el mundo se hace por estos días, a un mes de acabar el año. Y aunque a primera vista pareciera que todo permanecerá igual, hay riesgos y trampas en el horizonte que pueden hacer que las cosas sean susceptibles de empeorar. El consenso entre los expertos consultados por SEMANA es que el próximo año no será tan bueno como el que termina.

El panorama mundial

Mucho de lo que pasó con la economía colombiana este año se debió a un entorno internacional excepcional. Los altos precios internacionales del petróleo -que sobrepasaron los 70 dólares el barril- y del carbón jalonaron las ventas de los dos principales rubros de exportación del país. Lo mismo sucedió con el hierro, el acero, el ferroníquel, el oro y otras materias primas que se venden en el exterior y cuyos precios estuvieron por las nubes durante todo el año.

El alza en los precios de estos productos estuvo impulsada a su vez por el buen comportamiento de la economía mundial, especialmente de China y Estados Unidos. Estas dos locomotoras consumieron casi dos terceras partes de la producción mundial de productos básicos. De ahí que lo que pase con ellas sea determinante en el futuro de casi cualquier país productor de estos insumos.

Las exportaciones colombianas también se beneficiaron por las generosas compras de los vecinos. El buen momento de Venezuela, el segundo socio comercial de Colombia y principal destino de los productos de valor agregado, jalonó las exportaciones hacia ese país al punto de que se espera que este año sobrepasen los 2.300 millones de dólares.

Por la vía de la inversión extranjera, también siguieron llegando más y más dólares al país. Según Planeación Nacional, la inversión extranjera podría llegar este año a los 6.000 millones de dólares, el nivel más alto en toda la historia de Colombia. Buena parte de esa inversión es directa y obedece a la llegada de jugadores extranjeros al país, tales como Phillip Morris, el Grupo Gerdau o empresas carboníferas y petroleras.

Pero también una buena porción -cerca de 1.500 millones de dólares- corresponde a inversión de portafolio, es decir, a plata que entra al país en busca de rendimientos en los mercados de capitales y de deuda. Y es que a pesar del alza paulatina en las tasas de interés en Estados Unidos, los inversionistas internacionales prefirieron seguir mandando su plata hacia países emergentes como Colombia. Esa gran afluencia de dólares hizo que todas las monedas de la región continuaran revaluándose en 2005.

Pero la farra, advierten los expertos, tarde o temprano va a terminar. El panorama internacional posiblemente cambiará de dirección el próximo año, con graves repercusiones para los países que como Colombia se han visto beneficiados de los 'chorros' de plata que llegan del exterior vía exportaciones o inversión extranjera.

Las posibilidades de que esto suceda el año entrante son cada vez mayores. En primer lugar, todo indica que la economía mundial crecerá a un menor ritmo el año entrante. El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica que en 2006 Estados Unidos crecerá 3,25 por ciento, un cuarto de punto menos que este año. China crecerá al 8,5 por ciento, también menor que el casi 10 por ciento registrado en 2005. Ni hablar de la zona Euro o de Japón, cuyas perspectivas de crecimiento están en el mejor de los casos alrededor del 2 por ciento.

Esa menor demanda mundial hará que los precios de los productos básicos como el petróleo o el carbón comiencen a ir a la baja. Los futuros sobre petróleo indican que los precios estarán alrededor de 60 dólares el barril, un nivel muy inferior al esperado hace unos meses, cuando algunos expertos vaticinaron que podría alcanzar máximos de hasta 80 ó 100 dólares. La apuesta generalizada de los principales bancos de inversión es que el precio del crudo será menor en 2006.

Los menores precios internacionales de los productos básicos y en especial del petróleo van a hacer mella en las economías del vecindario, sobre todo en las de los principales vecinos de Colombia, como Venezuela y Ecuador. De acuerdo con el FMI, el crecimiento de América Latina bordeará el 3,76 por ciento en 2006, casi medio punto menos que este año. El PIB venezolano crecerá cerca de 4,5 por ciento el año entrante, frente al 7,8 por ciento de 2005.

La cosa se complica todavía más si se tiene en cuenta que las tasas de interés seguirán subiendo en Estados Unidos el próximo año y todo indica que para el verano estarán alrededor del 5 por ciento. Esto volverá más atractivas las inversiones en ese país y puede provocar una de dos cosas: o que los inversionistas extranjeros manden menos dólares hacia los emergentes, o que los ciudadanos de estos países empiecen a sacar su plata hacia el país del Tío Sam. No hay que olvidar que en 2002 los colombianos sacaron del país 950 millones de dólares para invertirlos afuera.

Aunque no se prevé una fuga masiva de capitales, el nuevo escenario sí acaba con la revaluación del peso (ver recuadro). La nueva partitura de desaceleración de la economía mundial, de caída en las exportaciones, de menores precios de los productos básicos y de mayores tasas de interés en Estados Unidos, revierte la tendencia que trae la tasa de cambio desde hace dos años.

Los analistas consultados por SEMANA esperan, en promedio, una devaluación del peso frente al dólar del 4,4 por ciento para el año entrante.

En casa

En el mercado interno habrá más de una sorpresa. Una de ellas será el aumento de las tasas de interés por parte del Banco de la República. Todos los analistas consultados por SEMANA coinciden en que el Emisor deberá subir sus tasas el año entrante para poder cumplir con las metas de inflación que se ha propuesto para 2006 y 2007. Los datos de inflación a octubre ya muestran algunos datos inquietantes al respecto, en particular en los precios de los alimentos.

Cuánto afectará dicha alza el crecimiento de la economía dependerá en buena medida de las decisiones que tomen los bancos. Si éstos deciden trasladarle ese sobrecosto a los consumidores, vía unas mayores tasas de interés de los créditos de consumo e hipotecario, podrían apagar uno de los principales motores del crecimiento en 2005: el consumo de los hogares.

Este rubro, que concentra el 70 por ciento del PIB, despegó durante el segundo trimestre del año y se expandió a una tasa del 5,3 por ciento, algo que no se veía desde los años anteriores a la última recesión de la economía. El mayor consumo de los hogares se vio reflejado en las mayores ventas de carros, de electrodomésticos y de otros bienes duraderos. También en las ventas de bebidas, alimentos, ropa y calzado. A ese despertar del consumo ayudó no sólo el crédito barato, sino también la caída del dólar, que propició la llegada de productos más económicos y la mayor generación de puestos de trabajo.

El otro motor que viene jalonando el PIB es la inversión. Ésta aumentó 20 por ciento durante la primera mitad de 2005, entre otras cosas, gracias a que los empresarios están invirtiendo en ensanchar sus plantas y crear nuevos proyectos. Todo esto podría quedar colgado de la brocha si no se firma el TLC con Estados Unidos. ¿O cuál es el sentido de seguir invirtiendo en un país en donde el consumo interno a duras penas comienza a crecer por encima de la inflación?

La otra sorpresa serán las elecciones del año entrante. Aquí hay dos cosas importantes. De un lado, los mercados ya dan casi por descontado una segunda victoria de Álvaro Uribe y por eso no hay incertidumbre en ese frente. De otro, la actividad electoral impulsará varias actividades en 2006: papel y cartón, publicidad, actividades de impresión, medios de comunicación y algunos servicios profesionales. El mayor despliegue de seguridad para proteger a candidatos presidenciales y al Congreso estimulará actividades como los transportes terrestre y aéreo y los servicios de vigilancia. Es una constante que en los años electorales suele aumentar el gasto público y esto le inyecta, en forma directa e indirecta, un mayor dinamismo a la economía.

La última variable es, como siempre, tapar el hueco fiscal. Los analistas económicos todos los años señalan al déficit fiscal como la bête noire de que no haya un crecimiento sostenido a largo plazo. El problema se agrandará a comienzos de 2007, cuando venzan varios de los impuestos temporales como el 4 por mil, la sobretasa a la renta y el impuesto al patrimonio. Sólo este último tributo le representa al fisco 418.000 millones de pesos al año. El presidente Álvaro Uribe ya está preocupado y empezó a adelantar el debate, y prueba de ello es que en las últimas semanas el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, se ha reunido con varios gremios para elaborar una propuesta de reforma tributaria.

El otro asunto neurálgico es el de las transferencias. La ley actual pierde vigencia en 2008, por lo que si no se introduce una nueva reforma, se volvería a la fórmula anterior para calcular los recursos de la Nación a departamentos y municipios. Es decir, que de un sistema que racionaliza el crecimiento de estas transferencias, se pasaría a uno que se calcula con base en el nivel de ingresos del año inmediatamente anterior.

Muchas de estas reformas pendientes se tramitarán el año entrante. Y aunque la mayoría resultarán muy polémicas y generarán gran resistencia en los campos político y social, el próximo gobierno no tendrá otra alternativa, deberá acometerlas so pena de llevar al país a una crisis económica sin precedentes. Si Álvaro Uribe gana en la primera vuelta y sus bancadas en el Congreso quedan con una mayoría representativa, lo más lógico es que aproveche todo ese capital político para tramitar todas estas reformas en el segundo semestre de 2006.

Si dentro de un año al gobierno le salen bien todas sus reformas, no habrá que sorprenderse si los analistas revisan al alza sus proyecciones. Sólo cuando el país termine de cuadrar las finanzas públicas y de desterrar el fantasma del déficit de una vez por todas, podrá enrutarse de nuevo en una senda de estabilidad de mediano plazo sobre la cual se sostenga un crecimiento sólido.

Pero si el nuevo gobierno no le jala a las reformas de fondo y si los pronósticos sobre todos los otros factores se cumplen, lo más seguro es que la economía colombiana se comporte en 2006 no tan bien como lo hizo en 2005.