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Vuelven las vacas gordas

El crecimiento de la economía, jalonado por el consumo y la inversión, puso a todo el mundo a recalcular sus proyecciones. El reto es evitar los excesos de la primera mitad de los 90.

2 de octubre de 2005

Dicen que en juego largo hay desquite. Y eso es lo que parece estar pasando con la economía colombiana, que después de seis años entre malos y regulares, por fin ha vuelto a caminar con paso firme por la senda del crecimiento. Así lo indica la cifra de PIB para el segundo trimestre del año, publicada por el Dane la semana pasada. Entre abril y junio de 2005, la economía creció 5,3 por ciento respecto al mismo período del año anterior, un ritmo que no se veía desde antes de la última recesión. No se trata de cualquier friolera. Con esto, el país termina la primera mitad del año con un crecimiento anual del 4,6 por ciento, muy por encima de las estimaciones de los analistas, que no daban un peso por una recuperación tan rápida.

El dato del segundo trimestre cayó como bendición del cielo entre el gobierno y los empresarios, que llevaban años encendiéndole en vano la veladora a todos los santos. Y fue suficiente para que los principales analistas del país elevaran al alza sus proyecciones de crecimiento económico para Colombia en 2005. Fedesarrollo aumentó su pronóstico de 4 a 4,4; el Bbva, de 4 a 4,2; Suvalor, de 3,9 a 4,2; entre muchos otros. Un sondeo realizado por Reuters el jueves pasado entre analistas de 17 firmas arrojó una proyección promedio de 4,5 por ciento de crecimiento para este año, mientras que antes de conocerse el desempeño del segundo trimestre las previsiones se encontraban por debajo de cuatro.

Los motores

La explicación de este repunte tiene nombre propio: el comportamiento de la demanda, que creció 9 por ciento anual en el segundo trimestre, gracias, en particular, al consumo de los hogares y la inversión.

El más importante es el primero que determina el rumbo de toda la economía al concentrar dos terceras partes del PIB. Durante el segundo trimestre de 2005, el consumo de los hogares creció 5,3 por ciento respecto al mismo período del año anterior. Esto se ve reflejado en las mayores ventas de carros, de electrodomésticos y de otros bienes duraderos. También los vendedores al por menor están haciendo su agosto. El aumento en las ventas de bebidas, alimentos, ropa y calzado demuestra que el repunte del consumo no es exclusivo de los estratos altos, sino que se está dando en toda la población.

El otro motor que está jalonando el PIB es la inversión, que representa una quinta parte de la demanda. Ésta aumentó 24 por ciento en el segundo trimestre con respecto al mismo período del año anterior, casi cuatro veces lo que creció el consumo. Esto es bueno porque significa que la gente se está gastando la plata en cosas que en el futuro van a hacer crecer la economía, tales como maquinaria y equipos. Y también es positivo porque esa inversión se está financiando a punta de reinversión de utilidades y de colocación de papeles en la bolsa, y no solamente a base de créditos del sector financiero. En el pasado, los empresarios crecieron gracias a créditos en dólares, que se volvían muy onerosos cuando el peso se devaluaba.

El hecho de que el crecimiento esté siendo empujado por dos caballos -inversión y consumo- y que además la fuente de los recursos no esté sujeta a los vaivenes de la moneda norteamericana, hace que sea más equilibrado que el de la primera década de los 90. En ese entonces, Colombia se gastó su pequeña bonanza en consumo y gasto público, y sembró así la semilla de la crisis de 1999.

Si la demanda interna va bien, la externa va mejor, las exportaciones crecieron 37 por ciento entre enero y junio. Además, el crecimiento se ha acelerado: en junio las exportaciones aumentaron un 47%. Los principales destinos fueron Venezuela y Estados Unidos, países a los cuales Colombia les está exportando más de lo que importa. Sin embargo, la revaluación ha afectado las ganancias de algunas industrias, según se dijo la semana pasada durante el congreso de la asociación de exportadores Analdex en Medellín. Son varias las empresas de confecciones y flores que estarían a las puertas de entrar a Ley 550.

Al mirar el comportamiento del PIB, por el lado de la oferta se destacan dos sectores: comercio y establecimientos financieros. El primero creció gracias al consumo de los hogares, y el segundo, a que los bancos volvieron otra vez a prestar. De hecho, a mediados de septiembre, los préstamos del sector financiero venían creciendo al 13 por ciento anual. El lunar sigue siendo el crédito hipotecario que, pese a todas las medidas del gobierno para incentivar la compra de vivienda -como las cuentas AFC-, no levanta cabeza.

¿Y lo que resta del año?

Los expertos opinan que no será tan bueno como el primer semestre. La principal razón es que los datos que ya se conocen de julio muestran una pérdida de ritmo. La industria manufacturera decreció 0,19 por ciento en este mes. De los 48 subsectores industriales, 25 registraron un comportamiento negativo, especialmente los que tienen que ver con elaboración de aceites y grasas, transformación de frutas, hiladura y acabado de productos textiles, productos de molinería, otros productos químicos, sustancias químicas básicas y fibras sintéticas y artificiales. Curiosamente, la pequeña empresa fue la que tuvo mejor comportamiento, ya que la mediana y la grande registraron bajones en todas las variables analizadas.

La otra preocupación es la construcción. Pese a que en los últimos meses se han inaugurado decenas de edificios y centros comerciales en las principales ciudades del país, la realidad es que las licencias de construcción vienen cayendo paulatinamente. Sólo en julio, el desplome fue de 2,8 por ciento. Las licencias son un indicador de crecimiento futuro. El peligro de esta tendencia decreciente es que se lleve por delante buena parte del empleo y, por ende, el ingreso de los hogares.

Más allá de estos nubarrones, lo cierto es que la situación hoy es totalmente distinta al anterior boom de mediados de los 90. Ahora hay un sector financiero sólido, unas tasas de interés bajas, gracias a una inflación controlada, y un fenómeno de revaluación del peso que parece ser menos perjudicial para la salud de la economía, que una fuerte devaluación.

Durante largos años los colombianos estuvieron acostumbrados a una situación económica de crecimientos nulos, o mediocres en el mejor de los casos. Pero en el entretanto aprendieron a ahorrar y no gastarse la plata en baratijas. Por eso la forma como se está creciendo ahora es mucho más sólida. Los peligros, sin embargo, acechan a la vuelta de la esquina, y está en manos de todo el mundo -gobierno, empresarios, ciudadanos- no cometer los errores del pasado.