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Perspectivas económicas

Los analistas económicos coinciden en que el próximo año será tan regular como el que termina.

25 de diciembre de 2000

Hay dos formas de ver un vaso de agua. Para un pesimista el vaso puede estar ‘medio vacío’ mientras que un optimista lo puede ver ‘medio lleno’. De la misma manera puede verse el año 2000 en materia económica. Ha sido bueno porque fue mucho mejor que el desastroso y mal recordado 1999. Pero malo porque un crecimiento de apenas 3 por ciento todavía está lejos de parecerse al de los años —no muy lejanos— en que la economía crecía a más del 5 por ciento y el desempleo era inferior a 10 por ciento.

A un mes de acabar el año 2000 el principal interrogante que se hace el país es si la reactivación continuará con más fuerza en 2001 o si, por el contrario, la economía se estancará de nuevo.

Diversos analistas consultados por SEMANA son moderadamente optimistas y coinciden en que la economía seguirá creciendo el año próximo a un ritmo similar al observado en 2000. Es decir, alrededor de 3 por ciento. Lo que sucede es que si bien esta cifra puede ser considerada buena para 2000, que fue el año de la destorcida, tiene que ser considerada regular para 2001, que se esperaba fuera el año del despegue. Con crecimientos del 3 por ciento el país no está en condiciones de solucionar ninguno de sus problemas estructurales, comenzando por el desempleo, cuya escandalosa tasa del 20 por ciento no bajará nunca si la economía no crece por lo menos al 5 por ciento.

La gran pregunta es en qué se parecerá o en qué se diferenciará a 2001 de 2000. Y aunque a primera vista pareciera que todo permanecerá igual hay riesgos y trampas en el horizonte que pueden hacer que las cosas sean susceptibles de empeorar. La mejor forma de entender esto es mirando por separado cada una de las causas del crecimiento.



Lo que salvó la patria

Las exportaciones fueron sin duda el salvavidas de la economía este año. Con un crecimiento de más del 15 por ciento a septiembre, las ventas externas —no sólo de petróleo sino también de manufacturas— le dieron un oportuno empujón al aparato productivo. Y para el año próximo, dado que la inversión y el consumo continúan deprimidos, las esperanzas están fincadas nuevamente en el sector externo. Por eso toda la atención está centrada en los factores que jalonaron las exportaciones este año. De lo que ocurra con ellos dependerá que Colombia siga o no exportando.

Uno de estos ‘jalonadores’ es sin duda el desempeño económico de Estados Unidos. Este país ha crecido los últimos años a un ritmo impresionante —alcanzando tasas de 7 por ciento—. Y las exportaciones colombianas se han visto muy beneficiadas por las generosas compras del socio del norte.

Pero el próximo año no se espera un crecimiento tan espectacular de la economía norteamericana. La Reserva Federal, con Alan Greenspan a la cabeza, ha incrementado las tasas de interés en seis ocasiones desde mediados del año pasado con el fin de ponerle freno a un crecimiento “desbocado” que amenazaba con disparar la inflación y terminar en un colapso económico.

Y al parecer lo están logrando. En el tercer trimestre la economía norteamericana redujo su crecimiento a un modesto 2,7 por ciento. Aunque hay quienes no descartan que Estados Unidos entre en franca recesión —que arrastraría a Colombia y al mundo entero— la mayoría de los analistas pronostican un crecimiento de 3 por ciento para el próximo año. Hay que tener en cuenta que no es lo mismo crecer a esa tasa en un país desarrollado que en uno subdesarrollado. Un 3 por ciento basta para que Estados Unidos siga funcionando a muy buen ritmo. En todo caso la expectativa es que la economía gringa se sostenga y continúe siendo un salvavidas para las exportaciones colombianas.

Otro impulsador de exportaciones es la tasa de cambio, que durante los últimos dos años no ha parado de subir. Se espera que —si no hay sorpresas— el próximo año continúe alta pero estable. Esto seguirá siendo sin duda algo favorable para los exportadores. Pero en todo caso parece haber consenso en que —a no ser que ocurra un desajuste grave de la economía— el dólar no va a crecer mucho más que la inflación (ver recuadro).

El tercer factor que ha estimulado las exportaciones colombianas es el petróleo. El precio del crudo, que se triplicó en el último año y medio, aumentó dramáticamente el valor de las exportaciones. Pero además tuvo el efecto de contribuir a la reactivación económica de Venezuela y Ecuador, que hace un año enfrentaban recesiones aún más agudas que la colombiana.

Con los vecinos creciendo a un ritmo saludable muchos empresarios colombianos han encontrado la tabla de salvación en los mercados andinos. Las exportaciones de vehículos, por ejemplo, se han incrementado a tasas increíbles. Así mismo, los productos químicos han mostrado un dinamismo extraordinario. Por eso un interrogante que tienen muchos analistas es qué tanto va a durar la combinación de precios altos del petróleo y compras abundantes de los vecinos.

“Los precios del crudo continuarán altos pero serán en promedio inferiores a los de este año”, advierte José Leibovich, director de investigaciones económicas en Santander Investment. Pero aun así, “se espera que los socios andinos tengan en 2001 un crecimiento similar al de este año y continúen demandando productos colombianos”, dice Javier Díaz, presidente de Analdex.



Más allá

Todos esperan que en el próximo año las exportaciones también den para un crecimiento modesto, como el de 2000. Pero lo cierto es que el país no podrá salir adelante en el mediano plazo ni verá bajar la tasa de desempleo hasta que no se reactive la inversión. Y desafortunadamente las cosas no son nada claras en este frente.

La inversión pública está en su mínima expresión porque el gobierno no tiene plata. Y la inversión privada se desplomó. En 1994 Colombia invertía el 15 por ciento de su Producto Interno Bruto. Para 1999 este porcentaje había descendido a 5,5 por ciento y este año, con todo y la tímida recuperación, apenas alcanzará el 5,9 por ciento. “Este estancamiento se debe, por un lado, a la inseguridad —física y jurídica—, y por otro a que no se ha corregido el déficit fiscal”, afirma Armando Montenegro, director de Anif.

El efecto adverso de la inseguridad es indiscutible. Miles de empresarios colombianos han abandonado el país por temor al secuestro o a la extorsión. Muchos más se han abstenido de emprender proyectos empresariales por estas u otras razones, como la inestabilidad en las reglas de juego. Por ejemplo, las perspectivas de un negocio pueden cambiar por completo con alguna de las frecuentes reformas tributarias que se hacen en el país o con cualquiera de los —también frecuentes— fallos económicos de la Corte Constitucional.

Además, para que vuelva a haber inversiones, es necesario que el sistema financiero termine de recuperarse. Y, sobre todo, que los bancos vuelvan a prestar. Este año no lo hicieron. A septiembre la cartera del sistema financiero había caído cerca de 10 por ciento. “Para el próximo año ésta volverá a crecer, pero muy poco. Será un aumento muy similar a la inflación” pronostica Montenegro, de Anif. Por su parte Leibovich, de Santander Investment, añade que “después de un golpe como el que tuvieron en la crisis, los banqueros son más estrictos para otorgar préstamos. En México, por ejemplo, tardaron cuatro años para volver a prestar normalmente después del ‘tequilazo’”.



El fantasma

Pero más allá de todo lo anterior, el país tiene un problema más inmediato: el Estado está quebrado. Esta es una situación extraña para los colombianos, que durante décadas se acostumbraron a la estabilidad macroeconómica. Por esto nadie tiene experiencia real en cómo es el proceso de arreglar un país quebrado. Y ha resultado más difícil y más largo de lo que se esperaba. El año 2001, a pesar de esfuerzos y sacrificios enormes, terminará con un hueco fiscal gigantesco y un alto desempleo.

La reforma tributaria, que según todos los analistas es recesiva en el corto plazo, apenas alcanzaría para cubrir la tercera parte del déficit del próximo año. Los 3,8 billones, si se consiguen en su totalidad —cosa que no es segura— palidecen frente a un faltante de 10 billones.

Todo esto no sería tan grave si el gobierno no estuviera endeudado hasta al cuello. En la actualidad 37 de cada 100 pesos del presupuesto nacional se destinan al servicio de la deuda y al gobierno cada vez le queda más difícil conseguir quién le preste. El mercado interno está copado y, si en algún momento el sector privado empieza a pedir préstamos otra vez en cantidades importantes, las tasas de interés se dispararían, y ahorcarían la economía.

Pero quizás el mayor riesgo está en el frente externo. El año entrante el gobierno deberá conseguir prestados en el exterior cerca de 2.300 millones de dólares. Y últimamente ha sido muy difícil obtener recursos en cantidades grandes a tasas moderadas.

Por eso los esfuerzos del gobierno ahora se concentran en lograr una garantía del Banco Mundial o del BID para hacer una ‘megaemisión’ de deuda por 1.200 millones de dólares. Si estas instituciones respaldan la operación el gobierno obtendría los recursos necesarios para sobreaguar y mantener una situación económica estable en lo que resta de la administración Pastrana.

La mayoría de los analistas hacen sus pronósticos suponiendo que el gobierno obtendrá los recursos que necesita. ¿Qué tan optimista es esta apreciación? “Las conversaciones para conseguir el aval van muy adelantadas. Y si se aprueban las reformas que actualmente cursan en el Congreso no habrá ningún problema para obtener los recursos”, afirma Juan Mario Laserna, quien es el encargado de buscar los créditos externos en el Ministerio de Hacienda. Pero si por algún motivo los planes de financiamiento del gobierno llegan a fallar se dispararían el dólar y las tasas de interés y sería muy difícil llegar al 3 por ciento de crecimiento que todo el mundo da hoy por seguro.

La economía este año salió adelante a pesar de todo. Hubo un crecimiento modesto. Insuficiente, pero que al fin y al cabo suma. Y como están las cosas, el año entrante se ve similar. Con unos ganadores —los exportadores— y otros sectores todavía en delicado estado de salud, como la construcción y los servicios financieros.

Durante largos años los colombianos estuvieron acostumbrados a una situación económica estable. Además estuvieron habituados a invertir en negocios que no paraban de valorizarse. Pero ahora han aprendido a reconocer un terreno frágil, donde las ganancias de un año se pueden perder en cualquier momento. Y les tocará esperar la solución de grandes problemas —nada menos que la inseguridad y el déficit fiscal— antes de volver a pisar terreno firme y crecer como en los años maravillosos de hace una década.