Un grupo de estudiantes trabajando en el proyecto 'Ramoncito y las plantas aromáticas'.

EXPERIENCIAS

Los docentes y estudiantes de Cundinamarca se la juegan por la investigación, la ciencia y la tecnología

Tres proyectos pedagógicos del departamento han despertado el interés de los jóvenes por la investigación de sus contextos inmediatos.

29 de junio de 2014

La investigación, la ciencia y la tecnología son vitales para toda economía, sobre todo en los países en desarrollo. Y todo comienza en la escuela. Según un documento de la Organización de Estados Iberoamericanos y la UNESCO, de Juana Nieda y Beatriz Macedo, enseñar ciencias a temprana edad tiene un papel importante en el pensamiento lógico de los niños, al igual que en prácticas críticas, y los ayuda a estar mejor preparados para una sociedad que nunca cesa de transformarse.

“Ya no es posible reservar la cultura científica y tecnológica a una elite. Es necesario que amplios sectores de la población, sin distinciones, accedan al desafío y la satisfacción de entender el universo en que vivimos y que puedan imaginar y construir, colectivamente, los mundos posibles”, dicen las autoras.

Para Nieda y Macedo, es imperativo que la educación científica exista en la escuela, siempre y cuando sea de calidad y para todos.

Bajo esta misma filosofía nace el proyecto "Formación en Ciencia, Tecnología e Innovación", una apuesta de la Gobernación de Cundinamarca, a través de la Secretaría de Educación, para fomentar una cultura ciudadana y democrática que sea soporte para el mejoramiento de las capacidades regionales en temática de Ciencia, Tecnología e Innovación. Este programa nació con base en los avances y expectativas del departamento frente al Programa Ondas -una iniciativa de Colciencias- y con él se espera promover procesos de investigación que busquen alternativas de solución a las necesidades y problemáticas propias de la región.

En el marco de este programa se están formando mil docentes como investigadores, que a su vez liderarán igual número de grupos de investigación infantiles y juveniles. Estos grupos harán parte de redes temáticas y de apoyo, configuradas en el Departamento para afianzar el avance de las indagaciones realizadas por estudiantes, maestros y comunidad en general.

Así mismo, como parte de la excelencia que Cundinamarca busca para promover la profundización en Ciencia, Tecnología e Innovación, se están formando cerca de 80 maestros en programas de posgrado a nivel de maestrías en investigación, los cuales no sólo aplicarán sus conocimientos en las aulas, sino que serán multiplicadores de estos conocimientos con otros docentes de la región.

En la Secretaría de Educación de Cundinamarca, ya son varias las instituciones que se han acogido a esta iniciativa pedagógica. SEMANA Educación habló con tres maestros cuyas propuestas combinan lo mejor de la educación en ciencia y tecnología y una consciencia del contexto cundinamarqués y de las necesidades de la sociedad en la que vivimos. Tres experiencias que demuestran que el pensamiento científico no solo se aloja en los grandes laboratorios, sino que habita en lo cotidiano.

Ramoncito y las plantas aromáticas (Funza)
Todos los niños de la Institución Educativa Agropecuaria de Funza saben quién es Ramoncito. Viste como granjero y para ellos es un súper héroe que los motiva a aprender de la siembra de plantas aromáticas que se han ido extinguiendo en la región por cuenta de las grandes construcciones.

Bajo el lema de “Sembrando nuestra tierra haremos de ella un paraíso saludable”, la docente Julia Amparo Ramos Torres ha logrado que los niños de cinco a doce años se involucren en la huerta escolar, aprendan a gestionar proyectos, fomenten su espíritu investigador y trabajen en campos tan diversos como el arte, las matemáticas y el lenguaje.

Este proyecto se enfoca en las necesidades de salud y bienestar de los niños, para encontrar un alivio natural a problemas como dolores de cabeza, parasitismo, fiebres etc.

“Se hizo necesario promover la participación de estudiantes en el conocimiento y reproducción de plantas aromáticas con el fin de extender su uso en la comunidad y promover acciones de investigación que contribuyen al beneficio propio, retomando costumbres practicadas por los abuelos en el uso de las plantas para beneficio de toda la comunidad”, dice la maestra Ramos Torres, una docente con más 22 años de experiencia quien afirma que escogió esta profesión para servirle a la sociedad y contribuir con la formación de niños.

En 2014, como parte de la segunda etapa del proyecto, los niños empezaron a producir jabones ecológicos, aplicando los métodos artesanales de los campesinos. De esta manera aprenden a identificar aromas y colores a través del ensayo y error.

Banda ecológica San Joaquín (La Mesa)
La conciencia medioambiental también es un elemento crucial en la iniciativa del maestro Pablo Sánchez, docente hace nueve años porque cree firmemente que desde las aulas se puede transformar la sociedad.

El proyecto es una banda marcial como pocas. Todos los instrumentos están hechos de materiales reciclados y cada uno de ellos fue construido por los alumnos de la institución de los cursos sexto a once.

“Fomentamos el aprendizaje en ciencia y tecnología a través del uso adecuado de los residuos sólidos. Los muchachos tratan con distintos materiales y medidas que van documentando y así encuentran los adecuados para el sonido de su instrumento. Esto se empalma con una educación adecuada al contexto en el que nos encontramos, donde hay una problemática ambiental por cuenta de estos desechos”, dice el profesor Sánchez.

El grupo comenzó en 2012 con 26 estudiantes, y hoy día ya son 70, cada uno de ellos construye y toca su instrumento. Además, ahora trabajan en diseñar los trajes de la banda marcial también a partir de material reciclable.

“Trabajan su expresión artística y también el castellano porque tienen que entregar reportes; se vuelven creativos y además siempre están procesando datos y sistematizando sus conocimientos”, concluye Sánchez.

Proyecto hídrico Colegio Rufino Cuervo (Chocontá)
En el curso de los últimos años, el agua de la quebrada El Ratón, que cuenta con seis kilómetros de largo, se ha deteriorado y ha perdido la biodiversidad que la caracterizaba. Frente a esta problemática ambiental, el profesor Andelfo Castañeda planteó el proyecto Caracterización y restauración de la quebrada El Ratón, e involucró a sus alumnos desde grado quinto hasta once.

“Los estudiantes son la fuerza que mueve todo este proyecto. A través del programa Ondas promovemos la investigación en niños y jóvenes, e igualmente la divulgación de ciencia y tecnología por medio de las ferias de ciencias”, dice Castañeda.

El objetivo del proyecto hídrico tiene dos partes. Primero, saber qué tiene la quebrada en cuanto a fauna y flora, el estado del agua, de la cuenca, de la población adyacente. Segundo, la recuperación del cuerpo del agua para volver al estado inicial con la participación y toma de consciencia de la comunidad.

“Nos reunimos cada ocho días. Mientras un grupo de alumnos hace trabajo de campo, los otros van al laboratorio a analizar muestras. Esto rescata en los niños la capacidad de preguntarse acerca del mundo, fomenta sus habilidades científicas como resolución de problemas, e igualmente fortalece las capacidades trabajo en equipo. Aprenden a plantear una investigación, a justificar un proyecto y divulgarlo “, dice Castañeda, licenciado en Biología y maestro hace siete años.

Aunque este maestro afirma que es difícil saber cuánto va a tomar la recuperación de la quebrada, afirma que la experiencia no solo ha ayudado a los jóvenes en su desempeño académico sino que ha fortalecido sus competencias ciudadanas y su liderazgo, y los ha alejado de problemáticas como pandillas y drogadicción.