Home

Enfoque

Artículo

CHINA VEINTE AÑOS

El sinólogo Guillermo Puyana analiza el viraje histórico tomado hace dos décadas por el partido comunista chino.

4 de enero de 1999

En 1970 los tres lujos a los que aspiraba toda pareja china eran el reloj, la bicicleta y la máquina de coser. En 1980 eran el refrigerador, el televisor y la lavadora. Los tres lujos de los 90 en China son el automóvil, un apartamento y viajar al exterior. Bill Clinton, en un encuentro con intelectuales en la Biblioteca de Shanghai, les preguntó cual era su percepción sobre la China de hoy y uno le respondió: "La niñez de mi hijo es mejor que la que yo tuve".
Todo el desarrollo económico chino de los últimos 20 años cabe en esas descripciones. Y esto fue posible por una decisión política tomada en diciembre de 1978 bajo la inspiración y el liderazgo de Deng Xiaoping, que sacó a China del caos político de la Revolución Cultural. El 22 de diciembre se cumplen 20 años de la famosa Resolución '3-11', adoptada en la III Sesión del XI Congreso del Partido Comunista. La transformación económica de China es calificada por algunos expertos como uno de los hechos económicos más importantes del siglo XX, al lado de la crisis del 29, la reconstrucción de la posguerra y la unificación europea.

Conjurar los fantasmas
Decir que 1976 fue un año turbulento para China no es una metáfora. Primero murió Zhou En Lai, la mano derecha de Mao, encargado de las pocas cosas que quedaron en pie durante el fragor destructivo de la fiebre ultraizquierdista de la Revolución Cultural, lanzada por Mao en 1966. Luego murió el carismático mariscal Zhu De. Luego siguió el tremor de la tierra; un espantoso terremoto arrasó la pequeña ciudad de Tangshan y acabó con la vida de 300.000 chinos.
En septiembre Mao, enfermo, solo, sin su gran amigo Zhou En Lai y con 50 años de lucha política y militar encima, 'pasó el umbral'. Su viuda, una fanática que lideró lo que Mao llamó "La Banda de los Cuatro", se tomó el poder. Deng, desde las sombras de la prisión, urdió el golpe que acabó con ella en la cárcel y con 10 años de turbulencia. 1976 era un año del dragón, que es cuando las dinastías cambian según la mitología china.

La reconciliación
Entre 1976 y 1978 se dio la transición y se consolidó el nuevo liderazgo. En 1978 se celebró el XI Congreso del Partido donde Deng y su gente tomaron el control del mismo, del gobierno y del ejército.
Ese Congreso era el momento preciso para dejar atrás las controversias ideológicas y dedicarse al trabajo económico, bajo las consignas de 'Enriquecerse Primero' y 'Economía al Comando'. Deng sabía que el atraso económico y la pobreza eran las principales amenazas que enfrentaba China. En la era tecnológica la acumulación de riqueza era indispensable para financiar la modernización militar e industrial, que se había paralizado durante los 10 años de la Revolución Cultural.
Los comunistas no hicieron la guerra que los llevó al poder en 1949 sólo para expulsar a las potencias extranjeras, sino también para redimir a los chinos del feudalismo y del atraso. Luego de algunos aciertos en el trabajo económico, Mao empezó a cometer errores desde 1959 como resultado del ultraizquierdismo que predominó en su pensamiento desde entonces. De todos esos errores la Revolución Cultural fue el más trágico, sangriento y catastrófico.
Si la modernización y el mejoramiento del nivel de vida de los chinos no se lograba en un término razonable la legitimidad del sistema político del Partido Comunista chino quedaba en entredicho.
La Resolución '3-11' allanó el camino hacia la modernización. Lo primero que hizo Deng fue revisar la historia de China desde el triunfo del Partido Comunista y evaluar el significado histórico del liderazgo maoísta hasta 1976. Deng conocía bien el valor de Mao para la historia china y para los millones de jóvenes que siguieron ciegamente cada una de sus instrucciones en la Revolución Cultural.
Mao hizo importantes aportes a la teoría política y militar de la revolución, con tesis como la 'Significación del marxismo', que hoy se expresa en la teoría 'Socialismo con características chinas' y la tesis de la 'Guerra popular prolongada' y la 'Revolución campesina', cuando el paradigma era la revolución urbana y proletaria de solución rápida. Mao definió un rumbo propio y autónomo para China a través del marxismo.
Además, aunque Mao en dos oportunidades mandó a Deng al calabozo por razones políticas, evitó que fuera pasado por las bayonetas de la guardia roja. La vida de Deng y la vida de China estaban profundamente ligadas a Mao, a quien le debían tanto su tragedia como su gloria. Una evaluación seria de su papel histórico no podía consistir en arrasar con su legado.
El proceso de revisión duró tres años. En 1981 el partido concluyó que el liderazgo maoísta fue "fundamentalmente correcto" y "con algunos errores a partir de 1959", en particular entre 1966 y 1976 y se llegó a lo que hoy se conoce como la fórmula '70-30': Mao fue 70 por ciento bueno y 30 por ciento malo.
Con esta reconciliación política China estaba lista para transitar por el camino de la modernización que hoy asombra al mundo.

La nueva democracia
Siempre que se trata el tema del resurgimiento económico chino se alude a la transformación del campo, la descolectivización, la reforma de las empresas estatales, la estrategia exportadora y la apertura de mercados. Muy poco se discute de otros aspectos de la Resolución '3-11' que permiten entender el desarrollo chino de los últimos 20 años, en especial de la relación entre la reforma política y legal con la modernización. Esas dos reformas sentaron las bases de la transición política y del Estado de Derecho basado en la ley, que son los elementos que dan seguridad y permanencia a las políticas económicas concretas de China.
La democratización al estilo chino no tiene como objetivo introducir el multipartidismo sino darle estabilidad y transparencia a las relaciones políticas y económicas en un sistema regido por el Partido Comunista.
Deng diseñó un esquema de sucesión política en el que está prohibida la reelección de los altos dignatarios para el mismo cargo por más de dos períodos y rige una edad de retiro forzoso, de manera que no es posible la perpetuación de los líderes, se cierra el paso al poder unipersonal, al culto a la personalidad y se fortalece el liderazgo colectivo del partido. Por eso, a la muerte de Deng, Jiang Zemin ya era el centro de la tercera generación de liderazgo.
La segunda estrategia fue imponer el imperio de la ley en todos los aspectos de la vida china, acabando con la discrecionalidad de los funcionarios para determinar quién tenía derecho a qué. La China de hoy, que reclama un puesto en la OMC, no es el resultado solamente del crecimiento económico sino de estos dos procesos de normatización y transición política. La reforma agrícola de los años 80 se basó en el reconocimiento de derechos parciales sobre la propiedad a los campesinos, que se garantizó con una serie de normas, para evitar que dependiera del querer de un líder en particular y así darle estabilidad a dicha política.

Los retos
Los chinos han logrado mantener unos valores patrióticos a pesar de que su juventud está altamente expuesta al consumismo y el individualismo occidental y ha perdido sentido de responsabilidad colectiva, proyección histórica y expresan un preocupante escepticismo político. Pero el balance de los últimos 20 años los deja satisfechos. Cualquier país que haya logrado crecimiento del 10 por ciento anual en 10 años tendría que estarlo.
Si el supuesto para preservar la legitimidad del Partido Comunista era mejorar la vida de los chinos, ese propósito se ha logrado con creces. En China hoy hay variedad. En las noches, la Calle Donghuanmen de Beijing es cerrada para darle paso a decenas de pequeños puestos de comida. En los centros comerciales las chinas buscan abrigos de invierno con diferentes diseños y colores. Los chinos están comprando más carros y menos bicicletas. Cada vez hay más familias que compran sus apartamentos en los nuevos complejos habitacionales en vez de esperar la adjudicación estatal de vivienda. Los chinos hoy tienen variedad de opciones, no sólo discursos y debates políticos. Cada vez más parejas chinas tienen carro, apartamento y viajan al exterior.
Pero esto se ha hecho a un costo cuya magnitud aún no se conoce. Se habla de que China tiene un 'Desarrollo sucio' por los agudos problemas de polución y pérdida de tierra cultivable causados por el crecimiento económico. Se dice también que el desarrollo regional es desigual y que hay dos Chinas: una rica en la costa y otra pobre en el interior. La superpoblación y la migración del campo a la ciudad son otras situaciones críticas. Ante estos problemas Occidente tiene una actitud supremamente escéptica sobre la capacidad de los chinos para resolverlos.
China parece ser la tierra preferida para los augurios trágicos de Occidente. En el siglo pasado Hegel dijo que China no era más que una "ruina majestuosa". En 1989 todos creían que China seguiría a la Unión Soviética en el dramático derrumbe del mundo socialista y que, como en Moscú, los comunistas de Beijing saldrían con el rabo entre las piernas. Pero no fue así. Estas equivocaciones suceden cuando no se tiene en mente el conjunto del proceso. La Resolución '3-11' es un documento histórico porque rompió con un pasado de turbulencia y crisis. Pero en una perspectiva de 20 años refleja la continuidad de las estrategias y políticas que tienen a China jugando en las ligas mayores del mundo.
Este proceso de 20 años hace parte de uno más prolongado, de casi 150 años. Hace 100 años, para decir 'estúpido' en inglés se decía chinaman. Hoy, las más prestigiosas universidades norteamericanas controlan los cupos para doctorados en economía y ciencias básicas porque venían siendo acaparados por chinamen. El nieto de un chinaman es el gobernador de Washington.