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MACROECONOMÍA

A sostener la caña

Las cifras de crecimiento son las mejores de las últimas décadas. Aunque el coctel de hoy es suficiente para celebrar, es necesario estar alerta para que no se agüe la fiesta.

31 de marzo de 2007

Los funcionarios del equipo económico del presidente Álvaro Uribe están dichosos. Las más recientes cifras muestran que la economía colombiana creció 6,8 por ciento, uno de los mejores guarismos de las últimas décadas.

La semana pasada, la directora de Planeación Nacional, Carolina Rentería, salió a mostrar cómo la pobreza se había reducido de manera importante durante los últimos cuatro años, pues pasó de 55 a 45 por ciento, una cifra que sigue mostrando una realidad dramática. Sin embargo, que cuatro millones de personas puedan hoy contar que salieron de pobres, es un gran logro.

El subdirector de Planeación Nacional, Mauricio Santamaría, explicó que los datos han sido sorpresivos hasta para el mismo equipo económico, pues estaban bien por encima de lo que el gobierno esperaba: se había presupuestado un aumento en el PIB de 6,2 por ciento y terminó siendo casi del 7 por ciento. Pero todo esto es asunto del pasado. ¿Por qué? Porque el reto fundamental para cualquier economía es cómo va a hacer para mantener el ritmo, que es lo único que garantiza seguir superando buena parte de los problemas sociales que afectan al país.

Ahora hay razones de optimismo. Primero, no sólo está creciendo la construcción, que fue el sector que siempre imprimió el dinamismo y por eso el ciclo económico estaba atado exclusivamente a los precios de la vivienda. Actualmente, hay un excelente ritmo en la industria y el comercio.

Además, la inversión sigue disparada con un crecimiento superior al 18 por ciento. Esto significa que los empresarios están aumentando la capacidad instalada de sus compañías, lo que es la semilla para el desarrollo de los próximos años. Y el consumo de los hogares, por primera vez en muchos años, creció a una tasa superior al 6 por ciento.

Durante varios años Colombia no pudo crecer por encima del 3 por ciento anual, mientras otras economías lograban que el PIB aumentara más del 5 por ciento. Durante los primeros cuatro años del gobierno Uribe, esa barrera se rompió finalmente.

Hoy, la mezcla de mayor confianza, inversión, crecimiento y reducción de la pobreza forman un coctel que anima la fiesta de las autoridades. Es claro que hay elementos suficientes para pensar que el crecimiento de hoy no es peregrino y se va a quedar por buen rato. ¿Cuánto? Eso depende de cómo se resuelvan los interrogantes pendientes.

No todo es color de rosa

Si bien la sorpresa por la cifra de crecimiento económico de 2006 fue grata para todos, cuando los expertos se detuvieron en el análisis de las cifras, descubrieron que ese 6,8 por ciento de crecimiento tenía un importante sesgo estadístico: el Dane, a la vez que anunciaba las excelentes cifras, divulgó una revisión a la baja del dato oficial de crecimiento de 2005. Como consecuencia, al comparar las cifras de los dos últimos años, 2006 salía mejor de lo esperado.

Por eso el presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), Sergio Clavijo, señaló que "realmente el crecimiento económico está más cerca del 6 por ciento que del 7 por ciento", pero aclaró que no por ello deja de ser una excelente noticia.

Otro asunto es el de las cifras de la pobreza. Éstas tienen como fecha de corte junio de 2006, justo antes de que el empleo empezara a mostrar una caída importante, tendencia que hasta el momento se mantiene. Si se tomaran los más de un millón de desempleados adicionales que hay ahora, muy seguramente las cifras de pobreza serían otras.

En el aire quedan nubes que podrían después desatar algunas tormentas. Por ejemplo, si la demanda de los hogares crece, es preocupante que lo haga a costa de mayor deuda, tal como lo muestra el dinamismo de los créditos de consumo que van a un ritmo superior al 50 por ciento anual y esto es más preocupante en medio de un escenario de aumento en las tasas de interés. No se necesita ser un experto para concluir que si para consumir lo único que se hace es aumentar las deudas, en cualquier momento la burbuja explota y más aún si esa deuda es cada día más cara, por cuenta de los aumentos en las tasas de interés que ha impulsado el mismo Banco de la República, para frenar las presiones inflacionarias que se han empezado a registrar.

Otro signo de alerta es lo que ocurrió en materia de crecimiento entre cada uno de los trimestres del año pasado; allí el panorama es muy distinto del que se presenta cuando se compara todo 2006 con el año anterior. Por ejemplo, entre abril y junio, la economía creció 2,67 por ciento frente al primer trimestre. Pero entre julio y septiembre, la cifra fue de apenas 1,91. Y ya el último trimestre, técnicamente no hubo crecimiento frente al anterior (0,01 por ciento). Esto no necesariamente es malo, pero esa tendencia es lo que los economistas llaman una desaceleración; que el ritmo de crecimiento se va deteniendo paulatinamente.

Otro factor de cuidado es lo que ocurra con el resto del planeta y con Estados Unidos en particular. Allí se ven signos de desaceleración y eso golpea seriamente la actividad externa colombiana, que se ha convertido en uno de los motores de la industria. Además esto se podría mezclar con la revaluación que vive hoy el peso colombiano y que ha llevado a registrar pérdidas importantes a muchos exportadores. Justamente, el gobierno anunció nuevas medidas para tratar de frenar la caída en el precio del dólar y así suavizar el impacto entre las empresas que venden sus productos en el exterior. La apuesta del gobierno es ponerle una talanquera al ingreso de más divisas, al reducir su cupo de deuda con la banca multilateral y permitir que las adquisiciones de empresas se hagan con pesos y no con dólares. Estas medidas tendrán efecto en el mediano plazo y por eso es necesario darles un compás de espera.

El panorama económico colombiano es claramente muy distinto que el de años atrás. Pocos pueden decir que se va por el rumbo equivocado. Sin embargo, no es el momento de cantar victoria. La garantía de un crecimiento sostenido pasa porque un mayor número de colombianos pueda mejorar su situación de vida y de esa forma impulsar el consumo, pero garantizando herramientas para que en los momentos de crisis no se caiga la estantería. En resumidas cuentas, el reto es que en materia de crecimiento se sostenga la caña.