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EDUCACIÓN

Papás, menos quejas, más acciones

En lugar de encontrar culpables sobre el desempeño académico de sus hijos, es necesario que se responsabilicen sobre la calidad de su educación..

11 de enero de 2017

Los padres se quejan por el desempeño académico y escolar de sus hijos y señalan culpables. El Ministerio de Educación, los profesores y las directivas del colegio, suelen ser vistos como los responsables. Simplemente les delegan a los niños: los errores son culpa de otros. Si obtienen malos resultados en Matemáticas: “El profesor no ha estado pendiente ni ha explicado bien”; si tiene problemas de comprensión de lectura: “No le inculcaron la literatura en el colegio”.

Cuando los estudiantes obtienen malos resultados, la entrega de notas se convierte en un enfrentamiento. Los padres expresan su decepción y se enfurecen con los profesores: por no prestarle la suficiente atención al niño o por ser demasiado estrictos; también descargan la ira sobre sus hijos. Les repiten las mismas oraciones: “No entiendo por qué te fue mal. Tú dices que siempre haces las tareas”; “Tu única responsabilidad es estudiar: no tienes que trabajar, ni siquiera haces el aseo en la casa”.

La culpa siempre es de alguien más y pocas veces reflexionan sobre su función como padres. Un profesor de un colegio de Cota le dijo a Semana Educación que únicamente cuando la situación académica de un joven es muy grave y corre riesgos el año, los papás se preguntan qué hicieron mal. Sin embargo, suelen hacerlo como una pregunta retórica (que no suelen responder) o como una queja. Pocas veces surge de la pregunta un análisis sobre la paternidad, según afirmó.

Ante la angustia por un año con altibajos académicos, los papás no saben cómo responder. Es frecuente que administren castigos: “se acabaron los permisos”, “no más Internet, nada de Facebook, ni de videojuegos”, “se acabó la televisión”. Los papás piensan que con restricciones van a lograr que sus hijos obtengan mejores resultados. En otros casos, creen que revisando cada tarea (incluso haciendo ellos mismos los deberes extraescolares) van a mejorar los resultados.

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Sin embargo, pocas veces eso tiene resultados en el desempeño académico. La conclusión es que hay que cambiar el enfoque, en especial, ahora que empieza el año. Lo primero: no se debe plantear una relación hostil entre la familia y los profesores; es necesario afianzar los lazos y encontrar estrategias comunes para enfrentar las dificultades. La confianza es fundamental, los profesores llevan años acompañando a los niños y jóvenes y han aprendido a hacerlo. Si les delegan la formación de sus hijos deben confiar en su trabajo.

Por otra parte, deben asumir que la responsabilidad de la paternidad en la educación. Formar va mucho más allá de pagar una matrícula y comprar útiles escolares. Los padres son responsables del desempeño académico de sus hijos, tanto o más que el colegio. Dos investigaciones de los últimos años lo comprueban, una de la Universidad de los Andes y la otra de La Sabana. Las condiciones de crianza, los ambientes en el hogar, los incentivos pedagógicos durante los tres primeros años de vida, tienen una consecuencia determinante en el desarrollo sociocognitivo de los niños.

Es más, según Angélica Pongutá, investigadora asociada Universidad de Yale, un ambiente hostil en los primeros años, puede tener consecuencias irreversibles en la formación del cerebro de los niños. En cambio, incentivar el amor por la literatura con lecturas en voz alta cada noche es responsabilidad de los padres. No es fácil crear hábitos de lectura en el colegio cuando la única rutina que los niños y jóvenes han visto en la casa ha estado determinada por los programas de televisión. Lo mismo puede decirse de la pintura, de llevar a los niños a museos, al jardín botánico.

Tener hijos no puede ser un accidente, ni simplemente una costumbre para preservar la especie. Es una responsabilidad y los padres deben asumirla. Una buena meta para empezar el año es comprometerse con la educación de sus hijos. Solo así los sacarán adelante: con relaciones cálidas y significativas, no con quejas sobre el colegio, el gobierno y los maestros, ni con castigos cuando las cosas van mal.

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