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Estocolmo fue testigo

Diciembre de 1982 fue un momento mágico para Colombia y para los latinoamericanos.

16 de diciembre de 2002

Diciembre de 1982 fue un momento mágico para Colombia y para los latinoamericanos. Gabriel García Márquez recibió en la augusta sala Bla Hallen del ayuntamiento de Estocolmo el Premio Nobel de Literatura. No lo recibió de frac negro como mandaba el protocolo, porque le traería mala suerte, sino en un liqui-liqui blanco tan caribeño como su sangre. Tal vez esta transgresión en un orden casi centenario lo salvó de un sino fatal del que él mismo escribió: morir siete años después de recibir este premio. Hubo magia ese mes, ese año. Totó la Momposina, que hizo parte del carnaval que acompañó al escritor a Estocolmo, tuvo una visión de la entrega antes de viajar a Suecia. Gabo tardó 15 días en escribir el discurso, titulado La soledad de América Latina, y sólo dejó de sentir terror cuando terminó de leerlo. Fidel Castro le envió ron cubano a su amigo para que celebrara el triunfo en el país nórdico. Hasta hubo tiempo para que Gabo, el azorado nuevo Nobel latinoamericano que iba camino de convertirse en una leyenda, leyera en Folkets Hus su cuento El último viaje del buque fantasma. Estocolmo fue testigo de esta dicha.