| Foto: Semana Educación

OPINIÓN

Macondo no habla inglés

Solo uno de cada diez colombianos habla inglés, una cifra preocupante para una economía que pretende entrar al club de los países ricos y acercase a los niveles educativos de los estados industrializados.

Mario Fernando Hurtado
16 de abril de 2016

La imagen de Colombia en el exterior ha mejorado. El país que hace una década era comparado con Irak o Siria hoy es visitado por miles de extranjeros, en su mayoría europeos que buscan descubrir un país rico en paisajes, ciudades y cultura. El gobierno quiere atraer el turismo y el nuevo eslogan es “Colombia: realismo mágico”. Y de verdad es realismo mágico ver un país que invita a los extranjeros a visitarlo y no tiene personal capacitado para hablar inglés, así que los turistas padecen al hacerse entender en  taxis, restaurantes, museos, supermercados y hasta en los mismos aeropuertos, pues aunque no hay cifras al respecto, es claro que muy pocas personas de las que trabajan en las terminales aéreas dominan el inglés.

¿Por qué ocurre eso? En Colombia, el inglés ha sido considerado un elemento diferenciador en la educación de las clases medias y altas, es decir, la mayoría de los colombianos no acceden a una educación bilingüe y las políticas del Estado son muy frágiles para visualizar un cambio en los próximos años. Así que de ese 10 % de la población que conoce el idioma, muy pocos trabajarán en áreas de los servicios como aeropuertos, hoteles, restaurantes, guías o en servicio al cliente, porque el inglés se considera una lengua culta y no franca (de uso masivo).

Hacer que la población aprenda a usar el inglés como lengua de comunicación va más allá de traer algunos profesores, o de una política exclusiva de la escuela. Se deben ambientar los espacios para el contacto con la lengua, por ejemplo, que la televisión pública comience a ofrecer programas en inglés, que el menú de los restaurantes venga en dos idiomas, que las señales de tránsito, la publicidad y las comunicaciones expongan a los colombianos al conocimiento básico de la lengua de Shakespeare y, por supuesto, programas de inglés serios y continuos en la escuela, las universidades y en las empresas, con todo lo que implican. No es solo que el profesor domine la lengua, son también los materiales necesarios y una política integral de contacto con el inglés para que cuando nos visiten europeos, asiáticos, africanos, australianos o norteamericanos, el realismo mágico se aprecie en la belleza y riqueza de Colombia, y no en la dificultad para comunicarse en un país que los ha invitado a conocerlo.

*Editor Semana Educación @hurtadobeltran