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¿Qué tiene que ver la educación con el desarrollo?

La formación para el trabajo y las carreras técnicas y tecnológicas son claves para erradicar la pobreza, hacer de Colombia una nación más competitiva y darles herramientas a los jóvenes para que mejoren su nivel de vida y cumplan sus sueños.

30 de abril de 2015

Para materializar el progreso en Colombia no se necesita una fórmula mágica; es cuestión de un elemento crucial: la educación en competencias laborales. Se trata de una categoría que agrupa a las carreras técnicas y tecnológicas y (TyT) la formación para el trabajo y el desarrollo humano (también conocida como formación vocacional o certificaciones laborales). Son programas de corta duración que preparan a los estudiantes en una habilidad específica, un oficio.

La experiencia de los países industrializados, en donde hay más personas formadas en competencias laborales que profesionales, muestra que este tipo de educación es clave para el desarrollo. Así también lo indica el último informe de Competitividad Nacional de Colombia: estos programas son fundamentales para impulsar los sectores productivos del país.

También hay ventajas para los estudiantes: son programas cortos (varían entre seis meses a tres años), porque es más fácil vincularse al mercado laboral, por la flexibilidad de la formación (muchos ofrecen educación virtual, a distancia y horario nocturno), porque el retorno de la inversión va a ser más rápido, porque como nunca antes el sector productivo y la industria están demandando este tipo de habilidades.

TyT

“Es una formación que prepara para el empleo, pero igualmente da herramientas para tener iniciativas empresariales. Se trata de una educación orientada a desarrollar actividades productivas y prácticas”, dice Mauricio Alvarado, director de formación profesional Sena, sobre los programas técnicos y tecnológicos que ofrece la institución desde hace 58 años.

“En Colombia por cada seis profesionales hay un técnico o tecnólogo, y lo que ya tenemos claro es que para la industria la proporción debe ser al contrario. Si el país quiere llegar a constituirse en un país competitivo globalmente debe hacer ese cambio”, añade Alvarado.
El Ministerio de Educación Nacional (MEN) se ha comprometido a fortalecer las TyT y a integrarlas con la educación media y el sector productivo. En muchas instituciones educativas del país, sobre todo en las regiones, en los últimos dos años de escuela los estudiantes pueden tomar materias de un programa TyT y acumular créditos para una vez terminen el bachillerato avancen a la universidad.

Además, promueve y acompaña programas en los que las universidades se reúnen con gremios de distintos renglones para diseñar capacitaciones con calidad y a la medida de las necesidades de las empresas. Actualmente hay registrados en el MEN 2100 programas tecnológicos y 893 técnicos profesionales.

En 2002, en el marco del programa Revolución Educativa, del Plan Nacional de Desarrollo, el MEN le dio un gran impulso a las TyT. Los resultados se ven hoy día: en 2003 había 84.652 estudiantes matriculados en programas de técnicos profesionales. En 2008 esa cifra tuvo un pico de 223.062, pero para 2013 bajó a 83.483. Esto no quiere decir que haya menos estudiantes en estos programas, sino que muchos continuaron estudiando y pasaron a las tecnológicas. En cuanto a estas últimas, en 2003 había 130.633 matriculados en programas tecnológicos. A 2013 esa cifra ascendió a 604.410. Sin embargo, apenas el 24,3 por ciento de los graduados actuales son de estos programas. Hace falta camino para llegar a la proporción ideal de los países industrializados.

La oferta de TyT se concentra en las instituciones de educación superior y en el Sena. Las primeras están regidas por el MEN, la segundas por el Ministerio del Trabajo. Luis Ernesto Gómez, viceministro de empleo y pensiones, habló con Semana Educación sobre lo estratégica que es esta formación para reducir el desempleo y la pobreza en Colombia.

“Los sectores más dinámicos de la economía y los que más generan empleo, como la industria, la construcción y el sector exportador, generalmente ofrecen posiciones para mano de obra que no son profesionales. Es decir, van a demandar más habilidades técnicas y tecnológicas”, afirma Gómez. “Sí hay plazas de trabajo que a veces no se cubren porque faltan personas con capacidades específicas”, añade.

El viceministro menciona además el tema del estigma que sufren estos programas. “Una de las cosas que más combatimos es la creencia de que esta es educación para pobres y de mala calidad. Nada más falso que eso. El hecho que los programas del Sena sean gratuitos no quiere decir nada. ¿Acaso la Universidad Nacional es mala? Lo primero que hay que hacer es tumbar esa concepción porque la calidad de los cursos del Sena ha sido internacionalmente reconocida en eventos como el World Skills”.

Gómez afirma que el Ministerio de Trabajo y el MEN unen esfuerzos para elevar los estándares de calidad de estos programas y permitir que tanto técnicos como tecnólogos puedan especializarse en sus campos, tener más experiencia, certificaciones y una carrera con mejor trabajo e ingresos. “A las empresas no hay que venderles la idea, ellas necesitan de estos jóvenes. El trabajo que tenemos es con los estudiantes y las familias: hay que comunicar que esta es una opción de formación perfectamente viable”, añade.

Las TyT son especialmente relevantes en las regiones. Uno de los sectores estratégicos que más necesita técnicos y tecnólogos es el agro, pero es justamente uno de los más desatendidos. Leonidas López Herrán, rector de la Universidad Uniminuto, afirma que estos programas deben atender las necesidades puntuales de estos territorios. “Sin lugar a dudas esta educación genera progreso, y debe enfocarse en las regiones, para que la gente se desarrolle personalmente allí y genere crecimiento para el país. Pero para eso hay que conocer las necesidades de cada lugar, los sectores que quieren promover y diseñar programas estratégicos”.

Manos a la obra


Actualmente se estima que en el país hay 1,5 millones de personas en formación para el trabajo. Estos entrenamientos provienen de las empresas o de centros que ofrecen certificaciones en habilidades específicas. Capacitan a las personas en habilidades específicas y no suelen durar más de un semestre.  

Es un modelo exitoso en Reino Unido, donde organizaciones como Pearson tienen un sistema en el que los estudiantes pueden especializarse e ir ascendiendo en un escalafón que incluso los puede llevar a obtener el título profesional. En Colombia hay registradas 2.534 Instituciones de formación para el Trabajo y el Desarrollo Humano que ofrecen 14.056 programas.

Miguel Ángel Sandoval, presidente de la junta directiva de la Asociación Nacional de Entidades de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano (Asenof), dice que estos programas “son necesarios para el país. Nuestras instituciones vienen formando personas desde hace diez años con calidad y pertinencia y articulados con el sector productivo con base en las mesas sectoriales que producen las normas de competencia laboral para que así formemos al capital humano que necesitan las empresas”. Sandoval añade que la pirámide ocupacional en el país siempre ha estado “torcida frente a la pirámide de educación. Educamos más profesionales cuando en realidad necesitamos más técnicos. Estos últimos son lo que requiere el país para ser más competitivos frente a los TLC y a otros cambios que se vienen”.

El quid del asunto es cómo hacer a la gente más empleable. Y este es precisamente el móvil de organizaciones como la Fundación Corona, que ha enfocado sus esfuerzos en la formación para el trabajo porque están convencidos que es la mejor estrategia para la superación de la pobreza. Se han comprometido a fomentar, promover y propiciar la movilidad social  a través de la educación.

Acompañan iniciativas, desarrollan programas  e investigan la relación entre la productividad y la formación para el trabajo teniendo en cuenta las necesidades de la población actual, su contexto y qué competencias se necesitan para cada área.

Todas estas iniciativas se podrían resumir en algo que la Fundación Corona denomina la ‘ruta de empleabilidad’. Es decir, un camino en el que, de acuerdo al nivel de formación de cada individuo, siempre hay opciones de capacitación que le permitan adquirir habilidades específicas que le abran las puertas al mercado laboral. Así gana el país y gana la gente, porque un trabajo les permite mejorar su calidad de vida y ascender socialmente. Y eso es progreso.