| Foto: Archivo Semana.

ESTUDIO

El nuevo mapa latinoamericano de la educación

Siete países de la región pasaron al tablero. Una investigación analizó sus políticas públicas, sus movimientos sociales y sus resultados en distintas pruebas educativas desde 2000 hasta 2015.

5 de agosto de 2015

En 2006 Colombia presentó por primera vez las pruebas Pisa. Cuando la OCDE publicó los resultados, los titulares de los principales medios de comunicación en el país no fueron muy alentadores. Como la mayoría de sus vecinos, Colombia quedó en los últimos lugares y esa característica ha sido una constante desde que los países de la región participan en la prueba. Pero esa ha sido una forma muy simple de mirar los resultados.

“La mayoría de los países participantes en las pruebas Pisa tienen economías y niveles sociales de la población claramente superiores a los de América Latina. El puesto en el ranking dice poco acerca de la situación de los países en la región”, apunta Axel Rivas en el estudio América Latina después de Pisa, una investigación que acaba de ser publicada con el apoyo de Natura Cosméticos, el Instituto Natura y el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) en Argentina. En Colombia, la Fundación Empresarios por la Educación (ExE) apoyó la recolección y análisis de los datos del país.

La investigación no solo se quedó con los resultados obtenidos en las pruebas Pisa durante más de una década, sino que además comparó y analizó las políticas públicas en educación de siete países de la región. Principalmente, resalta Rivas, que la apuesta por las políticas sociales ha sido una constante y que eso ha repercutido en mejor calidad de la educación.

“En los países donde hay pobreza extrema o desnutrición infantil, reducir esas condiciones de miseria y lograr condiciones más dignas de vida tiene un impacto educativo notable y eso es lo que ha pasado en varios de nuestros países”, explicó Rivas en entrevista con Semana Educación luego del Foro Educación y Equidad organizado por ExE, con el apoyo de Natura Cosméticos, el pasado 21 de julio.

Se trata del primer estudio de este tipo en lo corrido del siglo XXI. A la comparación juiciosa de varias fuentes estadísticas se sumaron más de 100 entrevistas a expertos y el análisis de cerca de 500 documentos de política pública. Rivas señala que, de la mano con la ampliación de la cobertura para los más pobres, la mayoría de los países han implementado sistemas de evaluación de la calidad, tienen currículo único y han establecido la compra masiva de textos escolarespara las escuelas.

Colombia también ha ampliado la cobertura y le ha apostado a los sistemas de evaluación, pero se distancia en el tema del currículo. Para Rivas, esta característica tiene sus pros y contras.
“Colombia tiene una tradición distinta a la de la mayoría de los países de la región y eso genera mucha más cultura de la innovación en las escuelas y más libertad para el trabajo pedagógico de los docentes. Pero también tiene sus riesgos en cuanto a las capacidades para administrar esa libertad. Y si no están bien formados los docentes, la libertad puede conducir a resultados desiguales y muy pobres”, explica Rivas. El investigador señala que la única alternativa no debe ser la regulación del currículo sino la posibilidad de dotar a los profesores con materiales optativos que apoyen su trabajo diario.

Frente a los sistemas de evaluación, entre los analistas existe un debate sobre cómo deben leerse los resultados de las pruebas. Mientras unos le dan importancia a la posición que ocupa cada país en los rankings de Pisa o los de las pruebas que ha realizado la Unesco (Perce, Serce y Terce), otros afirman que la competencia y la comparación deben ser con uno mismo. Para Rivas, la respuesta está en las pruebas de cada país. “Las pruebas nacionales tienen que fijar sus propios objetivos. Por ejemplo, Colombia tiene desde hace muchos años una prioridad en la educación ciudadana y en la educación para la paz. Y eso debe ser parte del proyecto educativo nacional”.

Rivas aclara que en materia de pruebas, hay unas muestrales, como las Pisa, y otras censales, como las Saber. Así, mientras las pruebas Pisa se realizan con una muestra de la población, las pruebas Saber son un elemento de medición masivo y por lo mismo tienen que recurrir tanto a otros métodos como a otras formas de reducir y simplificar la evaluación. Una de sus ventajas es que permiten hacer análisis comparativos al interior del país. Señala que para mejorar la calidad educativa es importante tener un análisis de distintos tipos de pruebas y entender que éstas tienen alcances diferentes. “El sistema de las pruebas Pisa no es malo para orientar la enseñanza porque se trata de una prueba de competencias. No obstante, es necesario tener evaluaciones que midan capacidades y que por lo tanto las escuelas tengan que obligarse a sí mismas a formar en capacidades”, sugiere Rivas.

En general, este análisis también es una invitación a mirar otros resultados. A diferencia de los otros países estudiados, que empezaron a presentar las pruebas Pisa desde el 2000, Colombia solo ha participado en cuatro ocasiones y todavía no se conocen los resultados de este año. De ahí que el estudio afirme que todavía es muy pronto para sacar conclusionesdel progreso de Colombia. Para Rivas, “El país tiene una agenda educativa muy clara, tiene mucha prioridad por la discusión educativa a nivel social y político, igual que Chile, y mucha más que el promedio de la región, y eso es un camino en la dirección correcta”.