| Foto: Archivo SEMANA

CONFLICTO

La violencia en Colombia empieza en los hogares

El 66% de los niños desmovilizados fueron golpeado en sus casas; el 25% sufrió violencia sexual, y de esos, en el 80% de los casos el agresor era un familiar. Así lo reflejan cifras presentadas en la Universidad de Los Andes por Gonzalo Gutiérrez.

8 de noviembre de 2016

En No ganó en las urnas el 2 de octubre. Después de los resultados, las movilizaciones estudiantiles y las expresiones de apoyo a los acuerdos circulan en las redes sociales y en los medios. Es general el anhelo: esperan que se firme el acuerdo para alcanzar la paz en Colombia. Los detractores también comparten mensajes, pero de indignación; enuncian los privilegios que recibirán los guerrilleros y señalan al comunismo como el principal mal de la patria. No admiten concesiones judiciales ni políticas.

El ambiente es de polarización. Las convicciones son antagónicas, pero tienen un punto en común, asocian la violencia, los males y las esperanzas, a las Farc. Desde luego, cambia el método: más o menos concesiones, aceptar o volver a negociar, reformar o no el agro, sin embargo, todos afirman que quieren lo mismo. La paz es el fin último: para lograrlo hay que llegar a un acuerdo con la guerrilla, como si acabar la violencia dependiera de un pacto con los grupos al margen de la ley.

Si se firma la paz, los niños dejarán de sufrir por la violencia, bajarán del monte a las escuelas y escribirán el futuro del país no con balas, sino con balígrafos. Esa es la mirada que ve con esperanza los acuerdos de paz. Los que critican lo acordado en La Habana lo plantean de una manera diferente: exponen largas estadísticas de reclutamiento de menores, para explicar los males de las Farc. En uno y en otro caso, las guerrillas parecieran los responsables de las pocas posibilidades de los niños en el campo.

El problema es que la guerra no solo se encuentra en el monte, ni en los callejones. La violencia también está en los hogares. El 66% de los niños desmovilizados fueron golpeado en sus casas; el 25% sufrió violencia sexual, y de esos, en el 80% de los casos el agresor era un familiar. Dormían con el enemigo. Las botas y el fusil, con independencia del bando, eran el refugio de otra guerra en casa. Así se lo sostuvo a Semana Educación Gonzalo Gutiérrez, director del centro para el reintegro y atención del niño (CRAN).

Después de trabajar con los niños y jóvenes desmovilizados, asegura Gutiérrez, los muchachos decían que habían encontrado protección y seguridad en las bandas criminales, las pandillas, las guerrillas y las autodefensas. Porque pertenecer a un grupo les dio la seguridad que les negó un hogar marcado por la negligencia, el abandono y la violencia. “Muchas veces simplificamos una problemática compleja, como la vinculación de niños en el conflicto, porque la relacionamos más con la presencia de actores armados, que con  las familias disfuncionales, las comunidades poco solidarias y el Estado ausente”, sostuvo.

Alcanzar la paz y desvincular a los niños de la guerra va mucho más allá de la firma de un pacto y de la incidencia de un grupo. La violencia ha sido estructural en el país y corregirla desde las casas y las aulas tiene que ser un principio que vaya más allá de las posiciones políticas que responsabilizan, dependiendo de la posición ideológica, a las autodefensas, las bandas criminales, el ELN, las Farc o el Ejército. La violencia está en cada hogar y cada comunidad es responsable de restablecer el tejido social y crear una sociedad diferente.