| Foto: Edwin Tamayo Rueda

EDUCACIÓN

El exprofesor que convierte en emprendedores a habitantes de la calle

La idea de que a un hombre con hambre es mejor enseñarle a pescar que darle un pescado ha alimentado numerosas iniciativas a lo largo de la historia.

12 de abril de 2017

Andrew Funk es el fundador de una incubadora de negocios de Barcelona financiada a través de mini-donaciones (crowdfunding) que trabaja para sacar a personas de la calle y reinsertarlas en el mundo laboral.

Antes Funk trabajó como profesor de inglés -fundó su propia escuela de idiomas-, consultor digital y analista en una empresa de capital-riesgo, entre otras cosas. "Pero llevaba mucho tiempo queriendo dedicarme al desarrollo individual y empresarial de las personas", le dijo a BBC Mundo. "Y después de darle muchas vueltas, llegué a la conclusión de que el perfil más complejo eran las personas sin techo, personas que no tienen casi nada", relató.

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Así nació Homeless Entrepreneur ("Emprendedores sin techo"), una asociación formada por personas con y sin techo que trata de dotar a estos últimos con herramientas para que puedan reincorporarse al mundo laboral.

Y la idea también es crear una red de prevención que, en el futuro, podría expandirse al sector de la gente desempleada.

Devolviendo el favor

La iniciativa en cierta forma recuerda a proyectos como el estadounidense The Learning Shelter, un programa de tres meses que ofrece alojamiento, comida y capacitación a indigentes de San Francisco para que puedan rehacer su vida.

Su fundador, Marc Roth, es un antiguo sin techo que un día decidió invertir US$50 de los US$60 de su pensión mensual en una membresía de TechShop, un espacio comunitario en el que sus socios tienen acceso a computadoras y equipamiento informático de última generación.

Después de unas semanas trabajando allí, Roth comenzó a recibir encargos y, tan sólo unos meses después, fundó su propia compañía de hardware: SF Laser. Y ahora, sigue confiando en el lema que marcó su vida, Build Your Dreams ("Construye tus sueños"), y trata de ofrecer oportunidades a personas que, como él en su día, atraviesan dificultades.

Mientras que los beneficiarios de Emprendedores sin techo tienen que adquirir un compromiso similar con la asociación. Así, personas como Paco, un desarrollador web de 40 años que llevaba tres años sin hogar, se comprometen a donar el 10% de lo que ingresen durante los primeros 6 meses en su nuevo puesto de trabajo.

Y también a reinvertir en Emprendedores sin Techo el 50% de los beneficios que generen sus productos o servicios para ayudar a que otras personas salgan adelante.

Inversión, no caridad

En el caso de Paco, Emprendedores sin Techo funcionó prácticamente como agencia de contratación. "Mientras trabajaba en un proyecto para el Banco Interamericano de Desarrollo una empresa me contactó a través de LinkedIn y me preguntó si conocía a algún desarrollador web", recuerda Funk. "Me acordé de Paco, le hicieron una entrevista y empezó a trabajar con ellos hace un mes y medio", le contó a BBC Mundo.

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De la misma manera, las personas que forman parte de la asociación comparten una red de contactos y buscan trabajo para los participantes en distintos sectores. Y con las contribuciones también intentan proporcionar herramientas para crear la estructura necesarias para reinsertarse en el mercado a personas como Andrzej.

Andrzej es un masajista polaco que vive en la calle, en el Paseo de Picasso de Barcelona. Para ayudarle, Funk y su equipo compraron una camilla para que pueda practicar y firmaron un acuerdo con una escuela de masajes, con sede en la ciudad, donde Andrzej asistirá a unos cursos mensuales y recibirá una formación gratuita que le permitirá obtener los certificados necesarios para ejercer su oficio.

Y para lograr el objetivo de doblar el número de participantes en Emprendedores sin Techo cada seis meses, Funk está desarrollando una aplicación que pone en contacto a estas personas con profesionales interesados en terminar con la indigencia.

Microcréditos, no donaciones

Según el emprendedor estadounidense de 35 años, que la gente con la que trabajan entienda que tienen que compartir lo que ganan, ha sido un reto. "Llevan muchos años en la calle y están acostumbrados a pedir a cambio de nada". "Pero este no es un proyecto caritativo", insiste. " Yeso es lo bonito, que tratamos de convertir las donaciones en depósitos".

"Al fin y al cabo, una donación es invertir dinero a fondo perdido y lo que nosotros buscamos es conseguir microcréditos", es su conclusión.

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