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VINO, NADIE LA VIO Y SE FUE

Las trabas de las autoridades frustraron la gira de Roberta Close en Colombia

31 de diciembre de 1984

Roberta Close estuvo en Colombia, pero ¿pudo usted verla? La pregunta es apenas pertinente si se tiene en cuenta que, durante las cuatro semanas de su gira por todo el país, el mito sexual de los años ochenta se vio obligado a ponerse a la altura de cualquier dirigente guerrillero en proceso de diálogo, con mucha prensa, pero rodeado de un ambiente de semiclandestinidad y de presentaciones exclusivas en fiestas privadas.
Roberta llegó a Bogotá el 29 de octubre, dispuesta a cumplir con un apretado programa de presentaciones que debía iniciarse con una temporada de 10 días en el Paletará de Bogotá. El propietario de ese lugar y empresario que había contratado a la Close, Carlos Lugo, había tramitado "todos los documentos que el Distrito me pidió". Según él, para evitar malas interpretaciones, "montamos un show de lo más zanahorio, con un desfile de modas cuya estrella era Roberta Close, mezclado con una revista musical preparada por artistas nacionales".
Las modelos que debían desfilar al lado de la brasilera eran las mismas que un mes antes habían acompañado a Miss Universo durante su visita a Colombia. Para Lugo, el negocio era poco menos que redondo y las ganancias se calculaban en cerca de 20 millones de pesos. "Iba a ser el golpe de mi vida", asegura Lugo. Pero los problemas comenzaron muy temprano, al día siguiente de la llegada de la Close al país. El Distrito decidió exigir al Paletará una licencia de funcionamiento para shows cuyo trámite en la oficina de Planeación Distrital "puede durar hasta 8 meses", según Lugo. "Para probar que todo no era más que un sabotaje a la presentación de Roberta, le vendí el show a un establecimiento de la ciudad que ya tenía la famosa licencia y los mismos funcionarios del Distrito le dijeron a su propietario que no se molestara en comprarme el show pues no le permitirían que lo presentara".
Ante esto, Lugo, quien ya había programado presentaciones en otras ciudades del país, optó por salir a provincia antes de lo previsto, a ver si era posible recuperar allí lo que había perdido en Bogota. El problema para Lugo es que tener a Roberta Close en un hotel, con todo pago y sin poder presentarla, significaba grandes pérdidas, pues de cualquier manera ella y su hermano y empresario, iban a cobrar lo que ya había sido contratado, con una tarifa de mil dólares por presentación programada.
Finalmente, la Close pudo presentarse en el Hotel Nutibara de Medellín el 8 de noviembre, 10 días después de su llegada a Colombia. En la capital antioqueña fueron dos noches. Luego, el grupo se trasladó a Cali, donde por dos noches mas atrajo gran cantidad de público al grill "Los años locos". Otras tres ciudades tuvieron el "privilegio" de verla: Barranquilla, una noche en el apartahotel El Golf; Cartagena, una noche en el Hotel Caribe y Santa Marta, una noche en el Paletará de esa ciudad, propiedad también de Lugo.
"Pero lo grave para mí fue que, debido al comunicado hecho público nacionalmente por el Episcopado, el show no pudo presentarse a nivel popular en los coliseos para los cuales estaba programado". En efecto, Lugo tenía "palabreadas" presentaciones en los coliseos cubiertos de Armenia, Pereira, Buga, Cartago, Cali y Medellín y era en esos lugares que calculaba obtener las mayores ganancias.
Sólo tres presentaciones en residencias privadas lograron equilibrar los balances de Lugo en este negocio. Roberta Close tuvo además toda clase de propuestas, incluida la de un adinerado hombre de negocios de Bogotá que ofreció 10 mil dólares por quedarse dos horas solo con ella en una habitación. La modelo transexual obviamente no aceptó y ante el asedio y el nerviosismo que le habían causado todos los problemas de la gira, exigió a Lugo que le trajera a su novio, el odontólogo brasilero, a lo que Lugo accedió para calmarla. El la acompañó durante algunos días y finalmente, todos se volvieron al Brasil, el domingo pasado, después de que la modelo pasara dos días en San Andrés, descansando. Apenas unas mil 800 personas pudieron verla desfilar y gracias a las trabas de las autoridades, el mito brasilero se desinfló.