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El acuerdo entre Glencore y Petrobras para ampliar la Refinería de Cartagena se rompió. ¿Está en vilo el proyecto de infraestructura petrolera más grande del país?, 87126

21 de julio de 2007

El pasado lunes, el presidente mundial de Glencore, Ivan Glasenberg, estuvo en el país. Se reunió con todas las autoridades energéticas y visitó la Casa de Nariño, donde ratificó el compromiso de esa compañía con Colombia en uno de los proyectos más grandes de los últimos años: la modernización de la refinería de Cartagena. Glencore es hoy el socio de Ecopetrol en este negocio que, según el propio ministro de Minas, Hernán Martínez, necesita una inversión superior a los 2.200 millones de dólares.

Aunque el mensaje de Glasenberg caló hondo entre las autoridades energéticas y generó tranquilidad en el interior del gobierno, son cada vez más los observadores que dudan de las posibilidades reales de Glencore de construir el mayor proyecto de infraestructura petrolera del país. Y las razones son varias.

En primer lugar, están las dudas sobre la capacidad de la compañía multinacional de construir una refinería, negocio que no ha sido su fuerte en ninguna parte del mundo. Glencore tradicionalmente ha estado vinculado a la producción y la comercialización de carbón e, incluso, es dueño en Colombia de la mina de La Jagua en La Guajira.

Por ese desconocimiento del mundo petrolífero fue que Glencore, tras ganar la puja por la refinería, se sentó a negociar un acuerdo con Petrobras. Esta petrolera brasileña había sido su rival en la puja y además era dueña en América Latina de varias refinerías.

En su momento nadie criticó la negociación entre Petrobras y Glencore, a pesar de que se trataba de un proyecto de esta envergadura. Ni siquiera las razones por las cuales Petrobras, a pesar de haber perdido en la licitación, fue convocada nuevamente para participar bajo el auspicio de la compañía ganadora. Lo que importaba era que la firma suiza prefería contar con la experiencia de un tercero para construir infraestructura de refinación, un negocio que no es su fuerte. Por eso se pensó que la petrolera brasileña tenía mucho para aportar y nadie armó mayor escándalo.

El problema vino hace un par de semanas, cuando, sin mayores explicaciones, Glencore decidió unilateralmente no ir con Petrobras en el negocio. Sin dar mayores explicaciones y guardando absoluto hermetismo sobre sus razones, la empresa suiza decidió echar para atrás el joint venture con la petrolera brasileña. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué se dañó un negocio que parecía ir viento en popa? ¿Cuáles fueron los detonantes del rompimiento?

Oficialmente, los pormenores sobre la frustrada negociación no se han conocido aún. SEMANA trató de obtener una versión de las compañías Glencore y Petrobras, pero ambas prefirieron guardar silencio. Y el gobierno, por su parte, dijo que el negocio es entre Ecopetrol y la firma suiza y que el proyecto avanza sin tropiezos.

Sin embargo, hay razones para pensar otra cosa. El personal de Petrobras estuvo realmente trabajando fuertemente en el proyecto. Al menos 25 técnicos de la multinacional brasileña viajaron hasta Colombia y empezaron a dar sus aportes sobre el futuro. Así que su retiro abrupto dejó sin definición muchas cosas, como conceptos técnicos, que ahora tendrá que resolver Glencore. De hecho, algunos actores del negocio reconocen que hubo incertidumbre apenas se conoció que la firma brasileña quedaba por fuera.

El lío entre las dos compañías se habría presentado porque ambas partes, como era lógico, querían quedarse con la mayor porción del negocio. Petrobras planteó la posibilidad de hacerse al 70 por ciento de la participación de Glencore y esto parece no haberle gustado a la firma suiza, que tenía la sartén por el mango, pues es la titular del contrato con Ecopetrol.

Pero ese intento con Petrobras fue, cuando menos, una salida en falso de la compañía suiza, pues generó expectativas que no se cumplieron en un negocio de 2.000 millones de dólares o más. ¿Qué se va a hacer ahora que uno de los líderes en proyectos de refinación petrolera en el mundo no entró al negocio? Las respuesta entre los cercanos al proceso es: seguir adelante y la presencia del presidente mundial de Glencore en Colombia el pasado lunes parece ratificarlo así.

Pero la firma de Suiza tiene que empezar de ceros, no sólo invirtiendo en toda la infraestructura junto con Ecopetrol para modernizar la refinería, sino contratando personal idóneo para lograrlo, pues, nuevamente, está frente a un negocio del que no ha participado al ciento por ciento. Hoy Glencore se dedica a intermediar en la comercialización de commodities energéticos y participa en la producción de minerales como carbón y zinc, entre otros. Pero de construir refinerías, nada.

El asunto ha adquirido dimensiones económicas cada vez más grandes. Hoy, la refinería de Cartagena funciona con cuatro plantas. Según las primeras propuestas, va a tener por lo menos ocho plantas, especializadas en procesos más complejos y exigentes. Dentro de las nuevas plantas está una coquizadora, dos de azufre, una de generación de hidrógeno, tres de tratamiento de combustibles con hidrógeno y un reformado catalítico de gasolina, que le permitirán convertirse en una de las refinerías más modernas de la región y con capacidad para producir combustibles de gran calidad. Así mismo, la idea es tratar de utilizar la mayor cantidad de derivados de la refinación de petróleo en más productos petroquímicos, lo que daría mayores índices de eficiencia.

Pero todo ello, hasta el momento, está sólo sobre el papel. Y los anuncios de todas las partes son de las mejores voluntades para cumplir con lo pactado. Pero los bandazos de Glencore no envían una buena señal. El ministro Hernán Martínez ratificó que todo está bajo control y que a más tardar a finales del primer trimestre de 2008 se deberán iniciar las obras. La meta es tener la refinería completamente modernizada en 2011. El tiempo sigue pasando y, hasta el momento, no se ha puesto el primer ladrillo de la obra. n