ANÁLISIS

“Enséñame lo que necesito”. La tendencia de aprendizaje en línea

Los cursos masivos en línea no solo han revolucionado las plataformas de enseñanza. Ahora nos proporcionan información sobre cómo los estudiantes quieren aprender.

28 de diciembre de 2014

En el 2012 nació la plataforma Coursera, de la Universidad de Stanford, también el proyecto EdX, gracias a la alianza de la Universidad de Harvard con el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Ambas estrategias sacudieron el mundo de la educación superior en todo el planeta con su propuesta de Cursos Masivos Abiertos en Línea (MOOCs, por sus siglas en inglés). Fue tan refrescante su visión de educación superior para todos que el periódico New York Times llamó al 2012 el año de los cursos en línea. Los dos proyectos han llamado la atención de académicos y curiosos de todas partes del mundo. Pero ya, con dos años de implementación el número de desertores asombra tanto como el número de inscritos a estos cursos.

Un estudio realizado en la Escuela de Educación de la Universidad de Pennsylvania con una muestra de un millón de usuarios repartidos entre 16 MOOCs estableció que en promedio solo el 4 por ciento de quienes se inscriben terminan las secuencias.

¿Por qué? Según un artículo de la revista The New Yorker, algunos de los obstáculos que han enfrentado los MOOCs se pueden evidenciar en otro tipo de pruebas o plataformas como el General Educational Development (G.E.D.), un examen estadounidense que sirve para homologar el bachillerato. Aunque esta evaluación existe desde 1942, este año la adaptaron a un formato digital que exige resolver problemas interactivos de matemáticas o demostrar un pensamiento crítico por medio de respuestas tipo ensayo en un computador.

Dice la revista neoyorquina que quienes pasan el G.E.D. deberían tener los conocimientos suficientes para cursar una carrera universitaria. No obstante, tal como pasa en los MOOCs, cerca del 95 por ciento de las personas que pasan el G.E.D. y entran a la universidad no terminan sus estudios.

Aunque son distintos, los analistas coinciden en que espacios de aprendizaje como los MOOCs, o de evaluación como el G.E.D., dejan de lado un componente social que es muy importante para el éxito académico. Factores como el debate en tiempo real, la motivación por parte de los profesores o las estrategias pedagógicas para ganar la atención de los alumnos quedan de lado en los ambientes virtuales.

En una plataforma en línea, una discusión entre pares que se podría extender durante una hora en un salón de clases, corre el riesgo de dispersarse en pocos minutos en distintos puntos del globo. Y según desde donde se mire, dicho efecto puede ser a la vez un obstáculo o una oportunidad para aprender.

El artículo de la New Yorker afirma que esa característica hace parte de la lógica de Internet, pero a la vez, puede que también sea una nueva forma de aprendizaje. Muchas personas no se inscriben a un MOOC con el ánimo de obtener un certificado (entre otras cosas porque saben que en el mundo académico y laboral este todavía no tiene el valor del tradicional). Por el contrario, se matriculan porque les interesa un elemento en particular: descargar una lectura, ver la videoconferencia de un panelista o repasar un tema específico. Luego los estudiantes pueden seguir navegando hacia otros contenidos.

Este sistema propone una nueva lógica para aproximarse a la educación. En este contexto, quizá no sea mal visto no terminar un curso porque al fin y al cabo esa opción hace parte las alternativas de aprendizaje.

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