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JAIME BAYLY

Caos

La vida es caos, el caos puro, y los que mejor sobreviven son los que se adaptan al caos o los que consiguen divertirse en medio del caos.

15 de mayo de 2010

Todo ocurre vertiginosamente y casi nada ocurre como uno lo había previsto, y más vale no quejarse por la suerte contrariada o las sorpresas ingratas.

Más vale recordar que si estás vivo y no estás enfermo y tienes un buen pasar, no tienes derecho a quejarte por el caos que es la vida. Se quejan los que esperan orden y justicia donde solo manda el caos y donde el azar gobierna caprichosamente.

Tal vez las vidas de los otros no sean tan caóticas como la mía, no lo sé ni me interesa investigarlo. Lo seguro es que mi vida es un caos y un caos del carajo. Lo más probable es que el caos que rige mi vida sea la consecuencia de malas decisiones o pulsiones autodestructivas.

En cualquier caso, me he resignado ya a dejarme vapulear y zarandear por las fuerzas del caos, y creo que he aprendido a divertirme con los desórdenes fortuitos que perturban mis planes y esperar a que las cosas se enreden, se tuerzan, se emancipen de mi voluntad y ocurran no como uno quisiera que ocurran, sino como les da la gana de ocurrir.

Es el caos cuando me dicen que vienen a matarme y tengo que dormir en hoteles distintos para despistarlos.

Es el caos cuando compro una camioneta y tengo que venderla con apenas 800 kilómetros recorridos porque no es blindada.

Es el caos cuando mi madre me dice que, aunque discrepa de mis ideas libertarias y progresistas, comparte mi defensa del estado laico y ante todo está dispuesta a financiar con entusiasmo mi campaña presidencial.

Es el caos porque no encuentro excusas para escapar de la campaña presidencial y presiento que si me inscribo como candidato el instinto ludópata de los peruanos puede darme la victoria o una honrosa derrota.

Es el caos porque ya solo me interesa escribir novelas en las que muera la gente a la que odio y me gustaría matar, en las que el rencor y la venganza se entiendan como bellas artes incomprendidas.

Es el caos porque yo no elegí que una chica linda se propusiera besarme y seducirme y hacerme suyo, y tampoco elegí que mi cuerpo estragado se rindiera a sus encantos, y mucho menos elegí que siendo suyo no pudiera a menudo hacerla mía porque las pastillas me han dejado lisiado para las batallas del amor.

Es el caos porque la madre de mis hijas me ayuda a imprimir el contrato de alquiler del departamento que le pago a la chica linda a la que quiero y no puedo hacer el amor.

Es el caos porque las amo a las dos pero no soy capaz de demostrarlo y ninguna palabra amorosa compensa una erección fallida.

Es el caos porque no puedo poseer a nadie y no quiero que nadie me posea, y la única posesión que atesoro es la tozudez por seguir escribiendo palabras dictadas por el rencor.

Es el caos porque siento creciente simpatía y genuina gratitud por quien quiera que tenga la intención de matarme o hacerme daño.

Es el caos. Es la vida. Es mi vida. Es la muerte que espero con impaciencia.

Y si quiere el caos que no muera todavía y gane las elecciones, seré un presidente caótico y cojonudo, y gobernaré mejor que nadie porque dejaré que el caos gobierne lo que es ingobernable a la voluntad humana.