| Foto: Cortesía DirectTV

NACIÓN

La Escuela que le roba jóvenes a los grupos ilegales

En Tumaco, hay una escuela en la que niños y jóvenes pasan las horas después del colegio en vez de estar en las calles a merced de la delincuencia y la violencia. Pero, ¿cuál es el incentivo para que se mantengan ahí?

Julia Alegre, periodista de Semana Educación
14 de julio de 2016

Dicen que Nelson Mandela celebró cada derrota de los Springboks durante los 27 años que pasó en prisión. Los negros animaban a cualquier equipo que se enfrentara contra la selección nacional de rugby de Sudáfrica, un símbolo de la supremacía blanca en tiempos del apartheid

Los partidarios de Mandela, recién elegido presidente del país, no entendieron como en 1995, durante el Mundial de Rugby de Johannesburgo, delegó en los Springboks la tarea de unir a negros y blancos bajo una misma expresión: el deporte y “su poder de cambiar el mundo; de crear esperanza donde alguna vez hubo sólo desesperanza”, se justificó.

El resto ya es historia: Sudáfrica se llevó la copa de campeón del mundo, mientras el país se unía en torno al rugby.

Algo parecido sucede en Tumaco, donde día tras día el fútbol le hace un hat trick a la violencia, sacando a los jóvenes de las calles y metiéndoles en una chancha a sudar, alejándolos de los grupos al margen de la ley que operan en la zona.

Luis Elvis es feliz cuando pisa una de esas chanchas. "Si no jugase al futbol ahorita estaría en la calle con los amigos del barrio quién sabe en qué. No fuera nada", sentencia solemne, aunque hace un rato era pura risa y desparpajo bailando el ‘Ras tas tas’, la canción de la Selección Colombia en el Mundial de Brasil. Porque el Pacífico es también ritmo y sabrosura.

Tiene 16 años y es arquero de la Escuela de Fútbol de Alto Rendimiento de la Fundación EFAP (Escuelas de Fútbol de Alto Rendimiento en el Pacífico), gratuita para los jugadores y situada en el sector tumaqueño de El Morro. Acude ahí todas las tardes de la semana, después de recorrer un trayecto a pie de cerca de 40 minutos. Si le alcanzan los 2.000-3.000 pesos que cuesta el mototaxi, se ahorra la caminata. Entrena en promedio unas cuatro horas diarias en la cancha de arena que hoy es un barrizal debido a las lluvias de la noche anterior.

Está en grado 11, y su objetivo más inmediato es sacar un buen resultado en las pruebas Icfes para estudiar Medicina. Luego, quizá, ser como David Ospina o Keylor Navas, a quienes admira. “Todas las mañanas me levanto a leer sus biografías; el arquero es una posición muy jodida; es más lo que uno sufre que lo que uno goza”.

La Perla del Pacífico, como se conoce a Tumaco, es uno de los municipios más violentos y pobres de Colombia. Según cifras del Instituto de Bienestar Familiar (Icbf), el 23 % de los niños está en condición de abandono, 2.000 jóvenes están vinculados en la actualidad a algún grupo al margen de la ley y sólo uno de cada diez estudiantes termina el año escolar.

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Pero esta perla, de apenas 203.971 habitantes, también es el semillero más importante del fútbol del país. De ella han salido cerca de 1.500 futbolistas profesionales que engrosan –o lo hicieron- las filas de todos los equipos nacionales, y algún que otro internacional. Jugadores como Pablo Armero, Víctor Ibarbo, Mauricio Cuero, Willington Ortiz o Léider Preciado. Lea: ‘Los 10 mejores goles de la historia del fútbol colombiano‘.

Gilbert espera ser parte de esa lista algún día. Con 16 años es el capitán del equipo Sub 17 de la EFAP con el que viaja por todo el territorio disputando torneos. Nunca antes había salido de Tumaco, igual que la mayoría de sus compañeros. Tampoco había dormido en un hotel o se había duchado con el agua que cae del grifo con sólo girar la llave de paso. “Eso es lo que le da a uno el futbol: cosas lindas. Unos compañeros excelentes, unos padres que son los profesores... Muchas alegrías”.

Desde que tiene uso de razón ha tenido un balón entre los pies. Con cinco años daba sus primeros pases con pelotas roídas y deshinchadas que ahora ha sustituido por unas profesionales que le facilita la fundación. Su posición es la de volante de enganche (el que dirige los despliegues de su equipo en el contragolpe), aunque, como él dice, “soy un jugador de futbol, donde el profe me necesite, ahí estoy”.

Dicen en Tumaco que la mayoría de futbolistas tumaqueños se olvidan de sus raíces cuando se vuelven profesionales. “Se llenan de goles, éxitos y millones y luego desaparecen”, confirma Clemente Cuellar, entrenador y uno de los fundadores de la Escuela en 2002, mucho antes de que la EFAP se le midiera a apoyar esta institución deportiva que dejó de recibir financiación estatal de Coldeportes en 2005. “Los muchachos son muy desagradecidos; llegan aquí y no se arriman ni a saludarlo a uno”, asegura el "Profe", como le llaman sus pupilos. 

Gilbert no quiere convertirse en uno de "esos a los que les preguntan de dónde son y responden cualquier lugar menos Tumaco”, explica. Y añade: "Yo sé de dónde vengo; he comido barro y arena en esta cancha y eso no se me va a olvidar".

Se acaba de graduar de bachillerato sin perder un solo año. Quiere estudiar Criminalística. “En mi barrio se los digo y no me creen. Ahí están con drogas, conflictos. Pero yo no puedo involucrarme con ellos y quedarme allí fumando vicio y haciendo otras cosas”.

“Si quiere jugar, estudie”

La Escuela de Alto Rendimiento tiene una norma básica e inquebrantable: “quien no estudia, no puede estar aquí”, explica el Profe. Esta idea de armonizar deporte, estudios y algo de chantaje emocional ha permitido que, en los once años que lleva abierta la institución, más de mil niños accedan al sistema educativo.

Una combinación ganadora que también convenció a Pedro Michelsen, un joven bogotano de 21 años, que constituyó la Fundación EFAP y se alió con el Profe en 2014 para sacar la Escuela adelante. “Uno le dice a estos muchachos, mire, necesito que vaya a la escuela para que se saque el Icfes, vaya a la universidad y consiga un trabajo en el que ganará un millón de pesos. Ellos dicen, ¿pero cómo? Yo cojo una pistola y me gano cinco. Pero si tú al lado de esa pistola le pones un balón y les dices: no mire, con este balón a lo único que le estoy invitando es a que haga lo que ama. Por medio del fútbol es más fácil involucrarles poco a poco en la educación”.

En la actualidad son 167 niños y jóvenes, con edades comprendidas entre los seis y los 17 años, los que han aceptado este modelo pedagógico que ofrece la Escuela de la EFAP. Así pues, por las mañanas asisten al colegio, y por las tardes, al entrenamiento.

Su obligación es tener un buen desempeño académico y demostrarlo, por lo que cada semestre le llevan el boletín de notas al Profe. A cambio, reciben gratis guayos, uniformes para competir, un espacio en el que entrenar y las indicaciones de Clemente y otros siete entrenadores.

Jugar al fútbol de forma digna

Hoy ni Gilbert ni Luis Elvis están en la cancha entrenando, aunque les gustaría. Hoy su tarea es otra: llenar de colores las paredes de la Escuela para hacer de esta un lugar más acogedor.

Se trata de la última fase del proyecto que ha liderado DirectTV con aliados como la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), el Ministerio de Educación y Semana Educación. Una iniciativa cuyo objetivo ha sido el de reformar la institución que se caía a pedazos desde que el Estado dejó de financiarla en 2005.

El Profe Clemente, junto con los otros fundadores, se negaron entonces a cerrarla: tenían 350 niños matriculados, pero no los recursos para conservar la infraestructura en buenas condiciones. 

Fueron nueve años en los que la mantuvieron a duras penas, sin cobrar sueldo y sin apoyo de la Alcaldía ni la Gobernación de Nariño. Sólo la llegada de Pedro Michelsen y la Fundación EFAP les dio un respiro, pero él tampoco tenía los recursos económicos necesarios para sacarla adelante y mejorar las instalaciones deportivas al nivel que lo ha hecho DirectTV. La empresa privada ha invertido 100 millones de pesos en este proyecto.

“Hubo un momento en el que íbamos a tirar la toalla porque esto era insostenible. Metimos el hombro hasta donde pudimos y nada. Pero este sueño que se venía forjando desde hace rato se ha hecho realidad. Estoy emocionado”, relata el Profe. (Lea: ‘La mala hora de Tumaco‘).

Durante la inauguración de la Escuela EFAP, la alcaldesa de Tumaco, Emilse Angulo, se comprometió a mantener las intalaciones en las mismas condiciones que las dejó DirectTV. Que el tiempo y la falta de apoyo político no vuelva a derrumbar sus cuatro paredes.  "Nos sentaremos con la persona que está administrando y colaboraremos con el sostenimiento”, prometió.

Ahora, lo único que queda es esperar dos cosas. La primera, ver si la promesa de la Alcaldía se cumple y no se queda en el papel una vez más. La segunda, ver cuántas alegrías se lleva Colombia con esta camada de futuros jugadores que sueñan con ser James, Ospina o Cuadrado y llevar el nombre de Tumaco donde otros reniegan. 

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