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TECNOLOGÍA

¿Podrían los robots volverse más humanos?

Los expertos aseguran que en los próximos años estas entidades artificiales reemplazarán a los humanos en roles sociales, ¿cómo se podrían integrar exitosamente en nuestra sociedad?

Andrés Montealegre Moreno*
6 de marzo de 2017

En un capítulo de la serie de televisión Black Mirror se presenta la historia de una mujer joven que pierde a su novio en un accidente de tránsito, pero descubre que la tecnología le permite comunicarse con una versión de inteligencia artificial que imita a su novio. A pesar de su inicial escepticismo, la mujer habla constantemente con este software y llegan a tener sexo a través de un cuerpo sintético. Surge entonces una cuestión: ¿es posible relacionarnos con los robots de forma humana?

Lo cierto es que convivimos con máquinas inteligentes en nuestra cotidianidad: nos desplazamos en carros, usamos algoritmos al buscar información en Google y dependemos de complejos sistemas de seguridad para proteger nuestros datos y dinero. Pero lo realmente interesante aún está por suceder: que los robots reemplacen a los humanos en roles sociales. Actualmente, se están creando robots para educar a niños con trastornos de desarrollo, para cuidar a personas mayores e, incluso, algunos consideran que no estamos lejos de las relaciones románticas con robots. Sin embargo, lo que aún no es claro es si los robots van a poder integrarse exitosamente en nuestra sociedad.

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Para el profesor de la Universidad de Cornell David Pizarro estudiar los robots no sólo es intrínsecamente interesante, sino que nos permite profundizar nuestra comprensión de la psicología humana. No es muy claro, señala Pizarro, el porqué nos sentimos cómodos usando máquinas inteligentes en nuestra cotidianidad pero, al mismo tiempo, nos incomoda la idea de relacionarnos socialmente con robots

Algunos consideran que relacionarnos con robots resulta difícil por su carencia de emociones. La expresión de emociones juega un papel importante en las interacciones sociales porque  demuestra cómo nos sentimos frente a las personas. Por ejemplo, sentir empatía al hacer una donación indica a los observadores que nos importan los beneficiarios de esta. De hecho, para muchos desarrolladores de robots el gran problema por resolver es poder construir robots más humanos y emocionales, al menos en apariencia. Sin embargo, Pizarro considera que esto es insuficiente: en el fondo sabremos que esas emociones no son auténticas, y esto va a impedir que la gente tome en serio a los robots. Si queremos que las personas acepten a los robots es necesario adoptar una aproximación diferente.

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Entender cómo funcionan las interacciones sociales, según Pizarro, nos puede dar pistas sobre cómo diseñar robots. Una característica importante de las relaciones humanas es que reaccionamos emocionalmente ante el buen o mal comportamiento de las demás personas. Por ejemplo, cuando alguien hace trampa sentimos rabia, mientras que ante un acto de valentía sentimos admiración. Expresar estas reacciones permite comunicar a los demás lo que consideramos correcto e incorrecto. Esto, a su vez, invita a que los demás modifiquen su comportamiento en el futuro. Es decir, la expresión de emociones constituye una importante forma de regulación social.

No obstante, en algunos casos podemos suspender estas reacciones emocionales cuando creemos que alguien no está en control de su comportamiento. Por ejemplo, si una persona nos golpea sentimos rabia, pero ésta se reduce si nos enteramos que la persona sufre de una grave enfermedad mental. Según Pizarro, para que no suspendamos estas reacciones frente a los robots es necesario que creamos que expresar desaprobación o aprobación puede modificar el comportamiento de estos en el futuro. Es decir, para hacer a los robots realmente sociales no basta con hacer que parezcan humanos sino que aprendan de la misma forma que estos y respondan con las reacciones apropiadas ante nuestras emociones.  

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Por lo tanto, la clave para que los robots sean aceptados dentro de nuestra sociedad es, para Pizarro, que estos sean capaces de entender las señales del mundo social y puedan modificar su comportamiento en respuesta a ellas. Esto facilitaría el progreso social y tecnológico, y nos ayudaría a entender que los humanos quizás no somos más que máquinas complejas capaces de crear otras máquinas complejas que reaccionan y aprenden de forma similar.

*Andrés Montealegre Moreno
Asistente de investigación del Departamento de Psicología y la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes
Twitter: @AndrsMontealegr

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