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Los tres funcionarios se volvieron incómodos para sus vigilados. Los Superintendentes se volvieron piedras en el zapato del poder económico con muchas de sus decisiones. En el Dane la polémica por las cifras siempre estuvo al rojo vivo

escandalos

Pisando callos

Amargo recuerdo deja 2007 a las Superintendencias Financiera y de Industria y Comercio y al Dane. La salida bajo presión de sus directores puso en entredicho la independencia que debe prevalecer en estos organismos.

Gloria Valencia. Editora de Economía de SEMANA
15 de diciembre de 2007

Los escándalos que este año fueron el pan de cada día en Colombia también tocaron las entidades más técnicas del Estado, en donde se hace gala de independencia y autonomía. En menos de tres meses rodaron las cabezas de Augusto Acosta, Jairo Rubio y Ernesto Rojas, de las Superintendencias Financiera, de Industria y Comercio y del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), respectivamente.

Aunque cada episodio estuvo rodeado de circunstancias particulares y aisladas, quedaron grandes dudas sobre cómo funciona el engranaje del gobierno y sus organismos. Y se puso en entredicho la independencia no de estas entidades de carácter técnico.

Instituciones como las Superintendencias, que ejercen funciones de 'policía especializada' y en consecuencia deben permanecer al margen de cualquier interferencia, se vieron desprotegidas ante las presiones de intereses económicos. Se hizo evidente que los superintendentes Acosta y Rubio pisaron callos y se volvieron incómodos. Y, como en el conocido refrán, la cuerda se rompió por la parte más delgada y el gobierno tomó partido y no precisamente por sus funcionarios.

En el caso del Dane se puso en tela de juicio nuevamente la credibilidad del organismo. Algo demasiado grave para una entidad de esta naturaleza, que provee al país de información clave.

Estos lamentables episodios comenzaron en agosto, cuando sorpresivamente renunció Acosta a la Superintendencia Financiera. Llamado a comandar la fusión de las Superintendencias Bancaria y de Valores para dar paso a la nueva Financiera, creada para mejorar la calidad de la supervisión a 740 entidades del sector, Acosta se convirtió para muchos de sus vigilados en una piedra en el zapato. Las investigaciones adelantadas por la Superintendencia durante el año y medio en el que estuvo Acosta ascendieron a cerca de 400, lo que para muchos era un número excesivo, que daba la idea de una actividad más represiva que de supervisión. Lo lamentable es que el malestar que expresaron muchos de los vigilados en los sectores de las firmas de Bolsa y de la Banca llegó hasta la Casa de Nariño, donde se optó por sacar al funcionario. Al fin de cuentas, Acosta nunca fue del círculo cercano del presidente Álvaro Uribe, quien es partidario de funcionarios de largo aliento. Es esta ocasión, Uribe decidió cambiar de capitán, así el barco de la Superintendencia estuviera en pleno mar.

Lucha de poderes

Dos meses después, en medio de otro escándalo, se produjo la salida del director del Dane, Ernesto Rojas. Su renuncia causó desconcierto. La gente se preguntó ¿qué está pasando con el Dane, que los dos últimos directores han salido acusando al gobierno de interferir en sus funciones? Hacía tres años, César Caballero había renunciado quejándose de presiones desde el alto gobierno.

Aunque desde el principio, Rojas se enfrentó a académicos, investigadores y gobierno, dio la verdadera 'batalla' contra Planeación Nacional. Fue una pelea mal casada de la que difícilmente saldría bien librado. Curiosamente, las frías estadísticas, sobre lo que no debería haber discusión, hicieron insostenible su presencia.

Aunque Rojas era un funcionario de las entrañas del Presidente, éste terminó sacrificándolo, porque a él tampoco le 'cuadraban' muchas de las cifras que divulgaba el Dane, en especial la tasa de desempleo, que se resistía a caer cuando la economía daba muestras de franca recuperación.

Que las cifras del censo, que la entrega de los microdatos, que la metodología de la encuesta continua de hogares, todos fueron debates que terminaron por desgastar a Rojas, quien sintió que se había quedado sin respaldo. Decidió irse disparando. Denunció que en Planeación trataban de interferir en la autonomía técnica de la entidad y denigraban de la calidad de sus datos estadísticos.

Tarjeta roja

Como si no fuera suficiente, no habían pasado tres semanas desde la salida del director del Dane, cuando un nuevo escándalo estalló en la Superintendencia de Industria y Comercio. El turno fue para Jairo Rubio, un funcionario que fue siempre noticia por sus decisiones independientes y que en más de una ocasión se plantó frente a las presiones del sector privado y hasta del público.

Rubio era reconocido como un técnico independiente y muy respetado. Estaba poniendo el dedo en la llaga en temas delicados de fusiones, adquisiciones, competencia de precios en donde -sin distingos- 'tocó' empresas nacionales y multinacionales.

Aunque Rubio mantuvo tensas relaciones con muchas personas de la Casa de Nariño por los temas álgidos que manejó, de alguna manera había salido bien librado de esas presiones. Pero la gota que rebosó la copa fue el enfrentamiento con el sector financiero, cuando impuso multas a cuatro grandes bancos por no remitir información a ese organismo.

La salida de Rubio recordó lo que había sucedido con su colega Acosta en la Financiera. Con mucha discreción, el funcionario decidió retirarse del cargo, evitando abrir sospechas públicas relacionadas con presiones dentro y fuera del gobierno.

Pero en la opinión pública quedó la sensación de que los funcionarios -Rubio, Acosta y Rojas- salieron no porque hacían mal su trabajo, sino porque habían pisado callos de intereses más poderosos. Lo lamentable: sus entidades, antes autónomas, quedaron debilitadas.