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PUERTOS A LA DERIVA

Mientras los estibadores estaban en paro, los gremios y los "sindicalistas de cuello blanco" reanudaban su viejo duelo, acusándose mutuamente por el desague de millones de dólares.

18 de octubre de 1982

Eran la única salida y la única entrada: por los puertos llegaba todo lo que había en el país, desde los esclavos que venían del Africa y que terminaban sus días en minas y plantaciones, hasta las pianolas que venían de París y a cuyos espasmódicos compases bailaban las señoritas. Y todo salía por ellos, desde los estudiantes que iban a conocer la civilización a Europa, hasta la quina, los fardos de tabaco, los bultos de café. El país dependía de sus puertos como el náufrago de la tabla.

EL PODER DEL RIO
La arteria de comunicación del interior con los puertos del Atlántico era el río Magdalena, cuyas aguas y riberas, al contrario de lo que dice la canción, no tenían por únicos habitantes a Guillermo Cubillos, a sus doce bogas y al ejército de estrellas que los seguían. También estaban los poderosos braceros de sus puertos, que sabían que de cada bulto que cargaban o dejaban de cargar, dependía la posibilidad de desarrollo del país.
Respaldados por esta seguridad, hicieron a finales del siglo pasado las primeras huelgas que conoció el país, y las continuaron durante toda la primera mitad de éste.
Eran huelgas salvajes, que los braceros largaban antes de redactar el pliego de peticiones y que, muchas veces, terminaban a tiros. Fue famosa la de 1945, que terminó en despido masivo de huelguistas, y que Alberto Lleras Camargo, entonces presidente, liquidó con una frase lapidaria: "Si los trabajadores no regresan hoy a sus labores. recibirán sanción ejemplar... No puede permitirse que haya dos gobiernos: uno en el río y otro en el resto del país".
El río Magdalena ya no es lo que era y en sus aguas "ya no cruje el maderamen" de las piraguas. Pero las huelgas siguen, ahora en los puertos marítimos.
Esta vez el paro de Colpuertos se disparó por una resolución del gerente, Alonso Lucio Escobar, que limitaba las funciones de trece viejos supervisores generales. Dio un segundo paso cuando tres mil obreros rasos apoyaron a los supervisores y se sumaron al paro añadiendo sus reivindicaciones propias, de las cuales la principal es el pago de prestaciones atrasadas.
Para el gerente de la empresa, lo único que hay detrás del conflicto es "un grupo de personas que no quiere someterse a la disciplina y trabajar bajo el control de los ingenieros". Según disposición del gerente, estos últimos pasarían a vigilar las "irregularidades que se registran en el sector laboral".
Mucho ha hablado la prensa de estas "irregularidades", y las cifras van aumentando a medida que circulan las noticias. Se habla de pensionados que reciben hasta 500.000 pesos mensuales, del nombre ya casi mítico de un estibador que recibió $530.577 por unas vacaciones, de celadores y choferes con sueldos de gerentes, de enfermos que, por incapacidad, ganan más que los sanos.
Los trabajadores de los puertos niegan la veracidad de estas cifras y sostienen que si gozan de un régimen salarial más alto que el común, no se debe a maniobras extrañas ni a "situaciones irregulares", sino a conquistas adquiridas tras años de lucha. El reclamo concreto que le hacen a la empresa es de 1.226 millones de pesos por vacaciones y otras prestaciones no pagas. Además, la federación sindical, Fedepuertos, ha enviado un documento al presidente, un documento en el que denuncia desfalcos y robos por enormes sumas. Los estibadores también tienen historias extraordinarias para contar. Hablan de cien automóviles para los directivos y de yates suntuarios para los paseos de éstos, de apartamentos en Santa Marta y cabañas en las Islas del Rosario, y rematan su historia hablando de una nariz respingada que costó millones, la de la esposa de un alto funcionario que se hizo la cirugía plástica.

PESOS AL AGUA
Lo único corroborable a simple vista es que Colpuertos atraviesa por una situación crítica. Al déficit de 1.500 millones de pesos, se viene sumando, desde que estalló la huelga una pérdida de 10 millones de pesos diarios. Durante esta semana quedaron parados 20 buques y 300 camiones y en los puertos esperaron arrumados 600.000 sacos de café que corresponden al pago de la última cuota cafetera y que corrieron el peligro de no llegar a Europa antes de la fecha tope fijada.
Los gremios -Fenalco, Fedemetal, Andi, SAC, cafeteros- encuentran la culpa en los "sindicalistas de cuello blanco" por sus prestaciones excepcionales y sus privilegios sin límite. Han pedido una restructuración radical de Colpuertos, y le han exigido al gobierno un golpe de mano fuerte como el que en su tiempo diera Lleras Camargo.
Los trabajadores, por su parte, responsabilizan del desfalco a los gastos suntuarios de los altos ejecutivos y, sobre todo, a "la entrega del manejo de una empresa estatal a sus propios usuarios", ya que son los mismos gremios, desde la junta directiva, los que fijan las tarifas, "más de acuerdo con las necesidades de su bolsillo que con las de la nación".
Acusaciones van, acusaciones vienen. Mientras tanto los puertos colombianos corren el riesgo de convertirse en "recuerdos que dormitan en la arena " como los restos de la piragua de Pedro Albundia.