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PLATA ES LO QUE HAY

La revista Forbes revela los nombres de los hombres más ricos del planeta.

14 de agosto de 1989

Es gente que, de verdad verdad, no pierde nunca. La bolsa puede fluctuar y los precios de la finca raíz pueden caer, pero en el exclusivo club de los billonarios es casi tan difícil salir como entrar. Tal es la conclusión que deja el número más reciente de la revista Forbes, en el cual se reseñan las historias de 89 hombres, tres mujeres y 52 grupos familiares de todo el planeta, cuya riqueza individual supera la marca de los 1.000 millones de dólares. A ellos se le agregan 51 hombres, cuatro mujeres y 27 grupos familiares de Estados Unidos, que también están por encima de ese límite. Todos conforman ese reducido grupo en el cual Colombia ocupa el puesto numero 13 --por encima de Austria, España o Kuwait--, al contar con tres de sus ciudadanos en la clasificación: los narcotraficantes Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y Jorge Luis Ochoa Vásquez, cuyas fortunas combinadas--segun Forbes--superan los 6.000 millones de dólares una suma equivalente a las exportaciones colombianas durante un año o a una tercera parte de la deuda externa del país.

Moneda dura
Como ya se ha vuelto normal en estos casos, el título de "el hombre más rico del mundo" le correspondió a un japonés de 55 años llamado Yoshiaki Tsutsumi, quien, con una fortuna estimada en 15.000 millones de dólares, siguió ocupando el puesto de privilegio en la lista. Y eso a pesar de ser un tanto menos rico. Según Forbes, por cuenta de la variación del yen frente al dólar, las propiedades de Tsutsumi valen ahora casi 4 mil millones de dólares menos que en 1988.

Claro que eso no lo debe preocupar. Este prudente japonés al frente del imperio Seibu que comprende, entre otras cosas, una importante línea de ferrocarril, una compañía constructora y un equipo de béisbol. Pero, sobre todo, Tsutsumi es el dueño de cientos de propiedades en un país donde la finca raíz alcanza niveles verdaderamente astronómicos.

Absolutamente conservador en los negocios, Tsutsumi heredó la fortuna de su padre y es conocido por su poca agresividad a la hora de realizar proyectos. En eso difiere totalmente de su medio hermano, Seiji Tsutsumi con quien se abominan debido a que este es hijo de una de las ex amantes de su padre. Como es de suponer, Seiji y Yoshiaki compiten intensamente, pero su estilo es completamente opuesto. Seiji controla el grupo Saison de tiendas de departamentos y hace varios meses compró en 2.150 millones de dólares la cadena de hoteles Inter Continental. Se ha asociado con múltiples empresas extranjeras y el rápido crecimiento de sus operaciones lo ha financiado endeudándose. Por esta razón, es mucho menos rico que su hermano, aunque alcanza a pasar la barrera de los 1.000 millones de dólares de fortuna. Nada mal para alguien que recibió por herencia un almacén en Tokio.

El puesto número dos en la lista también le corresponde a otro beneficiario de los altos precios de la tierra en la capital japonesa. Se trata de Taikichiro Mori, un especialista en construir todo tipo de edificios. Actualmente su proyecto estrella se llama Ark Hills y consiste en un complejo de torres de oficinas, con dominios, un hotel y un salón de conciertos, con el fin de atraer al número cada vez más creciente de extranjeros que están llegando a Tokio. A pesar de sus 85 años, Mori sigue tan energico como de costumbre, transformando el distrito de Minatoku en la capital nipona, el barrio donde nació y donde ahora posee 72 edificios que contribuyen a aumentar su fortuna estimada en 14.200 millones de dólares.

Los ricos del norte
Pero no sólo en Japón se puede uno hacer billonario en el negocio de finca raíz. Tal es el caso de tres hermanos canadienses--Albert, Paul y Ralph Reichmann-- que en apenas tres décadas han amasado una fortuna estimada en 8.000 millones de dólares. Su compañía, llamada Olimpiz & York, es dueña de millones de metros cuadrados de oficinas en Estados Unidos y Canadá, y actualmente adelanta un ambicioso proyecto de renovación urbana en Londres. Este se llama el Canary Wharf y por un precio total de 6.000 millones de dólares le entregará a la capital inglesa su edificio más alto, así como decenas de oficinas y locales comerciales. Para algunos escépticos el proyecto es demasiado grande para las instalaciones de servicios públicos ubicadas en la zona, pero los Reichmann sostienen que Londres es el sitio ideal para finales de este siglo en el mundo de los negocios.

En cambio, Kenneth Roy Thomson cree más en el poder de las comunicaciones. A los 65 años este canadiense ha logrado consolidar un imperio que incluye los diarios y revistas de mayor circulación en su país, así como otros en Estados Unidos, para un total de más de 200 publicaciones. Su manejo del negocio familiar--heredó de su padre el núcleo del negocio--lo ha llevado a amasar una fortuna estimada en 6.000 millones de dólares.

Alguien que comenzó de la nada fue --en contraste-- Sam Moore Walton, el hombre más rico de los Estados Unidos, con una fortuna cercana a los 8.700 millones de dólares. Gracias a la cadena de almacenes Wal-mart, Walton ha consolidado un imperio lo suficientemente sólido como para impresionar a los más escépticos. En la clasificación hecha por Forbes se le coloca en una clase aparte, al igual que al resto de millonarios norteamericanos (la revista edita un número especial sobre ellos en octubre).

El expreso de oriente
Claro que si del resto del mundo se trata, es necesario volver al Japón. Los precios de la finca raíz son tan locos que cinco personas más superan la marca de los 5.000 millones de dólares de fortuna. A la cabeza de este grupo perseguidor se encuentra Shin Kyuk-ho, también conocido como Takeo Shigemitsu. La razón del alias consiste en que este ambicioso empresario nació en Corea, pero hizo su fortuna en Japón, donde todavía conserva la parte fuerte de sus operaciones. No obstante, como buen coreano, Shin está invirtiendo fuertemente en su país y, entre otras cosas, está a punto de inaugurar en Seul un complejo llamado Lotte World, que le costó casi mil millones de dólares y que incluye un parque de diversiones, un proyecto hotelero y un centro de locales comerciales. Dentro de la misma categoría se encuentran los japoneses Eitaro Itoyama, Hirotomo Takei, Kitaro Watanabe y Haruhiko Yoshimoto. En todos los casos las fortunas se han hecho con base en inversiones en finca raíz. Ese hecho explica que los industriales japoneses más famosos--Morita, de Sony, Matsushita, o Hattori, de Seiko--no se encuentren sino muy atrás de esta gente que descubrió con el tiempo que era mejor negocio acumular tierra en el Japón que ponerse a venderle radios, carros y relojes al resto del mundo.

Una suma un poco menor--"apenas" 5.000 millones de dólares--ha logrado amasar la familia Brennink-Meyer, de Holanda, a punta de supermercados que operan en Estados Unidos y buena parte de Europa. Celosos de su privacidad como pocos, estos holandeses controlan la cadena de tiendas C & A, que sólo en Gran Bretaña cuenta con más de 100 almacenes.

También a punta de vender en sus tiendas hizo su fortuna don Ramón Areces, el hombre más rico de España, que fundó y dirige la cadena de almacenes El Corte Inglés y los supermercados Hipercor. A sus 84 años, la gran preocupación de don Ramón consiste en planear el futuro de su imperio después de su muerte, teniendo en cuenta que es viudo y sin hijos, a pesar de tener una fortuna estimada en más de 2.000 millones de dólares.

En cambio, Liliane Bettencourt, la persona más rica de Francia, no tiene esos problemas. Hija única de Eugene Schueller, el fundador de L'Oréal, la compañía de cosméticos más grande del mundo, madame Bettencourt no participa ahora en la conducción de su compañía y en cambio vive discretamente en su casa en las afueras de París.

Por su parte, la familia más rica de Alemania--el tercer país en número de billonarios--se concentra en los medios de comunicación. Su patriarca, Reinhard Mohn controla a Bartelsmann, un imperio que compró la empresa de discos RCA y la editora de libros Doubleday, entrando de lleno a las grandes ligas. El éxito de esas inversiones ha aumentado la fortuna de la familia, la cual ahora se ubica en cercanías de los 3.600 millones de dólares.

En Italia, en cambio, los más poderosos son los Agnelli, la legendaria familia que controla a la Fiat, la fábrica que vende cerca del 15% de los automóviles en la Comunidad Económica Europea. Después de varios años difíciles a finales de la década pasada, los Agnelli lograron recuperarse y ahora controlan un imperio que hace desde marcapasos hasta aviones. Gracias a tanta actividad, la fortuna familiar se estima ahora en 3.700 millones de dólares.

En cambio, un billonario que no pertenece a ningun lado es el famosísimo Aga Khan IV. Designado como el líder espiritual de millones de musulmanes ismaelitas, Karim El Husseini (su verdadero nombre) maneja a sus 52 años un portafolio de inversiones estimado en 1.500 millones de dólares. Debido a su carácter de líder religioso, al Aga Khan se declara ciudadano del mundo, a pesar de que viaja con pasaporte británico y vive en los suburbios de París.

Lo que da la tierra
Todo eso pasa al otro lado del Atlántico, pero la verdad es que en Suramérica también hay billonarios que mostrar. En una clase aparte se encuentran los narcotraficantes colombianos, que en menos de 10 años han logrado ingresar al ranking de los más ricos del mundo. Según Forbes, el más poderoso es Pablo Escobar, con una fortuna cercana a los 3.000 millones de dólares. A continuación está la familia Ochoa, con más de 2.000 millones, y por último Gonzalo Rodríguez Gacha, con cerca de 1.000 millones. La obtención de esas cifras es todo un misterio, porque Forbes se limita a transcribir la historia--mitad leyenda, mitad verdad--de cada uno. No obstante, no se sabe en qué se basa la revista norteamericana para dar sus cifras. Como todo trabajo que trate el tema de la riqueza de los capos de la droga, el de Forbes da la impresión de ser poco sólido, sin poderse saber si en esa lista están realmente todos los que son, y son realmente todos los que están.

En contraste, al otro lado de la frontera existe un conglomerado cuyas cifras son más fáciles de confrontar. Se trata del grupo Cisneros, de Venezuela, comandado por Gustavo y Ricardo Cisneros, dos de los hombres más ricos del continente. Concesionarios de Pepsi para Venezuela, los Cisneros controlan un imperio que incluye a Questor Corporation, una firma norteamericana que produce las bolas de tenis Spalding y los productos Evenflo para bebés. Actualmente tienen inversiones en Inglaterra y Estados Unidos, además de Venezuela, por supuesto. A pesar de los problemas del país vecino, los Cisneros están convencidos de que en el futuro las cosas van a mejorar. "Venezuela es como Corea del Sur era hace 10 o 15 años", dice Gustavo, quien mueve las cuerdas de la fortuna familiar, estimada en 1.200 millones de dólares.

Aparte de Venezuela y Colombia, sólo dos países latinoamericanos más, México y Brasil, tienen también sus billonarios. En el primer caso se trata del clan Garza, de Monterrey, que controla al grupo Alfa, un conglomerado de más de 200 empresas con un patrimonio cercano a los 1.900 millones de dólares. Después de haber estado en serios problemas cuando la crisis de 1982, los Garza han ido saliendo adelante y hoy se proyectan como uno de los emporios más agresivos en el continente.

En Brasil pasa algo similar. El más rico de todos se llama Antonio Ermirio de Moraes, cabeza visible de Votorantim, el grupo industrial más grande de ese país. Entre otras cosas, las operaciones incluyen 18 plantas hidroeléctricas y compañías en decenas de sectores. A pesar de la mala situación económica del Brasil, todo indica que el grupo Votorantim cuenta con lo necesario para salir adelante. Quizás por eso, la Gazeta Mercantil de Sao Paulo ha nombrado a Antonio Ermirio de Moraes como el ejecutivo del año, durante diez años consecutivos.

Esa, de manera esquemática, es la radiografía de los millonarios que habitan este planeta. En un mundo donde viven 5.000 millones de personas, parece increíble que menos de 200 individuos controlen una fortuna que, combinada, podría pagar la deuda externa latinoamericana, dejando todavía un remanente. Desde los constructores japoneses hasta los financistas europeos, pasando por los industriales norteamericanos y los narcotraficantes colombianos, todos poseen fortunas que una persona normal no podría alcanzar a gastar en una vida de derroche. Sin embargo, unas veces la suerte, otras el empuje, la agresividad o la inventiva se han combinado para crear este exclusivo club donde no importa el origen, sino pagar la cuota de inscripción: tener una fortuna no inferior a 1.000 millones de dólares. Eso es todo. -