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¿SE ACABA LA COMIDA?

Disminución de la oferta de alimentos, inestabilidad de los precios, atraso en los sistemas de comercialización, ausencia de estímulos a la inversión, recrudecimiento de la violencia...

13 de junio de 1983


Desde hace algún tiempo, la prensa, la mayoría de los analistas económicos y, en menor medida, el gobierno, parecen haber decidido que la economía tan solo está conformada por el sector financiero y el sector industrial. Es difícil hallarle explicaciones al olvido que actualmente vive el sector agropecuario, ya que, según lo indican las cifras, éste sigue teniendo la mayor importancia relativa dentro del total de la economía, en lo que se refiere a producción (21.5%), empleo (26%) y exportaciones (69.3%). El peso de los productos primordialmente agrícolas dentro de la canasta familiar tampoco es muy útil para explicar el olvido: 53% para los obreros, 39% para los empleados. La última alternativa que quedaría para justificar esta actitud sería que el sector estuviese observando un comportamiento absolutamente normal. Pero un análisis superficial muestra que esto no es lo que está ocurriendo: el crecimiento del sector es irrisorio; los problemas de mercadeo se agravan; los precios de los productos agrícolas suben más que los industriales; la frontera agrícola está estancada; las posibilidades de exportación son pocas o nulas; la oferta de carne disminuye: los precios de la carne aumentan la violencia; provoca el abandono de zonas agrícolas. Esto parece indicar que toda la problemática que afecta al sector agropecuario merece gran atención.

Heterogeneidad agrícola
El primer problema que enfrenta el sector agrario en Colombia es la imposibilidad de aplicación de políticas globales, debido a una conformación excesivamente heterogénea. En espacios de 300 o 400 kilómetros hay diferencias en las formas de producción que con facilidad superan los 500 años. Agricultura en Colombia es el sistema de arado con rayos laser utilizado por los monopolios azucareros del Valle del Cauca. Pero también es agricultura la jornada de 18 o 20 horas de los aparceros "medievales" que en de los aparceros que se encargan del cultivo del tabaco en la zona de García-Rovira en Santander.

La disminución en las tasas de interés de los fondos agropecuarios, la devaluación o no devaluación del peso o las variaciones en los precios internacionales de los alimentos no son los mecanismos que solucionarán los problemas de este último grupo. Según lo expresa a SEMANA la viceministra de Agricultura, Cecilia de Rodríguez, la busqueda de soluciones para los problemas que afectan a estos agricultores del sector tradicional constituye uno de los objetivos fundamentales del actual gobierno y ya están destinados los fondos para darle viabilidad al proceso (entre ellos, 15.000 millones para el plan de rehabilitación de zonas de violencia). Agregó la viceministra que en el país, cuando se tocan temas agrarios, sólo se analiza el sector moderno, constituyendo esto un grave error, pues los pequeños y medianos campesinos tradicionales aportan alrededor del 60% del total de la producción agraria.

El problema de la oferta
En donde hay un consenso casi absoluto de criterios entre el sector oficial, los gremios privados y los agricultores es en la necesidad de establecer una clara diferencia entre la raíz de la crisis agraria y la industrial. Mientras que en este último sector la recesión está explicada en su mayor parte por una fuerte contracción de la demanda, en el campo agrícola el problema se centra fundamentalmente en deficiencias de oferta.

En la última década, el crecimiento en la producción agraria ha tendido a mostrar cierto rezago respecto al crecimiento de la demanda, lo cual ha provocado que en términos relativos los precios de los alimentos hayan mostrado un incremento mayor al presentado en los productos industriales. En 1977 la producción agrícola se redujo en un 4.1%, lo cual provocó que los precios de los alimentos se incrementaran en un 43%, situándose en ese mismo año el índice global de la inflación para obreros en 34.8%, cifra nunca antes vista en la economía colombiana. Algo similar ocurrió en 1980, cuando la producción agrícola cayó en un 2.3%. Estas cifras, según lo explicó a SEMANA Carlos Ossa Escobar, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), muestran la gravedad de descuidar, así sea temporalmente, el sector agrícola.

El problema de la oferta de alimentos tiene varios frentes, entre los cuales los más importantes son: insuficiencia en adecuación de tierra, lo cual no permite expansión de la frontera agrícola; deficiencia en investigación tecnológica, causante de masivos descensos en producción (caso cebada); recrudecimiento de violencia, lo cual provoca abandono de fincas, particularmente ganaderas; ausencia absoluta de estímulos a la inversión en el campo por la mayor rentabilidad que se obtiene en otras áreas; excesiva inestabilidad en los precios, negándose la posibilidad de realizar proyecciones financieras; monopolios privados en la compra (monopsonios) de las cosechas, lo cual implica pésimos precios para los pequeños productores; mal manejo de la política de importaciones por parte del gobierno, lo cual permite dumpings internacionales, que se traducen en una competencia deshonesta para el productor nacional (caso del trigo); falta de inversión y planificación, tanto del gobierno como del sector privado en el área de comercialización, lo cual constituye el mayor cuello de botella de la agricultura colombiana.

La comercialización
Respecto al problema de la comercialización, Augusto Ramírez Ramírez, gerente general del IDEMA, explicó a SEMANA que las políticas agrarias en Colombia, por muchos años siguieron la escuela fomentista, la cual considera que todos los incentivos crediticios deben ser dirigidos a la producción, ya que la comercialización va surgiendo automáticamente de acuerdo con las necesidades. Esto último - agregó el doctor Ramírez- ha demostrado ser absolutamente falso y los mínimos porcentajes de crédito que se han otorgado para infraestructura comercializadora (3.6% del total del crédito agrícola en 1980), explican en buena parte el cuello de botella que actualmente se presenta. Anotó el gerente del Idema que "el atraso en la modernización de los sistemas de comercialización ha significado pérdidas físicas impresionantes, estimadas en 1982 en 891 mil toneladas, por un valor cercano a los 19 mil millones de pesos ".

La comercialización es el mayor problema que tienen actualmente los pequeños campesinos, declaró a SEMANA Martín Echavarría, director del programa de Desarrollo Rural Integrado (DRI), ya que mientras se les exige aumentos en productividad que justifiquen los créditos otorgados, no se tiene conciencia de los descensos en rentabilidad que implica una mayor producción no acompañada por sistemas de comercialización adecuados.

Según dijo la viceministra de Agricultura, la mejora en la infraestructura de comercialización es una labor que ya está en vía de realización. El primer paso dado fue refinanciar al IDEMA con 146 millones de dólares. También se está estudiando la creación de un Fondo Financiero de Comercialización Agrícola que se encargue de proveer los créditos que permitan realizar una óptima labor de mercadeo. Por otra parte, se ha propuesto que se les otorguen puestos de venta en las centrales de abasto a las cooperativas de pequeños productores, evitando de esta forma que se sigan presentando abusos por parte de algunos mayoristas. Por último, la SAC ha propuesto que las deducciones de impuesto que se plantearon durante la emergencia por siembra de cultivos semestrales se hagan extensivas a la realización de cualquier obra de infraestructura agrícola.

Agroindustria
Otro punto fundamental en la búsqueda de un sano desarrollo futuro del agro es incentivar la creación de una agroindustria.

La agroindustria, dicen expertos en el ramo, es benéfica para la economía en general, ya que multiplica el número de transformaciones del bien primario, incrementando de esta forma no sólo el valor agregado, sino también el empleo. En los países desarrollados, el consumo de alimentos en su forma original ha tendido a disminuir, desplazándose la demanda hacia alimentos procesados. En Colombia este proceso tiene un ejemplo muy claro en la sustitución del arroz por la pasta.

La creación de la agroindustria permitiría una mayor rentabilidad de los cultivos perecederos, ya que al poder ser transformados no se presentaría la necesidad de vender la cosecha en un corto espacio de tiempo, lo cual provoca inmediatas caídas en los precios (la papa, por ejemplo, es un cultivo que se vería altamente favorecido por la agroindustria). Recalcan quienes propugnan por este mecanismo que en la propiedad de las empresas transformadoras que se creen deben tener alta participación los agricultores, de tal forma que no se perpetúen los monopolios y las multinacionales como únicos dueños de la agroindustria, que es precisamente lo que ocurre actualmente en Colombia.

INESTABILIDAD DE PRECIOS
Otra de las razones que explica las continuas fluctuaciones en volumen y composición de la oferta agrícola es la excesiva inestabilidad en precios. Obviamente es imposible intervenir sobre factores climáticos, que son en gran parte los causantes de la abundancia o escasez de las cosechas y de las alzas y bajas en los precios, pero existen otras formas de intervención que pueden evitar el fenómeno de desinversión agrícola provocado por las contínuas fluctuaciones.

La más clara forma de intervención es la de sustentación de precios, realizada actualmente por el IDEMA en el país. Este mecanismo consiste en asegurarle al productor antes de que comience la cosecha, un precio mínimo de compra. Si el precio de mercado supera al precio ofrecido por el IDEMA, el agricultor no tiene ninguna obligación de vender su producto al instituto, pero en caso de que por abundancia de la cosecha suceda lo contrario, el agricultor venderá al IDEMA a un precio que le permita cubrir sus costos. El uso de esta fórmula evita que ciertos cultivos fundamentales para la canasta familiar dejen de ser sembrados, por caídas coyunturales en su rentabilidad. De no haber existido esta política de precios de sustentación, los arroceros el año pasado se hubieran visto abocados a una quiebra de igual o mayor magnitud que la que tuvieron los algodoneros dos años atrás, ya que la sobreproducción nacional y mundial de arroz dejó los precios del mercado por el suelo. El problema del IDEMA es que limita su acción a granos y cereales, lo cual deja por fuera una parte relevante de la producción agrícola nacional.

Pese a que hay quienes consideran que estas políticas son excesivamente paternalistas, es muy claro que Colombia no puede convertirse en excepción en el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, para evitar sobreproducciones y descensos radicales en precios, el gobierno les paga a los agricultores para que no siembren. De esta forma, en el presente año, se reducirá el área sembrada de algodón en un 44%, de arroz en un 43%, de maiz en un 39% y de trigo en un 35%. El costo de esta política es del orden de billones de dólares.

Es importante también que el IDEMA sea el único encargado de llevar a cabo las importaciones de alimentos, asegurando que la industria pague como mínimo un precio de sustentación por estas importaciones. Si se les permite la importación directamente a los usuarios, éstos se verán altamente beneficiados, ya que comprarán a precios muy bajos (por dumping) y no demandarán nada al productor interno. Esto último ha provocado en Colombia la extinción casi absoluta del cultivo de cebada y una dependencia total e innecesaria en las importaciones de trigo, cuya producción cayó de 145 mil toneladas en 1962 a 32 mil en 1978, gracias a que el gobierno permitía que Estados Unidos inundara el país con trigo subsidiado.

Perspectiva externa
Tanto la actual situación del comercio exterior como la perspectiva a futuros cercanos son muy poco favorables para Colombia. Casi la totalidad de los cultivos nacionales tienen precios que están lejos de ser competitivos internacionalmente. El problema grave radica en que estos últimos precios no son reales, sino precios que como en el caso de productos provenientes de la Comunidad Económica Europea llegan a tener subsidios hasta del 80%. Esto hace que el CAT (Subsidio a exportaciones) del 10% y 15%, colocado recientemente por el gobierno, no pase de ser una medida simbólica. Para que los productos colombianos se tornen inmediatamente competitivos en el mercado internacional, se necesitaría una devaluación masiva del 60 o 70%, cuyos efectos económicos negativos contrarrestarían con creces el leve aumento de las exportaciones agrícolas.

Hasta hace algunos años, eran los países del Tercer Mundo los encargados de la producción agrícola. Actualmente el Tercer Mundo está perdiendo su papel de despensa, ya que los países desarrollados cobran día a día mayor peso en las exportaciones de alimentos. Dice Carlos Ossa, en un editorial de la revista de la SAC: "Se puede afirmar que hoy en día la dependencia alimentaria del mundo en desarrollo es mayor, frente a los países desarrollados, que en el pasado. El poder de las armas compite ya eficazmente con el poder de los alimentos en manos de los países desarrollados... Y toda esta penetración en el comercio mundial de bienes agropecuarios, por parte de los países desarrollados, ha sido lograda merced a los precios de sustentación y a un amplio apoyo a sus agricultores, reforzado con restricciones a la importación y subsidios a las exportaciones, para colocar sus excedentes agrícolas.

Países como Estados Unidos, supuestos grandes defensores del libre cambio, tratan de poner todo tipo de barreras a las exportaciones de los países subdesarrollados. Tal es el caso de las flores colombianas, uno de los pocos productos que en el país aún tienen precios competitivos en el mercado internacional.

El gobierno considera que los bajos precios internacionales son un fenomeno coyuntural que ya comienza a mostrar signos de recuperación y confía en que productos como el banano y el algodón vuelvan en poco tiempo a tener precios que les permita exportar.

Ganadería
El problema de la ganadería, según explicó a SEMANA el doctor Jorge Restrepo, alto funcionario de Fedegán, tiene características diferentes a las del resto del sector agropecuario.

Los fuertes incrementos en precios observados el año anterior (40% para ganado gordo, y hasta 65% para ganado flaco) se deben al desorden que se ha presentado durante los últimos años en el ciclo ganadero.

El ciclo consiste en que mientras los precios en matadero son altos, es más rentable sacrificar ganado que tener cría. Pero, a medida que van disminuyendo los vientres por el alto número de sacrificios y los precios de la carne caen por exceso de oferta, la cría vuelve a hacerse rentable. Esto último provoca una disminución en el número de sacrificios, aumentándose poco a poco los precios en matadero, lo cual da comienzo a un nuevo ciclo.

Hasta 1976, los ciclos, que duran en promedio 7 años, venían dándose con normalidad. Pero, en 1977 cuando debía comenzar la época de retención de vientres (disminución de sacrificio para aumentar pie de cría), cayeron radicalmente las exportaciones, aumentando la oferta interna y deteniéndose el proceso de retención de vientres. En los últimos años el sacrificio se ha visto acentuado por fenómenos de violencia, que han provocado altos sacrificios de hembras y machos por abandono de fincas.

Un estudio realizado por el Banco Ganadero estima que 1982 ha debido ser el primer año de la fase cíclica de la retención, lo cual implicaría que el sacrificio de hembras debió haberse reducido en un 15%. Sin embargo, la disminución en la extracción de hembras el año anterior tan solo alcanzó el 1%. Es decir, se sacrificaron unas 20.000 hembras que en circunstancias normales debían haber sido retenidas.

Este desorden en el ciclo no permite prever una disminución de precios en el muy corto plazo. Jorge Restrepo considera que en casos de desorden cíclico, el Fondo Ganadero debe entrar a comprar hembras, buscando reducir el sacrificio que impide el incremento en el pié de cria y en consecuencia imposibilita una normalización de los precios. Esto no implicaría pérdidas, ya que en el momento en que el ganado para cría vuelva a subir de precio, el Fondo podría vender el stock con el cual había efectuado la regulación.

Por otra parte, anotó el doctor Restrepo, el mercadeo en la ganadería se lleva a cabo de una forma completamente irracional. La labor de sacrificio se realiza en los municipios, para que éstos puedan favorecerse del impuesto de deguello. Esto implica un costosísimo e inútil transporte de la res en pie, lo cual provoca no sólo aumentos en precios, sino grandes pérdidas en materia de peso. Hay necesidad entonces, de racionalizar la localización de los mataderos y de construir cuartos de enfriamiento que permitan una mejor regulación de la oferta.

Hablan las cifras
El sector oficial afirma que la reactivación del agro ya comienza a sentirse, prueba de esto es el incremento tanto en volumen de crédito como en área receptora del crédito, que muestran las cifras del Fondo Financiero Agropecuario. Observando estas cifras atentamente se tiene que no es todo el sector agrícola el que se recupera, sino que la caída en los sembrados de arroz está siendo cubierta por incrementos en cultivos de algodón, debido a que los textileros aseguraron un precio mínimo de compra. El gerente de la Caja Agraria, Mariano Ospina Hernández, considera que el goberno en ningún momento está minimizando la importancia de la agricultura, y está dotando de amplios volúmenes de crédito tanto al sector moderno, como al sector tradicional. La Caja Agraria, por ejemplo, cubre 450 mil usuarios, y los altos índices de utilización de este tipo de crédito durante los últimos meses, muestran una clara tendencia a la reactivación.

Por otra parte, los primeros resultados agrícolas de 1983 (correspondientes a la cosecha recogida en diciembre del 82) muestran resultados bastante poco favorables: la producción de arroz disminuyó en un 22% , la de maíz en 21.4%, la de cebada en 36.7% y la de algodón en un 51.8%. Debido al incremento en áreas sembradas a comienzos del año, todo parece indicar que los resultados serán bastante más favorables en la evaluación que se haga en junio.

En todo caso, los gremios piden una mayor atención por parte del gobierno. Consideran que hacer depender la agricultura del éxito que tenga el programa de vivienda popular constituye un terrible error de planificación, basta observar los altos índices de migración rural urbano que este tipo de política provocó durante el gobierno Pastrana. La agricultura requiere, agregan las agremiaciones, de estímulos propios. Es necesario que el gobierno, mediante subsidios o utilizando cualquier otro mecanismo, reduzca los costos de producción, posibilitando de esta forma la disminución en el precio de los alimentos. Esto puede ser bastante más efectivo en la lucha contra la inflación, que la ya excesivamente empleada contracción monetaria, única arma que ha utilizado el gobierno en los últimos años.

Si se logra disminuir el peso de los alimentos en la canasta familiar, reduciendo sus precios, la reactivación industrial se puede dar más rápidamente que mediante la creación de innumerables fondos, ya que los consumidores tendrían una mayor parte de su ingreso disponible para la adquisición de bienes industriales. Esto reactivaría la demanda, problema fundamental del sector manufacturero.

Dicen los agricultores que todos los argumentos demuestran que relegar el sector agrícola a un segundo o tercer lugar en importancia es un craso error de política económica. Esto no es el Japón, el país no es potencia industrial. Tampoco es Suiza, lejos estamos de ser potencia financiera. Esto es Colombia, un país cuyas características estructurales son aún esencialmente agrícolas.