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MACROECONOMÍA

Vuelve el ‘coco’

El fantasma de la inflación regresa a la escena económica. Sin embargo, no es un fenómeno exclusivo de Colombia.

5 de mayo de 2007

Hacía mucho que la inflación no era motivo de preocupación para nadie. Desde el año 2000, la meta fijada por el Banco de la República se venía cumpliendo con la precisión de un relojito suizo y Colombia se pavoneaba orgullosa de estar en el 'club' de países con aumentos del costo de vida de apenas un dígito. Incluso, de un tiempo para acá, era posible contar la inflación con los dedos de una sola mano. Un milagro realmente asombroso para un país que en los años 90 tenía crecimientos de los precios superiores al 20 por ciento anual, que contagiaban automáticamente a todos los sectores de la economía y erosionaban por completo los aumentos del salario mínimo. Tan importante se consideró en Colombia librar esa batalla contra el incremento de los precios, que se plasmó en la Constitución del 91 como la principal misión del Banco de la República.

Justo ahora, cuando el gran sueño se estaba convirtiendo en realidad y cuando la guerra contra la inflación parecía ganada, todo está saliendo mal. Prueba de ello es el dato que se conoció la semana pasada: en lo que va corrido del año, el aumento del costo de vida se ubica en 4,11 por ciento. Dicha cifra equivale al 90 por ciento de la meta prevista por el Banco de la República para todo 2007.

La noticia confirmó lo que muchos temían: el fantasma de la inflación está de regreso. Eso significa que es casi imposible que se cumpla la meta proyectada para este año. Por eso, el Emisor salió corriendo la semana pasada a aumentar las tasas de interés para bajarle la 'calentura' a la economía y tratar de contener los brotes inflacionarios. Incluso, algunos miembros de la Junta le sugirieron al ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, que revisara la política de importaciones y exportaciones de alimentos. Este rubro, el de los alimentos, es el que está ocasionando todo este tsunami inflacionario: sólo en abril aumentó de precio en 1,92 por ciento.

Hace unos meses se le echó la culpa de la carestía de los alimentos al fenómeno de El Niño. Ahora, parece que el problema está es en las exportaciones de ciertos alimentos. Según los codirectores del Emisor, el lío puede estar en las ventas de ganado a Venezuela, que hacen que aumente el precio de la carne en Colombia, por cuanto hay menos oferta. Lo mismo podría estar pasando con la papa, el azúcar y el maíz, que ahora tienen una mayor demanda por estar siendo utilizados como materia prima para otros negocios, como por ejemplo el del alcohol carburante. Y a mayor demanda, mayor precio.
La solución al problema que dan algunos economistas es sencilla: aumentar la importación de alimentos aprovechando que el dólar está barato y beneficiar así a todos los colombianos. Semejante propuesta no gusta para nada al ministro de Agricultura, Andrés Arias, quien públicamente ha dicho que no entiende por qué el agro tiene que pagar los platos rotos de las pifiadas del Banco.

La polémica está encendida y ahora la pregunta que muchos ciudadanos se hacen es qué efecto puede tener la mayor inflación sobre sus bolsillos. La respuesta es muchos. Empezando por los créditos de vivienda pactados en UVR, que son el 80 por ciento de la cartera hipotecaria. Estos créditos se muevan al vaivén de la inflación, por cuanto habrá un incremento de esas deudas.

Lo peor de la inflación es que perjudica más a los pobres que a los ricos. El aumento en los precios termina 'comiéndose' el salario de los más humildes. Así por ejemplo, lo que antes se podía comprar con 2.000 pesos, ahora, se compra con más de 2.100. Es lo que se conoce como la erosión de sueldos. Otro de los males conocidos de la inflación es que perjudica la inversión. Cuando los precios suben, los inversionistas prefieren comprar bienes raíces que los protejan contra la pérdida de valor de la moneda, en lugar de hacer inversiones productivas.

El fenómeno no es exclusivo de Colombia. Hay países con un alto nivel de inflación, como Venezuela.También hay preocupación en Estados Unidos e incluso en Europa, que tras años de tener una inflación del 1 por ciento, ahora ve la posibilidad de estar en torno al 2 por ciento anual.

Colombia, aunque no está sola, debe preocuparse por retomar el camino y volver a la senda de la inflación que se cuenta con los dedos de una mano. Está demostrado que los países con inflaciones bajas tienden a crecer más que los otros.