Estudiantes de la escuela Formación Artística Breakdance Latin Fury en la presentación que hicieron para el Tedx Bogotá en diciembre pasado. Foto: Iván Valencia / SEMANA.

EXPERIENCIAS

Pasos de Break Dance que transforman vidas

Elber Castillo encontró en este ritmo el pasaporte para dejar el mundo de la droga hace 12 años. Desde entonces no ha parado de bailar y hoy tiene una escuela que se dedica a formar en valores a través de la danza. Cerca de 160 niños son sus pupilos.

27 de febrero de 2015

Un pedazo de cartón en el piso, una grabadora y un grupo de jóvenes bailando sobre sus cabezas fue la escena que transformó el destino de Elber Castillo. En la esquina del barrio bogotano Las Cruces donde nació y creció supo que se había enamorado a primera vista del Break Dance, ese ritmo lleno de piruetas arriesgadas le permitió dar su propio salto fuera del laberinto de la droga que lo encerró durante cuatro años. “Ahí cambia mi vida. Cuando empiezo a practicar me alejo de los vicios y me fui metiendo cada vez más en el baile”, sostiene.

Doce años después de ese encuentro con el Break Dance está orgulloso y satisfecho de haber alcanzado mucho más de lo que alguna vez soñó: conformó un exitoso grupo artístico que se llama Fusion Crew, se han presentado en decenas de escenarios, ostenta reconocimientos por su baile, ha ganado concursos nacionales e internacionales, participó en el reality Colombia Tiene Talento y junto a personas de su comunidad en Las Cruces creó una escuela para enseñar valores a niños y jóvenes a través de la danza. Hoy Castillo reparte su tiempo y sus ganas entre este proyecto, cuyo nombre es Formación Artística Breakdance Latin Fury, y en seguir bailando con su grupo.

“En la escuela no solo enseñamos a bailar sino que también buscamos formar a los niños con valores: que respeten a sus amigos, a sus compañeros, a la mujer porque hay niñas en la escuela; a que crezcan sanamente, a que se proyecten como buenos ciudadanos en un futuro. El baile se convierte en una herramienta, en un gancho para que estén bien en lo social y sepan que pueden ser buenas personas tanto para ellos como para la comunidad. Este espacio de arte y Break Dance les llama mucho la atención a los niños y los motiva”, explica Castillo. Añade que el objetivo de su escuela “no es bailar por bailar” porque el enfoque está en que sus estudiantes apliquen los valores todos los días.

Este esfuerzo por ayudar a niños y jóvenes en condiciones similares a las que él atravesó alguna vez ya está rindiendo frutos. La escuela tiene tres sedes en Bogotá: una en el barrio Las Cruces, otra en la localidad de Usaquén y la última en Suba. En total son 160 pupilos para los que Castillo y su grupo de diez bailarines son un ejemplo.

“Muchos niños al principio no sabían qué querían ser de su vida. Solamente ir al colegio y volver a la casa. Si se encontraban amigos en las esquinas consumiendo, pues ahí iban a estar. Cuando empezó la escuela ellos tenían 14, ya tienen 18, y ahora su visión es diferente. Es una experiencia que más que lo enorgullezca a uno es una satisfacción de lograr algo con ese joven. De que cumplió su bachillerato, su mayoría de edad, que ya piensan en estudiar algo más. Todo a través del baile”, concluye Castillo.

No ha sido un camino fácil. Primero porque el principal rival de la escuela es el mismo entorno del barrio y la situación adversa de las familias. “Somos ‘pelaos’ de estratos uno y dos. Muchas veces los papás consumen, el hermano es ladrón, la condición familiar es muy difícil. Además, el barrio solo ofrece vicio y delincuencia, una vida insignificante”, asegura Castillo. Agrega que el otro gran enemigo de esta iniciativa es el estigma que existe en Colombia sobre el Break Dance. “Dicen que somos drogadictos, que consumimos, que enseñamos mañas. Al principio fue una discriminación total de los padres. Fue difícil, pero con el tiempo y el ejemplo que dimos se dieron cuenta que no es así.”.

El sueño de Castillo también es transformar la imagen errónea que algunos pueden tener sobre su arte. “El Break Dance es vida, es transformación cultural. Si tú quieres cantar, quieres bailar, quieres hacer algo desde la cultura urbana lo único que necesitas es ganas y pasión. No hay que estar en malos pasos ni consumir”, insiste. Él, justamente, es la prueba reina de eso: “A mí el baile me transformó a ser lo que soy. Bailarín, docente de danza, gestor, ya próximamente quiero estudiar otra vez, pero algo que de verdad me vaya a fortalecer”.

Por eso hace un gran llamado de atención a los padres de familia para que no descuiden ni desanimen las ilusiones de sus hijos. “Deben apoyarlos cuando los niños quieren hacer algo, así los papás crean que es insignificante, porque eso puede generar masas y esa persona o ese niño puede terminar siendo un gran profesional”. Confía en sus alumnos y además de trabajar para que la escuela se mantenga, busca escenarios que le permitan mostrar el talento de sus jóvenes. “Organizamos eventos donde ellos participan, compiten, se presentan. Los llevamos a presentaciones artísticas en otras localidades. Dos veces hemos tenido la oportunidad de presentarnos en Cali. Mi gran objetivo es poder llevarlos a grandes tarimas para que puedan vivir del Break Dance como lo vivo yo y como lo vive mi grupo Fusion Crew”, asegura.

El pasado 12 de diciembre durante el evento TEDx Bogotá, un auditorio de 2.000 personas se levantó a aplaudir la presentación que realizaron. Sus giros, piruetas, saltos, maniobras, ritmo y felicidad se llevaron los mejores gritos del público. Alrededor de 15 niños y jóvenes de prácticamente todas las edades sorprendieron. En silencio y detrás de la tarima esperaba Castillo. Momentos como esos son el reflejo de su trabajo. Dice que lo dejan sin palabras. “Poco hablo. Prefiero bailar y enseñar a bailar”.