El festival de teatro, una fiesta que involucra a la educación. | Foto: Guillermo Torres

OPINIÓN

Teatro para transformar nuestra cultura

Cada dos años, Bogotá se llena en Semana Santa de magia y cultura, en lo que es considerado por muchos como el festival de teatro más grande del mundo y el cual condensa algunas de las más importantes expresiones del arte mundial.

Julián de Zubiría
15 de marzo de 2016

Acaba de arrancar la XV edición del Festival Iberoamericano de Teatro, liderado por Anamarta de Pizarro, vinculando para esta ocasión 33 países y cerca de 4.000 artistas, con México como invitado de honor y con un acuerdo especial para traer lo mejor de las artes escénicas de los países nórdicos.

Son dos semanas en las que tenemos la fortuna de acceder a un bellísimo y variado homenaje a las mil y una formas que adopta la diversidad y multiculturalidad humana. Aun si uno pudiera visitar cada uno de estos países aquí representados, no podría asistir a sus mejores obras, ya que el idioma y el limitado tiempo de un turista no lo permitirían. Suponiendo que se superaran estos obstáculos, lo más probable es que los principales grupos estarían de gira en eventos análogos al que celebramos en estos días en Bogotá y que los precios serían mucho más altos de los que se pagan en Colombia, gracias al subsidio conseguido por los organizadores del festival. Por ello, bien vale la pena aprovechar una oportunidad de oro para acercarnos a algunas de las mejores expresiones de la cultura mundial.

En un país que está a punto de resolver el conflicto más largo y cruento del mundo occidental, el primer imperdible es Labio de liebre en el remozado Teatro Colón: Una obra sobre el perdón y la venganza, pertinente dilema para este momento de la historia colombiana en el que estamos ad portas de un acuerdo final sobre el conflicto armado. Considerada la mejor del teatro nacional durante el 2015, aborda los dilemas éticos del victimario y de los familiares de las víctimas después de perpetrada una masacre de campesinos.

Del teatro clásico hay tres imperdibles: Fausto, Hamlet y Boris Godunov, dirigidas por algunos de los mejores directores del mundo. Las dos primeras en el Teatro Mayor y la tercera en el extraordinario teatro de Colsubsidio. En la versión del Fausto de Goethe adaptada por Pandur, sobresale un escenario monocromático en el cual los personajes parecen flotar sobre espejos de agua; contexto muy pertinente para abordar el dilema sobre el bien y el mal presente en la obra clásica. La versión de Hamlet nos llega de Dinamarca. Es una reescritura y contextualización actual del clásico de Shakespeare sobre la fidelidad, el poder y la traición. En esta ocasión, llena de música.

La obra Boris Godunov, de Pushkin, evidencia la influencia de Shakespere en este clásico ruso, tal como lo reconoció su propio autor. Narra la tensión que se vivía en Rusia a inicios del siglo XVII entre el zar y el pueblo, cuando éste se entera de que aquel ha asesinado a un niño. Peter Stein logra una puesta en escena cinematográfica contemporánea, conservando el clasicismo en las actuaciones del grupo de teatro ruso que dirige en esta ocasión.

La obra surafricana Missing aborda el drama del exilado que convive en dos patrias: la que lo alberga y la que lo expulsa. Es una tragedia política y humana en la que se ponen en juego la esperanza, la lealtad, la memoria y el olvido. La obra transcurre cuando el protagonista decide volver a la patria que lo expulsó para castigarle su lucha contra el Apharteid.  La tensión con su familia y con sus amigos demarcará sus conflictos actuales y pasados.

Desde Chile nos llega una Historia de amor para evidenciarnos en los seres humanos la dificultad de diferenciar entre la razón, la locura, la realidad y lo imaginario. Como es propio del teatro moderno, la actuación se mezcla con fondos fílmicos y multimedia. En otro escenario, la cantante española Ana Belén despliega todo su talento teatral encarnando a una Medea “políticamente incorrecta, que va contra toda la normativa occidental acerca del papel de la mujer”, como afirma su director José Carlos Plaza.  

Del país invitado es imperdible el Círculo de Cal, basada en una de las últimas obras de Bertolt Brecht, en la versión de un gran director y de una gran compañía teatral.  ¿Qué nos da derechos sobre la tierra y sobre los hijos? Para Brecht, es el hijo quien tiene derecho a una madre mejor, ya que, en este caso, la que tuvo –que es la esposa del gobernador de la región­–, lo abandona para salvarse durante la guerra civil. El mensaje se extiende a la propiedad sobre la tierra y al cuestionamiento sobre el mundo que dejaremos a nuestros hijos si seguimos talando indiscriminadamente los bosques.  

Para los amantes de la música hay múltiples y variadas opciones. Del país invitado llega el colorido Ballet Floklórico de la Universidad de Guadalajara, considerado uno de los mejores de México. De Brasil llega Maravilloso, creativa integración de la tragedia de Fausto y el Carnaval de Río, y también Gonzagao, homenaje a un recordado músico del norte. De Holanda, la sensacional trompetista y jazzista Maite Hontelé. De España es infaltable el baile flamenco, que en esta ocasión rinde homenaje a Chavela Vargas.

Para los amantes del circo moderno, retorna el fantástico grupo canadiense Eloize, que ya ha encantado en las ocasiones anteriores que nos ha visitado. De Rusia, Slava”s Snowshow con sus payasos y su arte clown, quienes participaron en la creación de la obra Alegría del Circo del sol.

Dos directores colombianos son imperdibles por sus excepcionales trabajos representados en festivales anteriores: Omar Porras y Álvaro Restrepo. La obra que trae Porras es teatro contemporáneo con fuertes y profundos dilemas éticos, ya que narra la historia de una dama que retorna a su pueblo convertida en millonaria. Ella aprovecha esa condición para garantizar que sus caprichos se cumplan. La obra de la Compañía Cuerpo es un homenaje a uno de los creadores de la danza Butoh. De allí su título, Flowers for Kazuo Ohno, una aproximación plástico-teatral y de movimiento al bailarín y creador japonés.  

En estas dos próximas semanas Bogotá se convertirá en un gigantesco escenario de reconciliación entre naciones, idiomas y artes diferentes, algo esencial en un país que aspira a construir la paz, la cual solo será posible con una profunda transformación cultural en la que tendremos que participar todos. El Festival Iberoamericano de Teatro aporta 3 millones de espectadores en estos diez y siete días en todos sus variados y diversos espacios. Tiene toda la razón el director mexicano Luis de Tavira cuando concluye que el teatro nos permite ser “testigos del presente y constructores del cambio”. De allí que el mejor apoyo que le podemos dar al festival es asistir para garantizar que subsista, y que al hacerlo, siga contribuyendo al necesario cambio cultural en el país.

Para el debate
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