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SAMBA PA' TI

Aburrido de pagar y págar, y deber siempre más, Brasil suspende el paro de Inteteses de su deuda externa

30 de marzo de 1987

A pesar de ser la semana en la cual se dio comienzo oficial al Carnaval de Rio, en el pasado fin de mes en Brasil se habló más de deuda que de samba. Mientras que miles de cariocas se preparaban para iniciar la fiesta colectiva más grande del mundo, cientos de banqueros en las principales capitales de Occidente parecían estarse moviendo al compás de la marcha fúnebre. La causa de semejante contraste fue el anuncio hecho el 20 de febrero por el presidente brasileño José Sarney, quien en un mensaje de 18 minutos le comunicó a 138 millones de compatriotas que el país más poderoso de Latinoamérica, estaba suspendiendo el pago de intereses sobre parte de su deuda externa de 109 mil millones de dólares. "No podemos pagar la deuda con el hambre del pueblo", dijo el Mandatario y agregó que "una deuda que se paga con la miseria, ciertamente es una cuenta que se paga con la democracia".

Pocas personas en la Tierra pueden hablar sobre el tema con más propiedad que Sarney. Como Jefe de Estado de la nación más endeudada de! Tercer Mundo, este ha visto que la deuda externa de su país es como esos préstamos hechos por los agiotistas: se pagan y se pagan intereses y siempre se acaba debiendo más que lo inicialmente recibido.

Palabras más, palabras menos, eso le ha pasado a Brasil. Hace cinco años el país debía 98 mil millones de dólares. Ahora, después de haber pagado 55 mil millones en sólo intereses, a costa de un esfuerzo sin precedentes, las obligaciones bordean ya los 110 mil millones de dólares.

Todo eso no sería tan grave si Brasil tuviera con qué responder a sus obligaciones. Sin embargo, desde finales del año pasado, el país ha tenido problemas con su sector externo y no ha generado recursos suficientes para atender sus compromisos. En los últimos dos meses, las reservas internacionales cayeron en más de 1.400 millones de dólares y de seguir las cosas así, habrían desaparecido rápidamente.

Frente a esa perspectiva, Sarney y su ministro de Hacienda, Dilson Funaro, decidieron enfrentar a los bancos. Según el anuncio, se súspendió el pago de intereses sobre unos 68 mil millones de dólares que se tienen contratados con cerca de 700 bancos privados de todo el mundo (los intereses del saldo, prestado por entidades como el Banco Mundial, si se siguen pagando). Según Funaro, esa medida le permitirá al Brasil ahorrarse 6.500 millones de dólares este año, al tiempo que obliga a los bancos a hacer futuros préstamos en términos más bondadosos.

Obviamente, esa opinión no es del agrado de los banqueros. Aunque la decisión brasileña no sorprendió a los especialistas, quienes desde hace algunas semanas veían declinar la economía, lo que en un principio se consideró como una estrategia de negociación más, acabó volviéndose un plan definido con el correr de los días. La semana pasada se supo que Brasil ha venido aumentando sus inventarios de petróleo, trigo y otros productos de importación, previendo un eventual bloqueo comercial por parte de los bancos. Más aún, cuando varios bancos empezaron a liquidar algunas líneas de crédito de corto plazo--indispensables para el buen funcionamiento del comercio exterior--, el gobierno de Brasilia respondió congelando esos recursos en cuentas a nombre del Banco Central Brasileño.

Pero como si eso no fuera poco, otros países latinoamericanos parecieron estar dispuestos a seguir el ejemplo. La mayor preocupación la produjo Argentina, cuya deuda de 53 mil millones de dólares es la tercera del continente y que, en estos momentos, está negociando en Nueva York un nuevo paquete de créditos por 2.150 millones de dólares. Para sorpresa de muchos, el secretario de Hacienda Mario Brodersohn, amenazó con seguir los pasos del país vecino si las cosas con los bancos se complican. La aparente comunidad de opiniones es tan evidente que el lunes pasado Funaro y Brodersohn se entrevistaron durante tres horas. A pesar de que el comunicado de prensa fue muy escueto, algunos reportes especularon con la posibilidad de que Argentina le estuviera brindando su apoyo a Brasil, en caso de que se rompan las negociaciones con los bancos.

Sea como fuere, lo cierto es que la amenaza se sintió.
Por una parte, las acciones de los principales bancos tuvieron su traspiés en el mercado de valores. En el caso de las entidades norteamericanas que componen el paquete grueso de prestamistas, la legislación exige que un préstamo con más de 90 días de vencido sea castigado en los estados financieros, produciendo una pérdida. Si la moratoria de Brasil se demora más de tres meses, es entonces claro que los resultados de los bancos no van a ser los mejores. Por ejemplo, Citicorp tiene prestamos por unos 4.600 millones de dólares, el Chase llega a 2.800, el BankAmerica a 2.700 y el Manufacturers a 2.200. En todos los casos, la suma equivale a más del 30% del capital del respectivo banco.

La cosa puede llegar a ser tan grave, que de alguna manera se puede decir que en este caso los bancos están en manos de la nación suramericana. Por ahora, todo depende de una serie de conversaciones entre Funaro y los banqueros esta semana en Nueva York. No obstante, si se logra algún arreglo, la última palabra siempre la acabará dando la economía brasileña. Como se recordará, las complicaciones son el legado del Plan cruzado impuesto por Sarney y Funaro hace exactamente un año. El Plan, orientado a controlar la hiperinflación entonces existente, acabó generando las cohdiciones que se tradujeron en los problemas del sector externo brasileño, cuyo superávit comercial pasó de cerca de mil millones de dólares mensuales a comienzos del año pasado, a mes de 200.
Ahora con el fracaso de algunos de los mecanismos del Plan--eliminados a comienzos del mes--se espera que la economía tome un segundo aire y el sector externo se fortalezca.

Sin embargo, para eso se necesita la paz con los bancos. Según lo visto en las primeras escaramuzas, el cese de hostilidades puede demorar más que lo previsto, a pesar de la presión política ejercida por la Casa Blanca sobre el gobierno de Brasilia.

En el intermedio, la moratoria brasileña está demostrando una vez más que en estas cosas de la deuda siempre acaban pagando justos por pecadores. El pasado miércoles en la noche regresó a Bogotá una delegación compuesta por el gerente el Banco de la República, la jefe del Departamento de Planeación Nacional y el ministro de Hacienda, la cual estuvo en Washington exponiendo las necesidades del país en materia de deuda externa.

Aunque en comparación con Brasil, Colombia no tiene tantas angustias, las de ahora son suficientes. Con una deuda externa total cercana a los 14 mil millones de dólares, el país está enfrentado a la necesidad de conseguir recursos externos para reemplazar los préstamos que está pagando.
Por ahora, parece que 1987 está despejado aun con los problemas creados por la baja en el precio del café.
No obstante, es necesario comenzar desde ya a pedir dinero para evitar una crisis cambiaria durante los dos últimos años de la decada, similar a la de 1984.

Esa fue la intención de la misión que viajó a Washington. Los máximos "zares" de la política económica se entrevistaron con la gente del Banco Mundial, del Fondo Monetario y con Paul Volcker, jefe del Banco de la Reserva Federal, con el fin de buscar la colaboracion de esas entidades frente a los bancos comerciales. Aunque debido a la moratoria brasileña los mercados de crédito están otra vez cerrados, el gobierno cree que un apoyo decidido del Banco Mundial, el BID y el FMI puede inducir a los bancos a hacer una excepción con Colombia.

El resultado, por ahora, es alentador. Según varios de los asistentes a Washington, Colombia todavía tiene "varita" con las entidades internacionales y dado el buen desempeño de la economía nacional, se cree que hay espíritu de ayuda. Afortunadamente, el país cuenta con algún tiempo. Tal como dijera la semana pasada el director de Crédito Público, Mauricio Cabrera, "la situación actual no es preocupante". El hecho de tener recursos asegurados para este año y el nivel relativamente satisfactorio de las reservas internacionales, hace pensar que se cuenta con cierto margen de tiempo para empezar a negociar.

La gran duda, sin embargo, radica en la respuesta de los bancos privados. Aun con la ayuda de las entidades internacionales, será casi imposible conseguir créditos si Brasil continúa indefinidamente en su moratoria. A pesar de que Colombia es un país juicioso, que ha cumplido religiosamente con sus pagos, es indudable que las negociaciones se verán afectadas por la presencia de un veci no que está "colgado". Por tanto, a menos que el país se gane una lotería, la estabilidad futura de la economía va a depender de la calma en los mercados mundiales de crédito y de la voluntad de los bancos extranjeros para girar de nuevo cheques a favor de Colombia. --