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¿Volver al futuro?

Después de una década echada por la borda, América Latina intenta retomar la senda del crecimiento.

12 de febrero de 1990

Definitivamente, no todo tiempo pasado fue mejor. Eso, por lo menos, es lo que deben esta pensando la mayoría de los 435 millones de habitantes de América Latina cuando se les habla de la década de los ochenta. Quizás como nunca antes la veintena de países que componen a la región vivieron una crisis económica contínua. Tal como dice el documento de la Comisión Económica para América Latina, Cepal, lo años pasados dejaron "un dramático balance que, en general, arroja un saldo de retrocesos en el ámbito económico y social".
Las cifras son deprimentes. La Cepal estima que "al finalizar 1989, el producto por habitante promedio es 8% inferior que el alcanzado a principios de la década. Sólo cinco países exhiben un producto por habitante superior al de entonces y 11 países registran caídas superiores al 15%". En otras palabras, la producción per cápita de la región es equivalente a la registrada en 1977, lo cual indica que se perdieron doce años de desarrollo.
Todo eso sucedió mientras durante buena parte de la década los países industrializados atravesaron su período de expansión más largo desde el final de la Segunda Guerra Mundial La combinación de esos dos factores incidió en que la brecha entre naciones ricas y pobres sea hoy en día la más amplia de los últimos años.
Pero lo más grave de todo es ver que con el comienzo de la nueva década las perspectivas son tan negras como de costumbre. La Cepal opinó que "para la región en su conjunto, la crisis de los ochenta persiste". Si eso no se cree, basta mirar alrededor. En Argentina, por ejemplo, todavía se están afinando los instrumentos de más reciente plan de ajuste. En Brasil, el recién elegido presidente, Fernando Collor, se enfrenta a una crisis de grandes proporciones. Incluso en Chile, la economía estrella de los últimos años, hay una preocupación sería debido a que la inflación anual pasó del 13% en 1988 a 21% en 1989. Eso sin hablar de los casos desesperados como los de Perú, Haití o buena parte de los países centroamericanos que han sido devastados por la guerra. En esta última región parece que las soluciones se hubieran acabado hace rato.
Semejante abundancia de problemas hace que el relativo éxito económico de Colombia se magnifique. Porque a pesar de sus múltiples problemas, el país se mantuvo en una clase aparte. Por ejemplo, la economía colombiana fue la única que creció todos y cada uno de los años de la década, fue la única que mantuvo relaciones estables con la banca internacional, fue la única en donde la tasa de inflación no tuvo variaciones bruscas y fue la única en donde el producto por habitante creció en más de 10% durante todo el período. Tan sólo Chile y Barbados pudieron mostrar también índices medianamente satisfactorios.
En el resto del grupo la situación está como para que entre el diablo y escoja. Aparte de los problemas de recesión generalizada, el de la inflación parece también inmanejable. Según la Cepal, en 1989 "la inflación promedio se acentuó por tercer año consecutivo, alcanzando casi 1.000% por primera vez en la historia de la región". Los récords más grandes fueron los impuestos por Argentina (3.700% de aumento en los precios hasta noviembre), Perú (3.000%), Brasil ( 1.500%) y Nicaragua, que aunque llegó al 3.500% logró reducir la tasa de inflación registrada en 1988, cercana al 34.00%.
El caso más dramático de todos es quizás el argentino, si se tiene en cuenta el tamaño de su economía. A lo largo de la década la producción por habitante cayó en casi 24% y el desempleo aumentó sin parar. Pero lo más impresionante fue la trepada en los precios que hizo que cualquier política se volviera inmanejable. La especulación con el dólar ocasionó impresionantes saltos en la cotización del austral, alimentando así la ola alcista. El capitulo más reciente fue escrito a finales del año pasado cuando el gobierno del presidente Carlos Menem sacó de la manga un nuevo plan de estabilización, cuya suerte es aún difícil de predecir. Basta decir que en los primeros días de enero algunos precios cayeron en más de un 50%, frente a los registrados en diciembre. Pero de ahí a que la situación se calme y la economía se recupere, falta todavía un buen trecho.
El caso peruano es similar, guardadas las debidas proporciones. Allí el terrorismo y el tráfico de drogas complican todavía más las cosas aparte de la incertidumbre política que se vive en vísperas de las elecciones presidenciales.
Por su parte Brasil sigue sorprendiendo a los analistas, debido a que a pesar de sus problemas aún sigue para adelante. Es cierto que la inflación se desbordó de nuevo, pero también lo es que la producción aumentó levemente, al igual que los salarios reales en la industria. Aunque ha habido tropiezos, las exportaciones llegaron en 1989 a unos 35.000 millones de dólares y el superávit en el comercio exterior a 16.000 millones, más de la mitad del registrado por toda la región.
Pero el gran problema de Brasil y de todos los demás países del área sigue siendo la deuda externa . Como prueba está el hecho de que aunque el saldo positivo en el comercio exterior creció, todas esas ganancias fueron borradas por los aumentos en las tasas de interés internacionales. El saldo de las acreencias de América Latina llegó a unos 416.000 millones de dólares en 1989, sobre las cuales hubo pagos de intereses cercanos a los 38.000 millones.
Es precisamente el pago de ese dinero el que se ha convertido como la gran limitante para el crecimiento de la región. Los expertos anotan cómo la mayoría de los países latinoamericanos han aumentado sus exportaciones y su saldo favorable en el comercio exterior, el cual se ha utilizado para pagar el servicio de la deuda, sin que el valor nominal de esta se haya reducido. En otras condiciones, ese dinero se podría utilizar para financiar importaciones, estimulando así la actividad económica, pero eso no ha sucedido. Además, como anota la Cepal, "el servicio de la deuda no sólo contribuyó a las restricciones internas y a la contracción en la inversión interna, sino que su impacto sobre las finanzas públicas está en la base, en muchos países, de las tensiones inflacionarias que también se han convertido en un rasgo sobresaliente de la década".
La falta de solución de ese problema constituye el principal obstáculo para la recuperación económica de América Latina en los últimos años del siglo. Es cierto que en 1989 se intentó el esquema del Plan Brady para institucionalizar planes de reducción de las acreencias, pero la verdad es que los resultados han sido tan pobres que no hay mucho que esperar. Las negociaciones que adelantaron México y Costa Rica produjeron resultados muy inferiores a los esperados. Si eso sucedió con dos países que están definitivamente del lado de Estados Unidos, qué se puede decir de Brasil o Argentina que se encuentran más lejos del corazón de Washington. Es esa nota pesimista la que cierra el examen de la economía latinoamericana a lo largo de la última década. A pesar de los inmensos recursos naturales de la región y de una población relativamente educada, ésta todavía no ha podido salir del circulo vicioso en que se encuentra. Y lo que es peor, no hay esperanzas a la vista. Aunque siempre habrá campo para los milagros, lo cierto es que el futuro se ve tan oscuro como el pasado reciente, y la verdad es que en cuestiones de economía no hay como un mal comienzo para asegurarse, al cabo de diez años, un mal final.