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Claudia Rojas es colombiana pero vivió 15 años en Venezuela. Regresó al país para darle un mejor futuro a sus hijos. Foto: Guillermo Torres

CRÓNICA

Colombianos que regresaron de Venezuela recuperan la esperanza gracias a las flores

Una empresa se propuso bajar los índices de desempleo en la región de frontera contratando personas para la producción de ramos para San Valentín. El resultado de la iniciativa sorprendió a sus organizadores y resultó un salvavidas para muchas familias que viven la actual crisis humanitaria en Norte de Santander.

13 de febrero de 2018

Más de 200 personas trabajan en la planta de Sunshine Bouquet para producir los ramos de rosa que llegarán a Estados Unidos. 

La música de fondo parece advertir la llegada a una fiesta. El ritmo cambia de bachata a reguetón y de salsa a balada. Vestidas con overoles azules y guantes negros 200 personas siguen los mismos movimientos, pero no se trata de una coreografía. En una enorme planta rodeada de viveros en Tabio, Cundinamarca, manos de Cúcuta y otras poblaciones de la frontera con Venezuela se mueven ágilmente para armar los ramos de rosas que llegarán a la costa este de Estados Unidos y serán protagonistas durante la celebración del día de San Valentín. La música es una forma de acompañar los turnos en que se procesan más de 700 mil tallos al día.

La empresa Sunshine Bouquet decidió contratar mano de obra en Norte de Santander que sufre las consecuencias de la crítica situación política, económica y social que padece Venezuela. No es la primera vez que esta compañía sale de la sabana a buscar personal, debido a que ya no logra suplir la demanda con la población local. El año pasado contrataron personas del eje cafetero, donde buscaron desempleados que cumplieran con los requisitos para ingresar al negocio de las flores. En esta ocasión la convocatoria buscaba emplear venezolanos. La sorpresa fue que al final solo lograron contratar a uno, pues casi toda la gente que se presentó era colombiana. Muchos habían cruzado la frontera después de vivir en Venezuela durante años.

Hace cuatro meses Felipe Gómez, director de Sunshine Bouquet, y su equipo de trabajo decidieron ir a Cúcuta para hacer el proceso de búsqueda, selección y contratación de personas que quisieran trabajar en su finca. “Vimos la problemática que hay allá y la disponibilidad de mano de obra que esta genera. Decidimos hacer el ejercicio en ese lugar porque hay gente que está muy necesitada”, afirma Felipe Gómez.

De inmediato se pusieron en contacto con la Cancillería colombiana, que buscaba soluciones para la situación en Norte de Santander y tenía como prioridad el empleo de colombianos. Según cifras del DANE, Cúcuta es la ciudad con la tasa de desempleo más alta del país, 15,3 por ciento. El Ministerio fue un puente entre las alcaldías locales y la empresa para facilitar el proceso.

Entre octubre y noviembre se realizó la convocatoria a través de volantes y medios de comunicación locales. Fue así como 1149 personas se enteraron de la oferta de empleo y registraron sus hojas de vida. Una de ellas fue Claudia Rojas, quien ya empezó a trabajar en la planta de procesamiento. Esta colombiana vivió 15 años en Venezuela y regresó al país hace un año y medio cuando se quedó sin trabajo y la situación se hizo insostenible. Mientras toma cuidadosamente las rosas y las mide para armar un ramo, Claudia cuenta su situación: “Yo regresé con mis hijos a donde mis padres en Cúcuta. Mi esposo se quedó porque es venezolano y no puede venir hasta que tenga los documentos en regla”.

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Claudia Rojas es colombiana pero vivió 15 años en Venezuela. Regresó al país para darle un mejor futuro a sus hijos.

El Estadio General Santander de Cúcuta se convirtió en la sede de las entrevistas. La sorpresa durante el proceso fue ver que la mayoría de los aspirantes eran colombianos que habían regresado de Venezuela para rehacer sus vidas en el país. La Cancillería constató que se presentaron bastantes venezolanos, pero solo se tuvo en cuenta a las personas que tenían su documentación al día, finalmente diez pasaron a la fase de pruebas técnicas y solo uno fue contratado.

En total 510 personas entraron a la empresa. Reciben un salario mínimo, el pago de sus horas extras, subsidio de alimentación, hospedaje y todos las garantías legales. El 13 de enero fueron embarcados por funcionarios de la Cancillería y de la alcaldía local, e hicieron su trayecto desde Cúcuta hacia la sabana en buses enviados por la compañía.

“La despedida fue difícil”, afirma Cristian Flores, quien dejó a su esposa e hijos en Cúcuta. Para él, al principio fue complicado adaptarse a la elaboración de ramos de flores, pues antes de quedar desempleado en su ciudad había trabajado en casas de cambio y otras actividades comerciales. Pero está convencido de que “si uno tiene la fuerza y las ganas, cualquier trabajo que le pongan en el camino lo va a desempeñar bien”. Como él, todos esperan que su buen rendimiento les permita ser contratados definitivamente.

Cristian Flores siempre se dedicó a actividades comerciales en Cúcuta. Aprendió a hacer ramos de rosa para aprovechar esta oportunidad laboral.  

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El día del viaje “todos estaban muy animados, aunque también había nostalgia porque tenían que dejar a las familias. Pero sabían que era para darse la oportunidad de trabajar y ayudar a sus hogares”, recuerda Rocío Castañeda, jefa de contrataciones de la empresa. En la convocatoria participaron más hombres que mujeres porque, aunque fuera una separación corta, para las madres era difícil dejar a sus hijos al cuidado de terceros. Los trabajadores saben que después de un mes regresarán a casa con dinero para solucionar, al menos por un tiempo, la situación de sus familias.

El cambio de paisaje les llamó la atención durante el viaje y el clima de la sabana les dio rápidamente la bienvenida. Después de dos meses de adecuaciones logísticas, la finca estaba lista para su llegada. Contenedores blancos fueron adecuados como habitaciones y la zona de dormitorio parece el pequeño barrio de un pesebre. En cada uno hay dos camarotes, armarios y un baño. En los alrededores de los cuartos hay carpas de descanso donde los juegos de mesa y la televisión entretienen a los trabajadores en sus ratos libres.

Mabel Reyes, otra de las beneficiadas con el empleo, llevaba un año cesante y asegura estar “contenta por la oportunidad de estar en esta empresa, y por conocer la sabana de Bogotá”. La curiosidad por el lugar ha hecho que el personal no pierda oportunidad para salir a recorrer la región. Han aprovechado los días de descanso para visitar Tabio y otros municipios, y al regreso llaman a sus familias para contarles lo que han visto.

En la finca Betania, de Sunshine Bouquets, todos parecen disfrutar de esta temporada previa a San Valentín y eso motiva a Felipe Gómez para continuar con la convocatoria de empleo temporal cada año. “Nosotros siempre necesitamos mano de obra en el primer semestre. Y qué bueno que hubo esta oportunidad y pudimos ayudarle a la gente que lo necesitaba”, afirma mientras recorre las bodegas. No descarta que su iniciativa se convierta en un modelo que integre al Gobierno y a los empresarios para encontrar soluciones a la situación de regiones como Norte de Santander. Su idea es un llamado para dejar de señalar a los venezolanos como la causa del desempleo que agobia a la región.

Felipe Gómez, director de la empresa, espera que su iniciativa de empleo temporal se replique en otras regiones.

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En medio de las jornadas de trabajo asoma la nostalgia de estas personas que tienen una estrecha relación con el país vecino, bien sea por lazos familiares o laborales. Claudia Rojas recuerda los prósperos años noventa, cuando llegó a Venezuela a pasar unas vacaciones y decidió quedarse. Encontró trabajo a pesar de ser indocumentada e hizo una vida allá. Claudia reflexiona sobre el rechazo que han recibido los venezolanos en Colombia. “Estamos muy errados porque aquí hablamos mal de ellos. Decimos que son flojos, que vienen a robar o a prostituirse. Y no todos son así. Los venezolanos también son trabajadores como los colombianos”, dice mientras se apresura para terminar su labor.

Al final de la tarde los obreros se mueven más rápido para ordenar su lugar de trabajo y entregarlo al compañero que hará el siguiente turno. La labor continúa y la música no se detiene. Afuera, en los dormitorios, quienes trabajarán en la noche se alistan para empezar la jornada. Seguirán el ritmo de la música que a más de 600 kilómetros de su ciudad les recuerda que encontraron una oportunidad para trabajar y ayudar a sus familias. Entre el 8 y el 10 de febrero todos harán las maletas para regresar a casa. Las rosas colombianas serán parte de la celebración del amor en Estados Unidos y no estaría mal usarlas para recordar que Colombia les debe empatía y solidaridad a los venezolanos que hoy las necesitan.