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SE DISPARA "EL NEGRO"

Mientras la atención pública se centra en las limitaciones de gasto a los turistas, el gobierno crea infraestructura cambiaria que repercute en la cotización del dólar negro.

6 de junio de 1983


Aun cuando semana tras semana el gobierno venía sacando medidas respecto a nuevas regulaciones cambiarias, los comentarios eran pocos y las declaraciones no abundaban. No parecía existir un gran interés en el tema, hasta que la semana anterior las autoridades monetarias regularon los montos de gasto de los turistas colombianos en el exterior. El primer impacto de la nueva medida tuvo dos matices radicalmente diferentes.

Las señoras que hacen anualmente sus compras en los centros comerciales de la Florida pusieron el grito en el cielo. Por su parte, expertos económicos no vinculados al sector oficial, opinaron que la medida tenía muy poca relevancia financiera, pero merecía ampliamente una página en los anales del folclor económico.

Consideran los economistas, que reducir en 1.500 dólares la posibilidad anual de compra por parte de los turistas y en 150 dólares mensuales la de los pilotos, como mecanismo para solucionar una caída en reservas que supera ampliamente los mil millones de dólares anuales, tan sólo puede ser calificado como un acto simbólico. Buscar la solución para la acumulación de pagos de la creciente deuda externa, para la caída del 75% de las exportaciones industriales y para las malas perspectivas del mercado de futuros del café, en la limitación de las importaciones de licuadoras y tostadoras por parte de 105 turistas, es como pretender curar un cáncer con aspirinas. Los expertos opinaron que el gobierno estaba cometiendo un grave error, esperando ver la desaparición de la última divisa para tomar medidas serias respecto a la grave situación cambiaria que afronta el país.

Un análisis desapasionado, sin embargo, muestra que la medida está lejos de ser folclórica o simbólica como apresuradamente fue calificada. El gobierno, en opinión de estos analistas, lo que ha mostrado en los últimos días es una singular habilidad política.

Desde hace varias semanas, las autoridades monetarias vienen tomando importantes medidas en materia cambiaria: el 80% de las importaciones colombianas pasan a licencia previa; se disminuye la vigencia de estas licencias; se acude a la cláusula de salvaguardia del Pacto Andino para evitar la inundación de productos provenientes de los países vecinos; se agiliza el reintegro de divisas por concepto de donaciones y servicios profesionales; se imponen toda una serie de controles sobre el pago de importaciones para evitar sobrefacturaciones y aceleración innecesaria en los pagos; se rebaja la posibilidad máxima de adquisición de dólares por persona de 10.000 a 5.000 dólares, exigiendo un sinnúmero de garantías, evitando así los "viajes ficticios".

De todas estas medidas, la menos significativa desde el punto de vista económico fue la que mayor polémica causó: la limitación en las compras de los viajeros. El juego de acentuar la escandalización de lo trivial fue una fórmula inventada por el gobierno francés hace dos meses, y todo indica que el gobierno colombiano decidió comenzar a aplicarla. En Francia se limitó la posibilidad de gasto en el exterior a 290 dólares anuales, lo cual provocó inmediatamente un escándalo público. Mientras tanto, el gobierno incrementó los impuestos, disminuyó el gasto en servicios sociales, y tomó una serie de medidas que afectarían a los franceses bastante más que las restricciones viajeras.

Los expertos económicos opinan que el paquete de "poco publicitadas medidas", recientemente emitidas, tiene dos objetivos fundamentales. El primero consiste en sacar todas las armas que el gobierno tenía guardadas para defender la férrea posición de no adoptar una devaluación radical. Las nuevas reglamentaciones intentan cerrar todos los huecos por donde estaban escapándose rápidamente lo que hasta hace poco tiempo se denominó "abundantes reservas". Las autoridades monetarias parecen estar plenamente conscientes de que esto es tan sólo un paleativo, que no servirá por si solo para solucionar la crisis cambiaria, pero confían en que el despegue de la economía occidental se produzca lo suficientemente rápido como para que las exportaciones se reactiven sin necesidad de devaluación masiva. Por otro lado, esperan que la creciente inflación que se ha presentado en Venezuela y Ecuador como consecuencia de sus respectivas devaluaciones, acabe pronto con la competitividad que tienen los productos de estos países en el mercado nacional.

En primera instancia, estas medidas alejan la posibilidad de una devaluación masiva. Pero, en el caso de que las expectativas de rápida reactivación no se vuelvan realidad, y se haga necesario contemplar la aplicación de esta última alternativa, el gobierno ha creado una infraestructura que maximizaría la efectividad económica de abandonar el sistema de "crawling peg". Esto parece ser el segundo objetivo del paquete de regulaciones cambiarias.

Por ahora, el resultado de toda esta confusión es un dólar negro que,contando con suerte, se consigue a 94 pesos, y un campo preparado para cualquier eventulidad.--