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Se dieron la pela

Venezuela pasa del sello negro al ron, tras drásticas medidas económicas.

20 de marzo de 1989

El golpe estaba avisado. Quizás por eso, pocas fueron las caras de sorpresa al término de la intervención del presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, quien se dirigió a la nación en la noche del jueves pasado para presentar su programa de ajuste económico. En un mensaje de cuarenta minutos de duración, el mandatario contó los detalles de un plan cuyas líneas generales ya se conocían, y con el cual quedó en claro que a Venezuela le toca apretarse el cinturón.
Y es que no hay más remedio. Hoy por hoy, la economía venezolana es apenas una sombra de su glorioso pasado. La caída en los precios internacionales del petróleo y los errores de las pasadas administraciones han incidido en que el país se encuentre al borde de una aguda crisis. Por el momento, el problema más grave es el servicio de la deuda externa, estimada por la Cepal en 31.900 millones de dólares. Para decirlo en términos sencillos, Venezuela no cuenta con el dinero para pagar el servicio de su deuda. "No es que no queramos, sino que no tenemos con qué", le dijo a SEMANA un periodista caraqueño.
La situación es tan grave, que a comienzos del mes pasado se anunció una moratoria unilateral en los pagos de la deuda, debido a la falta de divisas. Desde entonces se han comenzado las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional y con los bancos privados, para ver si se llega a un arreglo rápido.
El problema, no obstante, consiste en que -por lo menos hasta la semana pasadala economía venezolana era una colcha de retazos mal cosidos que necesita rehacerse. Por eso, el nuevo programa se centra en la adopción de un tipo de cambio único lo cual en la práctica equivalió a una devaluación superior a un 60%.
Anteriormente, buena parte de las importaciones se hacían al cambio de 14.50 bolívares por dólar, mientras en el mercado libre la divisa norteamericana se acercaba a los 39 bolívares.
Esa práctica mantenía bajos los precios de muchos artículos, pero estimulaba fenómenos como el del contrabando de productos hacia Colombia, cuya zona oriental se inundó de bienes venezolanos. Ahora, todo se regirá por una tasa única de mercado, lo cual debe servir para promover las exportaciones y controlar el apetito de importaciones.
Adicionalmente, se anunció un alza en las tasas de interés internas, con el -fin de estimular el ahorro nacional, así como el aumento en el precio de la gasolina y la eliminación de subsidios en el precio de algunos alimentos. Para evitar que las medidas golpeen con fortaleza a las clases más pobres, Pérez prometió una serie de compensaciones sociales, tales como alzas en los salarios, un programa de becas alimentarias para preescolares, la creación de 42 mil guarderías y un plan especial para áreas marginales.
No obstante, eso no quiere decir que la tranquilidad haya vuelto. En cambio, sí se puede decir que la confusión es ahora la norma imperante. Para los observadores el plan presentado por el presidente Pérez es todavía demasiado general y en estas cuestiones, a veces la letra menuda resulta más importante. Esas dudas han abierto un compás de espera sobre lo que pueda pasar en el futuro. Aparte de la medída relativa a los intereses y de la liberación cambiaria, el resto de pasos no se ha dado. En particular, existen dudas sobre el manejo práctico del plan social, pues cálculos preliminares sitúan su costo en unos 2 mil millones de dólares, una cifra de la que el gobierno no dispone.
Además hay temores sobre una disparada de la inflación y el empobrecimiento d, la clase media, que ha sido una razón fundamental de la relativa tranquilidad de la sociedad venezolana. Los diferentes expertos predicen un incremento en los precios cercano a un 80% durante este año, más del doble que el registrado en 1987.
Sin embargo, a pesar de esos temores, los observadores internacionales vieron con buenos ojos el plan de ajuste de la administración Pérez. Según éstos, las diferentes medidas tenían que ser tomadas tarde o temprano y "El Gocho" se lleva el credito de haberlo hecho con rapidez.
Curiosamente, ese clima de relativa calma y resignación no llegó hasta la frontera con Colombia. En cuestión de horas, el precio de algunos artículos de primera necesidad se multiplicó por diez y la verdad es que nadie sabía lo que estaba pasando.
Esa actitud es, por lo menos, explicable. Debido a la tasa de cambio que existía, así como algunos subsidios, Venezuela se había convertido en el proveedor número uno del oriente colombiano. El flujo de productos de contrabando era verdaderamente impresionante e iba desde la gasolina hasta los electrodomésticos, pasando por la leche en polvo y los huevos.
Por esa razón, existe temor de lo que pueda suceder en un futuro. En particular, es seguro que el costo de vida aumentará en Cúcuta y zonas aledañas, como consecuencia de lo de Venezuela. También habrá problemas para las personas que vivían del contrabando (los "maleteros" se estiman en 3 mil); ya sea pasando o distribuyendo productos. Sin embargo, hay seguridad también de que la producción colombiana se beneficiará ya que el consumo pasará al producto nacional. Incluso es muy probable que los venezolanos se vuelvan a abastecer de productos colombianos, si las cosas allá se ponen difíciles. Todo eso se suma a los planes de integración binacional y a las ideas sobre las zonas de frontera. Después del susto de 1983, los cucuteños están demostrando que saben manejar las crisis y responder con rapidez. Quizás por eso, el director de la Feria Internacional de Cúcuta, José Neira Ray, midió la situación venezolana en sus Justas proporciones cuando le dijo a SEMANA que "esto es una sacudida pero no de espanto".