Una de las obras referentes de la transformación de las escuelas de Antioquia es el Centro Educativo Rural Fabián Sebastián Jiménez en el municipio de Marinilla, que recibió mención de honor en la Bienal Colombiana de Arquitectura 2014. Foto: Cortesía Gobernación de Antioquia

INFRAESTRUCTURA

La esperanza está en obra en los colegios de Antioquia

Uno de los pilares de la transformación educativa de Antioquia tiene su origen en el mejoramiento de los ambientes de aprendizaje, al entender que la calidad de la educación comienza por la dignidad de los espacios.

4 de octubre de 2014

“Cuando hacía frío y llovía era imposible estudiar porque los cuadernos se mojaban y había mucho pantano, y cuando hacía mucho calor las carpas se calentaban y nos desesperábamos porque ¿quién estudia así?”.

Con estas palabras Miguel Ángel Herrera, a sus escasos 8 años, resume lo que para él significó estudiar durante dos años y medio en la improvisada sede del Centro Educativo Rural El Tostado, una de las 41 obras inconclusas que en 2012 tuvieron que asumir los alcaldes y la Gobernación de Antioquia en el empalme de sus administraciones.

Hasta ahora, los maestros y sus estudiantes fueron los únicos que pagaron el costo de la mala planeación y falta de prioridades. Un diagnóstico realizado en 2012 reveló que el 80 por ciento de las sedes educativas del departamento requerían por lo menos una mejora en sus instalaciones, por no mencionar aquellos que debían reconstruirse en su totalidad, al tratarse de estructuras que ponían en riesgo la vida de las comunidades. Allí enseñar y aprender se convirtió una tarea de alto riesgo.

La historia del Centro Educativo Rural El Tostado, ubicado en el municipio de Betulia, es la de miles de escuelas rurales. Espacios afectados durante años por el olvido, a donde acuden a diario maestros a enseñar conceptos básicos, pero esencialmente a sembrar esperanza entre sus estudiantes, porque para algunos de ellos es tentador el espejismo del dinero, que los hace desertar de las aulas para dedicarse a trabajar, sin pensar en un mañana limitado por el bajo nivel académico.

El Tostado se encuentra en parte de la cordillera occidental, en la mitad de una montaña. Un lugar al que solo se llega tras haber recorrido tres horas desde Medellín hasta el casco urbano de Betulia, a lo cual se suma hora y media adicional por carretera destapada. Si se tiene carro.

Allí 67 niños, un maestro y una maestra acaban de estrenar una nueva escuela que de alguna manera reivindica el valor de su labor.

Ellos enseñaron en espacios que variaron entre la estructura abandonada de lo que se suponía iba a ser el colegio, la tienda de la vereda, carpas construidas con lonas abandonadas y finalmente en una pequeña casa con material improvisado.

Hoy, con la obra terminada, se superó la deserción de muchos estudiantes y en la primera semana de clase la matrícula pasó de 60 a 67 estudiantes.

Fue el regreso de la esperanza para una comunidad, pero especialmente para el maestro Aníbal Betancur y la maestra Viviana Rojas, quienes nunca dieron por perdida esta lucha. “Con esta escuelita sé que le vamos a poder brindar una mejor calidad de vida y educación a nuestros niños. Su felicidad no tiene precio”, dice la maestra Viviana Rojas, quien llego a este paraje del Suroeste antioqueño a los pocos días de haberse demolido la antigua escuela.

“Ya tenemos un salón, donde no habrá tanto frío ni sufrimiento”, dice ahora el estudiante Miguel Ángel Herrera. Su compañero de clase Anderson Ramírez, un inquieto deportista, no duda en afirmar que “la cuidaré y dejaré atrás los recuerdos de cómo vivimos ese pasado tan maluco”.

Y es que no se trata solo de construir. En esa lógica, cada escuela y colegio que se reforma firma un pacto por el cuidado de los espacios y por mejorar la calidad. En esos acuerdos los gobiernos y la comunidad educativa son protagonistas. Finalmente estos espacios son de uso común y constituyen el primer paso en la ruta de la calidad.

Como esta historia hay otras tantas en Antioquia que poco a poco empiezan resolverse con un desenlace feliz, gracias a la voluntad de los gobiernos municipales y la Gobernación de Antioquia, que tomaron la decisión de creer que la calidad de la educación comienza por la dignidad de los espacios.

Una transformación que tiene su origen en el sector público, pero que encuentra grandes aliados en las cooperativas y en el sector privado, actores fundamentales en una tarea que pareciera tener necesidades infinitas, pero que cuenta con recursos limitados. La ventaja es que la voluntad sobra.

Fraternidad Medellín, Fundación Berta Martínez de Jaramillo, Argos, Celsia, Ministerio de Educación, Plan Hidroituango, Universidad de Antioquia, Fondo de Adaptación y recursos de regalías, son las principales fuentes de financiación de este propósito. Una demostración de que es posible hacer apuestas público privadas con más beneficios que retrasos.

Actualmente el Plan Maestro de Infraestructura Educativa de la Gobernación de Antioquia ha ejecutado 350 obras de las más de 700 que se tienen proyectadas en colegios y escuelas de las 9 regiones, que van desde mejoramientos hasta colegios nuevos, la construcción de seis sedes de la Universidad de Antioquia en las regiones y por supuesto los 80 Parques Educativos.

Obras que motivan, que inspiran, pero que sobre todo transforman vidas.

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