| Foto: Tomada de Facebook

POLÉMICA

Deje de humanizar a su perro

Muchas personas tratan como humanos a las mascotas ahora. Semana Educación le explica por qué los animales domésticos pasaron de guardianes a miembros de familia.

10 de febrero de 2017

Las sociedades no siempre han tenido el mismo comportamiento con los animales: las culturas han construido diversas relaciones con el tiempo, los han visto como seres sobrenaturales malévolos, divinos y personas. El resultado con el paso de los años no ha sido homogéneo: para algunos un perro o un gato es un miembro de familia, mientras que para otros son animales domésticos no muy diferente a una gallina. La candidata a doctora en Salud Pública de la Universidad Nacional, Myriam Acero, explica en su investigación cómo ha cambiado el trato hacia los animales en Bogotá.   

Los perros y gatos habían sido dioses y también demonios durante la Antigüedad; la Iglesia  Católica los había prohibido en las casas durante la Edad Media, porque mezclar a humanos y animales transgredía diabólicamente las fronteras dispuestas por el Señor. En la colonial los perros y gatos eran animales domésticos: su función consistía en estar al servicio del Hombre, advertían con ladridos cuando se acercaban los intrusos o prevenían la transmisión de  enfermedades al controlar a los roedores. Así, la tradición de vivir entre animales, cuidarlos y comprarlos para tener compañía es relativamente reciente, asegura Acero.

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Todo empezó cuando en Inglaterra se popularizó tener “mascotas” como una actividad placentera. Los perros y gatos eran compañeros, y además, representaban un símbolo de distinción y estatus en la sociedad victoriana. En Bogotá el desarrollo de la urbanización y la influencia europea hizo que los animales dejaran su utilidad como guardianes y se convirtieran en compañeros, con un vínculo afectivo que se ha hecho cada vez más estrecho. “En este sentido, lentamente los animales fueron ocupando un lugar más importante en los hogares de los bogotanos, al punto de convertirse en un integrante más de la familia”, aseguró Acero.

“Este evento tiene repercusiones sociopolíticas de gran importancia que van desde lo cotidiano hasta lo político y económico”, sostuvo. La profesora de la Universidad Nacional hizo un trabajo de análisis en refugios para animales, tiendas para mascotas, consultorios veterinarios, hogares bogotanos para determinar las nuevas relaciones. La conclusión es que se ha abierto una brecha entre quienes consideran que los animales de compañía representan un peligro y los que creen que deben ser miembros de la familia.

La discusión ha trascendido la esfera doméstica. Han ocurrido casos de envenenamiento masivo de perros callejeros, no se ha controlado el abandono de los animales y la situación ha empeorado por el descuido estatal que no ha controlado efectivamente el crecimiento poblacional, por falta de recursos, según concluye. Por otra parte, los vínculos afectivos con los animales también han traído consecuencias negativas. Según Acero, tratar a los animales puede tener graves efectos: les dan helados, dulces, bajo la idea de que merecen disfrutar de los mismos placeres gastronómicos de los humanos, a pesar de los problemas de sobrealimentación que les puedan ocasionar.

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Sin embargo, Acero aclara que no todas las conductas humanizantes son negativas. Está bien que se les hable a los animales, así los humanos expresan los sentimientos y establecen vínculos. “Pero no no es bueno vestirlos o darles alimentos que no son de su tipo. La humanización también puede llevar a problemas de conducta como el apego exagerado y el sufrimiento”. Otro riesgo de la humanización son los costosos tratamientos médicos cuando las mascotas se enferma: muchas familias no pueden asumir el gasto y se ven obligados a hacerle eutanasia a un miembro de la familia”.

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