ENTREVISTA

“Cuando yo subo, arrastro a Duque”: Petro

Gustavo Petro habla sobre el miedo que les genera a los empresarios y al establecimiento, y dice que hay una estrategia en su contra para generar temor en la clase media.

14 de abril de 2018

SEMANA: ¿A quién representa usted en esta campaña?

GUSTAVO PETRO: A la sociedad que quiere cambiar el país. A los jóvenes y sectores populares que se expresan de manera muy fuerte en regiones como el Caribe, el Pacífico y Bogotá. Represento una esperanza de cambio.

SEMANA: ¿Puede una alternativa de izquierda ser una opción de cambio, en un momento de auge de la derecha?

G.P.: El mapa de mi electorado coincide con el del electorado liberal. Con excepción de Santander, mis apoyos más sobresalientes están en las zonas del viejo mapa liberal: Bogotá, el Caribe, el Pacífico y algo de Santander y Tolima. Eso significa que además de la izquierda, he logrado un impacto en el viejo espíritu del liberalismo. Eso hace que el puntaje que tengo en las encuestas sea el más alto que hasta ahora haya tenido la izquierda.

SEMANA: Jorge Robledo apoya a Sergio Fajardo; Clara López está con De la Calle y su candidatura va por firmas, mientras que la derecha sí está unificada. ¿Por qué no se buscó la unión de la izquierda?

G.P.: Hay que preguntarles a varios dirigentes de izquierda por qué, si las bases electorales de sus partidos se van hacia una opción diferente, ellos insisten en mantener las suyas. Buena parte del Polo pedirá libertad para adherir a mi campaña. La división muestra que los problemas de coherencia son de los dirigentes y no de las bases.

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SEMANA: ¿Cómo explica su éxito en la plaza pública?

G.P.: Creo que el programa es la razón principal por la que la ciudadanía me apoya. Asimismo, hay quienes tienen afinidad con mi biografía: la actitud contra la parapolítica que me ayuda mucho en la costa y haber sido alcalde me ayuda mucho en Bogotá. Mis tesis y mi programa se basan en la articulación de dos cosas. En primer lugar, recuperar lo que yo llamo las ‘voces antiguas’, con un filón ideológico que rescata a figuras como Alfonso López Pumarejo, quien hablaba del latifundio improductivo y del impuesto a la tierra; Gaitán, que habló de paz y justicia social; y Galán, que también tenía la misma tesis de López Pumarejo sobre tierras y, además, advertía que el Estado, los partidos y las instituciones podrían ser tomados por las mafias. Además de las voces liberales, recupero la voz de Álvaro Gómez cuando en los noventa reconoció la existencia de un régimen de corrupción y propuso un acuerdo sobre lo fundamental. En segundo lugar, la otra base es la del siglo XXI, que recoge la reflexión sobre el cambio climático. Soy el primero en hablar de eso en la política colombiana.

SEMANA: Usted menciona nombres que le gustan mucho al establecimiento: Galán, Gaitán, Álvaro Gómez, López Pumarejo. ¿Por qué, entonces, le tienen tanto miedo?

G.P.: El establecimiento respeta a estas figuras igual que respeta la estatua de Bolívar en la plaza de Bolívar, vuelta piedra o cobre, pero no viva. Yo le puedo reconocer al liberalismo contemporáneo que fue capaz de hacerle oposición al gobierno de Uribe en el Congreso, no se rindió y aguantó, le apostó al tema de la paz incluso más estrechamente que la izquierda. Pero el liberalismo olvidó esas voces antiguas y hoy es otra cosa.

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SEMANA: Más allá de ser el ‘coco’, se ha vuelto un lugar común decir que usted ya llegó a su techo…

G.P.: Cada vez que dicen que llegué a mi techo, sale una nueva encuesta en la que aparezco más alto. La paradoja es que por la dialéctica del miedo que viene impulsando la campaña de Uribe, a medida que yo crezco, voy arrastrando a Duque también. Eso no significa que Duque siempre vaya a estar por encima de mí, pero es claro que con mi crecimiento lo estoy impulsando. Mis manifestaciones en Montería, Barranquilla e Ibagué fueron multitudinarias, pero tienen consecuencias en sectores –sobre todo de clase media– que se creen el discurso del miedo a Petro y deciden votar por la derecha. Esa situación se da en Bogotá, por ejemplo. Y es paradójico, pues los gobiernos de izquierda de la ciudad fueron los que ayudaron a construir esta clase media.

SEMANA: ¿Qué temor percibe en esa población ante la posibilidad de que usted llegue al poder?

G.P.: En la clase media hay una subcategoría a la que ahora le llaman ‘vulnerable’. Se trata de personas que acaban de salir de la pobreza. Hasta 2002 localidades como Fontibón, Engativá, Suba y Ciudad Bolívar eran mayoritariamente pobres. Hoy tienen poblaciones importantes de clase media, a las que les han infundido miedo de que si la izquierda triunfa, van a perder lo que han ganado: la casa, el carro, la beca. A eso se suma que la izquierda cometió un error. Cuando Clara López hizo campaña por la Alcaldía en 2015, mantuvo la agenda para superar la pobreza cuando la ciudad ya estaba pidiendo una agenda de clase media.

SEMANA: ¿Se cree capaz de superar ese miedo?

G.P.: Tenemos el reto de convencer a la clase media de que la agenda de derecha es la que menos le conviene. Así, por ejemplo, cuando Duque y Vargas plantean que hay que bajarles los impuestos al gran capital, que básicamente implica reducir impuestos de petroleros, carboneros, bancos y grandes contribuyentes, la situación fiscal de Colombia empeorará. Si a eso se suma que el precio del petróleo no parece repuntar a los niveles de 2013 (más allá del aumento limitado de estos días), no habrá recursos para seguir impulsando políticas públicas de vivienda, salud, educación. Que favorecen a la clase media. Pero eso electoralmente aún no es evidente.

SEMANA: ¿Y entonces qué propone para la clase media?

G.P.: Un sistema de educación pública superior gratuita universal. Si logramos casi la gratuidad total en la Universidad Distrital, cuando fui alcalde de Bogotá, lo podremos hacer en todo el país. Superado el conflicto, la inversión en educación debe ser prioritaria. Además de eso, propongo créditos para desarrollar la economía popular.

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SEMANA: Otro sector, el de los empresarios, también tiene miedo de su llegada al poder...

G.P.: ¿Quiénes hacen parte del empresariado de Colombia? ¿Ardila Lülle? ¿Julio Mario Santo Domingo? No, también los 300.000 negocios formales que están en los barrios. Esos empresarios deben beneficiarse con créditos de un sistema de banca pública, que evite el gota a gota. Ahora, quiero aclarar que ese miedo a los empresarios es porque el uribismo ha dicho que voy a expropiar y a cerrar empresas. Esa es una estrategia propia de Cambridge Analytica, que basada en el miedo ha dado resultados. No voy a hacer nada de eso.

SEMANA: Pero ese miedo es real. Mientras más se acerca al poder, más se paraliza la economía. Si llega a ser presidente, ¿cómo le va a quitar el miedo a los empresarios para evitar una crisis económica?

G.P.: Hay quienes dicen que durante mi gestión se descapitalizó la Empresa de Energía. Lo que ocurrió en realidad fue que durante 2011 se desplomó la acción de esa compañía, pero no como consecuencia de mi gestión, sino porque Samuel Moreno la descapitalizó. Esa plata se fue al presupuesto y a financiar el cartel de la contratación. En entrevista con Yamid Amat reconocí ese hecho y algunos sectores señalaron que yo había creado pánico económico. Pero lo cierto es que durante mi gestión posterior el precio de la acción se duplicó y todos los índices de las empresas del Distrito quedaron por encima del Colcap, que es el índice en el que se incluyen las 20 empresas más grandes de Colombia. En mi alcaldía, ni Bogotá ni sus empresas se desvalorizaron. Así lo reconocieron medios como The Economist, que en 2013 dijo que la capital fue la ciudad que más prosperó a nivel mundial.

SEMANA: Ese miedo se ha construido alrededor de su presunta cercanía ideológica con Maduro y Chávez…

G.P.: Eso no tiene sentido. Uribe y Santos abrazaron a Chávez más veces que yo y eso no significa que están coincidiendo en un proyecto político o económico con Maduro. Pastrana era íntimo de Fidel Castro. Le reconozco a Chávez que hizo una promesa de cambio pacífico en América Latina, pero su gran problema es que planteó profundizar el modelo petrolero y distribuir la renta petrolera en la sociedad argumentando que eso es ‘socialismo’. Pero ni el socialismo es la distribución social de una renta extractiva, ni la riqueza sale de la extracción. La riqueza nace de economías productivas y modernas.

SEMANA: ¿Es realista, a punta de aguacates, que generaron 35 millones de dólares en 2016, reemplazar los 13.000 millones de dólares anuales que genera el petróleo?

G.P.: No soy yo el que dice que se va acabar el petróleo, es que ya se acabó. La financiación del Estado con dineros del petróleo pasó de 3,3 puntos del PIB a 0,5. Santos intentó reemplazar ese déficit con el IVA y acabó de matar la economía productiva. El aguacate es el símbolo de una transición obligatoria.

SEMANA: Una última pregunta de política. ¿Está buscando acercamientos con el Partido Liberal?

G.P.: Si César Gaviria hubiera apoyado a De la Calle en su coalición con Fajardo, las maquinarias liberales me habrían podido derrotar y Humberto tendría una gran posibilidad de ser el anti-Uribe. Pero la realidad fue otra. César Gaviria bloqueó el intento de Humberto en el café, y me dio mayor legitimidad para ondear banderas liberales.