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Préstamos al 300%

Ser pobre es muy caro, concluye el primer estudio sobre la realidad del crédito informal en Colombia. Pagan tasas de interés por las nubes.

13 de octubre de 2007

Como diría el conocido refrán popular, al caído caerle. A los más pobres les 'cargan' la mano más duro a la hora de darles un crédito. Si van a un banco, les aplican la máxima tasa del mercado, pero si acuden a otro tipo de prestamista, les va peor: les cobran interés por encima de usura.

Algunos, sin embargo, no tienen otra opción que ir al "extrabancario" para endeudarse. Y la verdad es que no son pocos en Colombia. Un estudio acaba de revelar que 2,5 millones de hogares que residen en los estratos 1, 2 y 3, y más de 400.000 microempresas, les deben actualmente, por cuenta del famoso gota a gota, a un amigo, a un vecino, a un familiar o a una casa de empeño.

La cifra es sorprendente. Pero más increíble aun es que muchas de esas familias y pequeños negocios están dispuestos a pagar tasas de interés por pequeños préstamos de hasta el 300 por ciento. Casi diez veces la tasa de usura, hoy en 31,89 por ciento efectivo anual.

El valor total del crédito que se tiene actualmente con fuentes informales asciende a 2,4 billones de pesos.

SEMANA conoció los resultados de este primer estudio sobre crédito informal en Colombia, un trabajo elaborado para e1 gobierno, como parte del programa Banca de las Oportunidades.

Las conclusiones del informe ratifican que la bancarización (acceso a los servicios financieros) es muy baja en Colombia. De los siete millones de hogares clasificados en los estratos de menores ingresos, el 83 por ciento ha acudido al extrabancario en alguna ocasión.

Esta necesidad de crédito de la gente debería ser atendida por la banca, reconoce el gobierno. Pero la realidad es otra. Ante una emergencia económica, una alta proporción de hogares y microempresas en los segmentos de bajos ingresos confesó que prefiere solicitar crédito al prestamista informal o a la casa de empeño. Saben que les dan plazos cortos para pagar, pero también que las garantías que les exigen son menores.

Quienes acuden al agiotista tienen la idea de que el banco les exige muchos requisitos para prestarles. Esto implica costos para las personas en tiempo (dejan de hacer otras actividades), transporte para realizar los trámites, costos de fotocopias y obtención de documentos.

Además, un poco más del 60 por ciento de los créditos con el prestamista es desembolsado inmediatamente, mientras que los establecimientos de crédito son más demorados en hacerlo.

En el caso de no cumplir con las obligaciones, en el mercado formal los deudores son reportados a centrales de riesgo o los denuncian. En el caso de los créditos informales, por lo general el castigo es no volverles a prestar.

Entre las numerosas conclusiones, llama la atención que la mitad de los hogares y microempresas desconoce o incluso no les interesa saber cuánto están pagando por el dinero prestado. El estudio constató que entre los amigos, vecinos o familiares, las tasas que se cobran oscilan entre 68 y 78 por ciento efectivo anual. En las casas de empeño o prenderías llegan al 214 por ciento y el gota a gota aplica entre 274 y 300 por ciento.

¿Por qué la banca no atiende a esta población necesitada de crédito y dispuesta a pagar más de lo permitido? Miguel Arango, del proyecto Más Inversiones para el Desarrollo Alternativo Sostenible (Midas), afirma que la tasa de usura que existe en Colombia es la principal barrera que impide que los bancos atiendan con mayor oportunidad está alta demanda de créditos. Los banqueros alegan que atender a esta población es muy costoso y por ello se requiere que liberen ese límite a los intereses que es la usura. En todo caso, afirman que nunca llegarían a cobrarles lo del agiotista.

Pero la práctica informal no sólo se presenta en el crédito, también en el ahorro. El estudio revela que las microempresas y los hogares en Colombia de estratos 1, 2 y 3 sí ahorran, pero no necesariamente en los bancos. Compran activos y acuden a prácticas como cadenas o simplemente guardar el dinero en la casa. Más del 80 por ciento dice que cuando les sobra algo de plata, pagan deudas.

Está demostrado que prestarles a los más pobres no es mal negocio. Sacarlos del gota a gota tampoco parece un imposible. De hecho, hay banqueros que trabajan ese nicho y han mostrado que pueden atenderlos sin cargarles la mano con las tasas de interés. Parece un asunto más de voluntad que de riesgo.