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"EL TIEMPO ACUSA DEFICIENTE INFORMACION"

GUILLERMO ALBERTO GONZALEZ

2 de julio de 1984

El ministro de Trabajo, Guillermo Alberto González Mosquera, ha sido objeto de fuertes críticas en cuanto al manejo del problema laboral. Minutos antes de viajár a Ginebra para participar en las sesiones de la asamblea de la OIT, dialogó con SEMANA .
SEMANA: Señor Ministro, usted ha sido objeto de un editorial del diario El Tiempo, en el cual aparece una serie de fuertes críticas a su gestión al frente de la cartera de Trabajo. ¿Qué opinión le merece esa publicación?
GUILLERMO A. GONZALEZ:
El editorial acusa una deficiente in formación ya que en forma alguna se puede atacar la política laboral basándose en hechos que no obedecen a la realidad. Por ejemplo, yo puedo compartir las medidas específicas sobre salario mínimo y la entrega de ropa a los trabajadores, y de hecho las comparto filosóficamente, pero eso no quiere decir que se trate de medidas impuestas por mí. Por el contrario, son medidas fruto de la concertación que se ha aplicado durante mi gestión. Tampoco se puede comprender que no exista una línea editorial consecuente en el diario a que nos referimos. Me refiero a que no se puede criticar las mismas medidas que semanas antes han recibido comentarios aprobatorios en el mismo periódico: Eso no lo entiende la opinión pública, que queda desconcertada ante esas contradicciones. Además, la política del ministerio respecto a las medidas salariales es seria, coherente y no está aislada de la política gubernamental.
S.: En ese editorial de El Tiempo existen dos acusaciones centrales. Una, sobre el manejo de la Caja Agraria cuando usted fue gerente. Y la segunda, sobre los aumentos en salario mínimo rural que el editorialista considera excesivas y que, según el, estarían poniendo en peligro la producción agricola. A los ojos del sector empresarial, estas críticas parecen válidas. ¿No cree usted que, en efecto, esos aumentos fueron excesivos Y sobre su cuestión en la Caja, ¿piensa que la crítica es, en algún modo, acertada?
G.A.G.: Es bueno explicar respecto a los aumentos del salario mínimo rural que éstos son manejados con base en acuerdos entre patronos y trabajadores para los cuales el gobierno sirve de intermediario. La tendencia que se aplica va ligada al proceso de la inflación. Mi tesis es que al trabajador hay que darle un aumento que por un lado le permita defender su poder adquisitivo y que por otro le permita mejorar la calidad de su vida. Todo ello sin que perdamos el horizonte de la lucha antiinflacionaria. Esa conducta que acabo de explicar se ha seguido durante los últimos años y los aumentos han sido menores en la medida en que la inflación se ha reducido. Sobre esto, no ha habido exceso alguno, sino responsabilidad. En cuanto a la Caja Agraria, estoy en capacidad de demostrar que mi gestión no fue la causante de los graves problemas financieros que hoy aquejan a esa entidad. El aspecto más sobresaliente de esa crisis en la Caja sería tal vez el de la carga laboral, cuyos dos puntos más debatidos son la pensión de jubilación a los 47 años de edad, después de 20 de trabajo y la prima de antiguedad, que no se establecieron durante mi gestión. Además, a la Caja hay que juzgarla según el papel que juega dentro del Estado y preguntarse si a ella se le pueden aplicar los mismos criterios que a cualquier entidad financiera comercial. Recuerdo que cuando intenté cerrar una oficina que producía grandes pérdidas (y no era la única, ya que 600 estaban en igual situación), a las tres horas hubo paros cívicos y alteración del orden público, viéndonos obligados a reversar la medida por su alto precio social.
S.: Además de los debates planteados en el editorial de El Tiempo, también se ha creado gran polémica sobre las propuestas suyas de reducir la jornada laboral y la suspensión de las horas extras para dar empleo a un mayor número de trabajadores.
G.A.G.: Sobre estos dos puntos hay un gran malentendido. Encuanto al tema de la jornada laboral, debo decir que lo que yo he propuesto es que se estudie esta alternativa para las empresas en dificultades, que después de pactarlo con sus respectivos sindicatos, la apliquen para reducir costos e impedir despidos. De hecho, la medida ya se aplicó en Manhattan. Sobre las horas extras, pienso que se trata de una medida perfectamente aplicable, pero no en todos los casos. Se puede aplicar en algunas empresas para aumentar las posibilidades de trabajo. Yo he querido que ambos temas sean materia de análisis, como lo son hoy en todo el mundo occidental, además de organizaciones como la OIT. Lo que yo no puedo entender es que en Colombia los temas laborales sean un tabú y que su sola discusión se constituya en sacrilegio.
S.: En algunos sectores empresariales se piensa que su posición en todos estos temas al frente del Ministerio de Trabajo tiene un tinte demagógico. El editorial de El Tiempo llega a mencionar que usted estaría haciendo política con esas medidas propuestas o ya en vigor. ¿Usted qué piensa al respecto ?
C.A.C.: Lo que pasa es que la situación actual del país no permite que se dejen resolver los problemas por sí solos o que se acuda al fácil expediente de las declaratorias de ilegalidad de los paros. El gran problema colombiano hoy en día es la ausencia de canales de participación y mi estilo es, precisamente el de propiciar esa participación para llegar a soluciones con certadas. El diálogo es, para mi, la antiviolencia y mi obligación es despojar el conflicto de toda clase de violencia. Hay personas que querían ver que los problemas laborales se resolvieran sacando a los sindicalistas sangrando por los pasillos del ministerio de Trabajo. Cualquier otra manera de actuar diferente a esa, convierten la gestión en demagógica, término gastado que ya en Colombia no significa nada.