| Foto: Cortesía BBC Mundo

EDUCACIÓN SUPERIOR

Cuatro colombianos explican cómo es estudiar en el extranjero

Formarse por fuera de Colombia tiene sus ventajas e inconvenientes. Semana Educación recoge el testimonio de personas que se marcharon del país. #ElAñoEnEducación

28 de diciembre de 2016

César Biojo. 34 años.

A los 17 cogió sus maletas y se fue a estudiar inglés a Nueva York. La suerte quiso que estando ahí se ganara una beca de 8.000 dólares de la compañía de refrescos Coca Cola para estudiar diseño gráfico.

Dicen que si logras tener éxito en la Gran Manzana puedes triunfar en cualquier otro lugar del mundo. en cambio, para César, su estancia en la ciudad de los sueños fue desoladora. "Nueva York me derrotó. No fui capaz de soportar la soledad y el frío, asi que me fui a Florida a estudiar en la universidad estatal", explica.

César, que hoy tiene 34 años, explica que su familia le apoyó en todo momento para irse de Colombia. Corrían los años 90 y en su Cali natal la violencia estaba desbordada. "He tenido la fortuna de tener padres incondicionales, soñadores y optimistas. Mi madre me apoya en todo lo que me proponga. Mi miedo era mi padre porque siendo él cirujano temía que no apoyara mi cambio de rumbo, pero sucedió todo lo contrario".

Abandonó la carrera de diseño gráfico después de un semestre y continúo sus estudios en Bellas Artes e Historia del Arte, esto último para "para suplir curiosidades intelectuales y para expandir mi campo de acción al salir de la universidad".

Reconoce que estudiar en Estados Unidos es "complicado" por el precio desorbitado de las matrículas, pero también que uno "se las puede arrerglar" para lograr los recursos y licenciarse. "Cada cuatrimestre costaba siete mil dólares. El 50 % lo pagué con becas, mi papá me pagaba un 40 % y yo ponía el 10 % restante que conseguía trabajando. Como buen inmigrante lavé platos, repartí panfletos, serví mesas, arreglé computadores y hasta aprendí a cocinar", señala con orgullo.

Asegura que el tema de la identidad étnica está muy marcado y categorizado en la nación norteamericana, pero que nunca se sintió discriminado. Cuenta que cuando sus amigos colombianos le visitaban y le llamaba cariñosamente "negro" por su color de piel, sus compañeros estadounidenses se lo tomaban como una falta de respeto, una ofensa. Entonces "me daban discursos de empoderamiento para que les dejara claro que yo no era negro sino afroamericano".

La conclusión de César es que, con sus más y sus menos, es necesario salir del país natal al menos una vez en la vida y "por una temporada larga" que te permita "expander la mente y nutrirte de otras culturas".

Eso mismo le dijo su padre en su mejor acento caleño cuando le contó que se había ganado la beca de coca Cola: "Salí, recorré caminos, hablá con extraños, aprendé y convertite en un ciudadano del mundo”. Y así lo hizo.  

Camilo Ferreira. 26 años

Su idea era estudiar comunicación social en la Universidad de la Sabana una vez terminara el colegio. Entonces se graduó y pospuso sus planes: primero iría a Londres a estudiar inglés nueve meses. Y así lo hizo, aunque acabó alargando tres años más su experiencia en la capital británica para estudiar Administración de negocios en la London School of Commerce, la decimoctava mejor universidad del Reino Unido en esta rama.

“Me quedé porque era económico: como no era ciudadano de la Unión Europea ni del Reino Unido, pagaba sólo 4.500 libras anuales. El resto de estudiantes, el doble”, explica.

Para el joven no fue fácil reunir toda la documentación que le exigían para adelantar sus estudios en el país. La llegada de David Cameron al gobierno como nuevo primer ministro trajo consigo normas más férreas para la entrada de extranjeros, y Camilo tuvo que demostrar que tenía 8.000 libras en el banco para cubrir el año académico y su sostenimiento en Londres. Cuenta que conseguió que un familiar le traspasara el dinero "y lo devolví cuando me aprobaron la visa”.

A pesar de los contratiempos, la experiencia educativa fue positiva para él. “Cada universidad tiene un esquema diferente. En mi caso, cada año se dividía en dos semestres en los que veía cinco materias en cada uno. Eso los dos primeros años, porque el último estaba dedicado a la preparación de la tesis”.

La forma en la que Reino Unido enfoca la enseñanza universitaria también convenció a Camilo. “La exigencia es muy alta pero motivan al universitario a ser proactivo y resolutivo. Los profesores brindan al estudiante pautas mínimas que tiene que desarrollar en profundidad, lo que te obligaba a investigar y a ser autónomo y a estudiar a partir de proyectos y resolución de problemas”.

Felipe Rico. 23 años.

Este bogotano estudió un año de Administración de Empresas en el CESA por una única razón: se graduó del colegio con apenas 16 años y ninguna universidad extranjera lo aceptaba por ser demasiado joven. Siempre tuvo claro que quería estudiar fuera de Colombia, así que, en 2013, cuando hubo superado el primer año en la institución universitaria, cogió sus maletas y se fue a la Universidad de Sidney (Australia) a estudiar una doble titulación en Economía Política y Filosofía.

Eligió este destino por dos razones. Primero porque, al tener la doble nacionalidad canadiense, se le facilitaban los trámites para conseguir la visa, y segundo porque buscaba una ciudad multicultural que le diese la oportunidad de exponerse a nuevas realidades.

La carrera que superó en dos años y medio le costó 75.000 dólares en total, una cantidad muy elevada que financió con ayuda de su familia y su trabajo. “La educación en Australia es mucho más cara que en Colombia, pero el costo de vida allá no es tan costoso en proporción a lo que ganas. Cuando llegué limpié platos en un restaurante; después me contrató Apple como vendedor de sus productos y ganaba entre 400 y 500 dólares a la semana”.

A pesar del esfuerzo económico que tuvo que hacer para quedarse en el país, Felipe asegura que tomó la mejor decisión porque el sistema universitario australiano brinda mejores herramientas para enfocar una vida profesional.“Para graduarte hay que completar una serie de créditos, pero es el estudiante el que decide cómo consigue sumar esos créditos a partir de una oferta grandísima de materias. La idea es que poco a poco vayas enfocando tus gustos a la especialización que más te gusta”, señala.

Felipe es muy crítico con el modelo colombiano de educación superior que caracteriza, al que tacha de muy estructurado y restringido: “Mucha gente no sabe que quiere ser en la vida, pero en Colombia te exigen que antes de entrar a la universidad tengas claro qué quieres ser y a qué quieres dedicar tu vida, sin saber cómo va afectarte esa decisión”, sentencia.

María Alejandra Biojo. 23 años

“Elegí la Universidad de Navarra para estudiar periodismo porque salíareferenciada en todos los rankings mundiales como la mejor en España en mi área”. Con esa idea en la cabeza, la caleña que por ese entonces tenía 18 años, se marchó al país europeo a iniciar sus estudios universitarios de cuatro años de duración.

La carrera le costó unos 9.990 euros en total, un monto aceptable en comparación con lo que hubiera pagado en Colombia por cursar los mismos estudios en una universidad privada como lo es la de Navarra.

Reconoce que reunir toda la documentación para irse fue un quebradero de cabeza. “Recuerdo que la Embajada de España era un caos y tocaba pasar noches haciendo fila para que te atendieran en la mañana. El último trimestre del colegio lo pasé estudiando para la selectividad (prueba nacional del Estado español para ingresar a la universidad) mientras el resto de mis compañeros estaban ‘vagando‘ después de presentar el Icfes”.

María Alejandra asegura que no le costó adecuarse al sistema universitario español. Este combina la docencia teórica con trabajo práctico, explica, y se basa en la suma de créditos para los que el estudiante debe superar unas materias obligatorias, anuales o trimestrales, propias de cada carrera, y otras optativas que se eligen de acuerdo con las preferencias personales.

“Es más fácil porque la universidad te da muchas oportunidades, pero también creo que te prepara mejor para el mundo profesional porque, además, te obligan a hacer prácticas. En Colombia, en cambio te enchufan más rápido, y las prácticas son opcionales”, concluye.